Arturo Luna Silva / [email protected] / Twitter: @ALunaSilva
Como una verdadera falta de respeto y un grave error de principiantes han sido tomadas las expresiones que ciertos personajes han realizado últimamente en torno a un proyecto político personal cuando ni siquiera ha iniciado el gobierno de Alejandro Armenta.
No son pocos –ni pocas– quienes subidos –y subidas– en un ladrillo, con más ínfulas que inteligencia, han empezado a futurear y a imaginarse como el sucesor o la sucesora.
Para su desgracia, una cosa olvidan y otra desconocen.
Ambas igual de importantes.
Olvidan que, en todo caso, la sucesión del 2030 empezará hasta el quinto año de gobierno.
(Para lo que falta un siglo).
Y desconocen que el gobernador electo se entera de todo, absolutamente todo, y a todas y a todos observa con lupa.
(Es experto en detectar intrigas, y más si son de opereta).
Estas adelantadas y estos adelantados ya comenzaron a promoverse en columnas políticas, en cafés, en reuniones de «grilla» y hasta en redes sociales.
Ya andan en la especulación, y ya no caminan: levitan.
No está mal que tengan sueños –aunque sean guajiros– y aspiraciones –aunque sean esquizofrénicas–, pero definitivamente este no es el momento.
De verdad se necesita ser muy tonto o muy tonta para empezar a pensar en la sucesión.
Lo peor de todo es que algunas de estas adelantadas y algunos de estos adelantados han recibido recientemente algún nombramiento de importancia por parte del mandatario electo.
Fueron sumados al próximo gabinete –el legal o el ampliado–.
De alguna forma se les empoderó.
Recibieron reflectores.
Miles de halagos.
Y, desde entonces, no sólo enloquecieron, sino que «ya se vieron».
Imprudentes, desleales, mal agradecidos, deben saber que se pueden caer del cargo.
Sí, que nadie lo dude.
Del plato a la boca suele caerse la sopa.
En otras palabras: el que se siga moviendo, no saldrá en la foto del 14 de diciembre.
Porque esto es como el beisbol: el juego no se acaba hasta que se acaba y se acaba cuando cae el último out.
Lo que están haciendo –y están plenamente identificados– es tan grosero como grotesco.
Todavía no termina el gobierno de Sergio Salomón Céspedes Peregrina y todavía no empieza el de Alejandro Armenta.
Pero ellos y ellas, borrachos y borrachas de arrogancia, ya se montaron en el potro de la soberbia.
La ambición no es mala; se convierte en pésima cuando la combinas con la avaricia y el egoísmo.
Quieren correr cuando ni siquiera han aprendido a caminar.
Y ya las detectaron y ya los detectaron; y no, su frenesí, su desbordado entusiasmo, su futurismo sin razón no ha caído bien.
Urge, por su bien, que pongan los pies sobre la tierra.
Reitero: el que se siga moviendo no saldrá en la foto del 14 de diciembre.
En La Gran Foto del Sexenio –así, con mayúsculas–.
¿Lo entenderán?
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