Mariana Flores / Fotos: Mireya Novo
SAN DIEGO LA MESA TOCHIMILTZINGO.– El blindaje y el encierro fueron la clave para que, hasta hoy, no se registre ningún caso de contagio de COVID-19 en, uno de los 17 municipios de Puebla a los que no llegó la pandemia.
De mil 400 habitantes en todo el municipio, conformado por cuatro comunidades, una inspectoría y dos juntas auxiliares además de la cabecera, nadie ha presentado síntomas de la enfermedad.
Las secretarías de Salud del estado y la Federación no contabiliza contagio alguno.
El presidente municipal, Reynaldo García Campos, accede a contar a Crónica Puebla su táctica diaria antivirus.
Él y su Cabildo, desde que se escuchó sobre casos de contagios en Atlixco, decidieron cerrar entradas y salidas: bloquear el paso a visitantes y prohibir la salida de vecinos.
Brusco para la población, riguroso para los vigilantes, el cierre del pueblo fue inédito y cambió la vida de todos porque Atlixco es el centro de compra de la canasta básica para las familias.
NINGÚN FORÁNEO ENTRA
Paso 1, interrogatorio en carretera. ¿A qué vienen? ¿Cuánto tiempo se quedan? ¿Es muy necesario que entren?
Quienes contestaban con buen argumento, justificaban necesidad de ingresar a Tochimiltzingo, iban al paso 2: traslado en patrulla al Centro de Salud, donde se les hacía un examen médico para comprobar que no tuvieran síntomas de COVID-19 que se miden con termómetro y a ojo de buen cubero porque no hay más equipo para detectar presencia de virus.
El sitio verificador de la salud se ubica en el centro de la comunidad, solo atienden una pasante de medicina y una enfermera, enviadas por la Secretaría de Salud estatal. No sólo presuntos contagios de COVID-19, sino cualquier dolencia leve o grave y accidentes.
“Antes teníamos un doctor; ahora trabaja en el hospital de Cholula. Él hizo mucho por nosotros, pero nos lo quitaron y nos dijeron que hasta que acabe todo esto (la pandemia) va a poder regresar a la comunidad”, explicó García Campos.
Y el paso 3 para todos los habitantes y visitantes: nada de aglomeraciones, nada de congregación.
En ese punto hicieron hincapié habitantes de la comunidad entrevistados y la autoridad: uno de los factores que evitó el contagio por coronavirus fue que la principal actividad en la población es la agricultura.
Campo abierto, sin aglomeraciones, viento que corre; con 95 de cada 100 de los mil 400 pobladores en labor de surco, el distanciamiento es prudente, aseguró el edil García Campos.
Todos los eventos fueron cancelados.
Fiestas, igual. Concursos y bailes.
La iglesia del municipio se cerró y hasta el primer día de septiembre volvió a permitirse la celebración de misas con aforo reducido. Y nada de agua bendita; en la pila bautismal hay un envase plástico con gel antibacterial; esa es la mejor bendición para las manos.
En este municipio se celebran tres fiestas principales, que son motivo de reunión y trabajo comunitario desde meses anteriores.
La primera de ellas, la más vistosa y concurrida, se festeja los días 8, 9 y 10 de octubre, para agradecer los favores y conmemorar a la Virgen de Ocotlán. Cada año se organizan jaripeos y actividades culturales a las que acuden más de 10 mil personas. Este año, quedaron canceladas por la pandemia de COVID-19.
La segunda celebración más grande y lucida es la fiesta patronal: 14 de noviembre, día de festejar a San Diego.
Desde hace cinco años, se establecieron los días 14 y 15 del mismo mes para celebrar la feria del mezcal. El producto es una tradición para las familias locales y los indicios de archivo cuentan 250 años de tradición para los habitantes más antiguos de este municipio.
Este 2020, se encuentran a la espera de las indicaciones del Gobierno del Estado, para determinar si dicha festividad se va a realizar.
En enero se lleva a cabo la última fiesta de la temporada, desde el día 13 y hasta el 16 la ocasión es muy especial para la gente del campo. Se celebra el fin de las cosechas y las tradiciones indican agradecimiento y festejo.
Aunque tampoco saben los mayordomos ni los organizadores si se celebrará. La pandemia marca el calendario.
MUERTE, FUERA
“Hubo un muchacho que vino por su mamá, porque dijo que aquí en San Diego no nos cuidábamos, y se la llevó a Puebla.
Allá el muchacho se enfermó en su trabajo, y se murió él y su mamá ahora la tienen guardada”, narró el edil.
Agregó que se tiene el registro de nueve personas oriundas del municipio que fallecieron por COVID-19 en otros sitios: siete fallecieron en Atlixco, uno en la ciudad de Puebla y uno más en Nueva York en Estados Unidos, cuyas cenizas fueron repatriadas hace un mes.
ATLIXCO ES CASI EL DIABLO
Doña Irma lleva más de 20 años viviendo en San Diego. Vende picaditas, tortillas y tortas. Trabaja en su comal.
Comentó que su familia se vio afectada cuando ya no pudo salir a Atlixco y nadie podía entrar al pueblo. Cero ventas.
“Hasta ahorita he ido dos veces (a Atlixco), desde que empezó la pandemia. Tengo un hijo que trabaja allá y tiene su moto y va todos los días. Cuando llega lo limpiamos bien y se mete a bañar”, dijo.
Su familia está compuesta por ella, su esposo y sus dos hijos. Todos se mantienen resguardados en casa y solo salen cuando es necesario. Teme enfermarse y morir, “porque en los otros pueblos platican cosas muy fuertes de cómo mueren las personas del coronavirus”.
“Sí me da miedo, todos tenemos miedo. Aquí, bendito Dios, ninguna persona se ha contagiado. Pero la vida tiene que seguir, ni modos que nos quedemos sin comer”.
Por su parte, don Martín Baltazar, dedicado a la producción de mezcal, dijo que temer que este año se cancele la feria de esta bebida, pues representa un ingreso muy importante para las familias dedicadas a destilar.
“Aquí de alguna manera todos nos dedicamos al mezcal. Algunos tienen los campos y lo producen, otros a la jima, otros a la venta y así, todos. Si no hay feria pues nomás le habremos invertido y pues así no sale. Se ha vendido bien poquito este año, casi nada”.
El panteón de San Diego se cierra en forma rigurosa. Agradecen los vecinos que no se ha abierto por la pandemia.