Agenda Ciudadana
Jorge Alberto Calles Santillana
Previsiblemente, Donald Trump decidió postergar otro mes la aplicación de los aranceles. No está claro si la decisión es resultado de los terribles efectos negativos que tuvo sobre los mercados financieros o de una oscura intención del presidente norteamericano por convertirse en una amenaza permanente.
Donald Trump parece haber institucionalizado el juego del gato y el ratón. Sin embargo, las reacciones hacia ambos mandatarios no fueron similares.
La conversación con Justin Trudeau fue más áspera, por lo que a su término Trump tuiteó que el intercambio había concluido de manera más o menos cordial. En cambio, se desvivió en elogiar a la presidenta Sheinbaum y no evitó enfatizar que con ella tiene una extraordinaria relación.
No caigamos en engaños. No es que hacia nuestra presidenta sienta afecto y más respeto. El presidente norteamericano siente muy pocos afectos, si acaso los experimenta, y sus respetos pueden contarse con los dedos de una mano.
Sus reacciones deben interpretarse de otra manera: el primer ministro canadiense se le ha enfrentado como no lo ha hecho la presidenta Sheinbaum, lo ha descalificado seriamente y rechazado enfáticamente el interés y la intención de convertir a Canadá en el estado 51.
Trump tiene a la mano más elementos para presionar a Claudia Sheinbaum y al gobierno mexicano.
La mayor proporción del fentanilo que ingresa a territorio norteamericano es elaborado acá, en México, y las acusaciones de contubernio entre los cárteles y cuerpos de seguridad no han sido convincentemente contestadas.
No por nada, Claudia Sheinbaum se ha conducido con una estrategia inteligente. Ha sido clara y ha defendido la soberanía, pero sin grandes aspavientos. Sabe, perfectamente, que la información que podrían proporcionar el Chapo, el Mayo y Caro Quintero exige llevar la fiesta de la manera menos ruidosa posible.
Respiraremos, pues, otro mes. Pero ¿qué habrá exigido Trump a cambio esta vez? ¿Veremos partir, bajo las leyes que a Gertz Manero se le pida y a él se le ocurra invocar, otro combo de líderes y sicarios del crimen organizado? ¿Habrá incursiones del ejército norteamericano en nuestro territorio, con el fin de aprehender o eliminar capos?
¿Se descubrirá, repentinamente, que efectivamente hay algunos gobernadores que, imperceptiblemente, han estado cooperando con el crimen organizado, por lo cual serán aprehendidos y, posteriormente, extraditados? ¿Qué sigue?
Los canadienses –Trudeau– no solamente han reaccionado drástica, sino también inmediatamente a los exabruptos de Trump. No había transcurrido ni media hora desde el anuncio categórico cuando el primer ministro canadiense respondía que no solamente impondría aranceles de equivalente talla a los productos norteamericanos, sino que dejaría de proporcionar energía eléctrica al norte del país.
La presidenta Sheinbaum, por el contrario, respondió que sería hasta el domingo, con las fuerzas vivas convocadas en el Zócalo para defender al unísono la soberanía, cuando informaría sobre las medidas arancelarias y no arancelarias. Inevitablemente, surgieron dudas.
¿Acaso el gobierno mexicano había jugado con la posibilidad de que no habría tal anuncio, sino, de nuevo, una postergación de la aplicación de la medida
¿Supusieron las altas autoridades que el presidente norteamericano solamente blofeaba?
Para fortuna del gobierno mexicano hubo marcha atrás. Así, el mitin del domingo no sólo será para refrendar nuestra soberanía y hacerle saber, a pulmón abierto, al autócrata norteamericano que no somos un país de agachados ni de dejados, sino también para vitorear
–en lo que ahora se convertirá en todo un festival– a la presidenta por su gran capacidad de convencimiento y por su entereza. ¡Viva México!
La espada pende de nuevo. La nueva fecha es el 2 de abril. ¿No debería el gobierno mexicano trazar una estrategia sólida y contundente para evitar que Trump continúe jugando? ¿No debería nuestra presidenta buscar a Justin Trudeau y trazar una estrategia?
Algo habrá que hacer. Porque si el juego se mantiene las consecuencias para el país podrían ser terribles, aunque la popularidad de la presidenta llegara al infinito y ¡más allá!