Virtualmente concluida la batalla electoral, todo supondría que son tiempos ahora de ponderar los mensajes que la ciudadanía –en forma por demás abundante– emitió a través de sus votos.
Por la voz de las urnas quedó claro que hay una sociedad fragmentada y muchas expectativas incumplidas. Ante ello, y más allá de los triunfos y derrotas –magnificados unos, soslayadas otras– parecería necesaria una sana y cabal lectura del mandato ciudadano para trazar el devenir que exige soluciones a problemas inmediatos, cotidianos: salud, economía, seguridad, educación, entre otros.
En ese recuento, me confieso ser uno de los ilusos que llegaron a pensar que tras la contienda electoral, se abrirían las compuertas de los cambios.
Que serían diferentes las maneras de hacer gobierno. Que habría intención de sanar las heridas, dejar atrás tantas afrentas, olvidar los agravios. Que, superadas las diferencias que emanan por naturaleza en toda sociedad, habría al menos la intención de convocar a la unidad para enfrentar mejor los retos que nos aguardan y preocupan.
Dicho de otro modo, que habría gobernanza, entendida por definición como “la forma de gobierno basada en la interacción equilibrada del Estado, la sociedad civil y el mercado para lograr un desarrollo económico, social e institucional estable”.
Creí que sin dar viraje a sus principios ideológicos ni lesionar su proyecto transformador, no habría más de quienes nos gobiernan el discurso que divide, polariza, enoja. Nada de eso. Todavía humeantes los cañones de la contienda electoral, el presidente Andrés Manuel López Obrador lanza nuevos misiles.
Su blanco ahora fue el amplio segmento social que conforma la llamada clase media, por millones de mexicanos que se esfuerzan en lograr mejores condiciones. La acusa de “individualista”. Y dice que es muy susceptible a la manipulación. Desde su habitual trinchera en la que protagoniza sus conferencias mañaneras, dijo que la aspiración de los clasemedieros es ser como “los de arriba” y que eso permite que sean influenciados por los grupos conservadores del poder.
Bajo esa premisa, el presidente trató de justificar algunos tropiezos electorales de Morena, su partido, especialmente en la Ciudad de México donde inesperadamente perdió al menos en seis delegaciones frente a la Coalición PRI-PAN-PRD.
AMLO fue severo con quienes ostentan ese rango social, saco que acomoda también para millones de mexicanos del país entero. Su homilía no puede soslayarse, merece transcripción completa: “Sí, hay un sector de la clase media que siempre ha sido así, muy individualista, que le da la espalda al prójimo; aspiracionista, que lo que quiere es ser como los de arriba y encaramarse lo más que se pueda; sin escrúpulos morales de ninguna índole, son partidarios de que ‘el que no transa, no avanza’”.
El mandatario indicó también que la “guerra sucia” que se vivió el pasado 6 de junio en las elecciones de México influenció a una gran parte de la clase media, ocasionando que se creyera lo del “mesías tropical”, “el mesías falso”, las cuales fueron declaraciones oficiadas por medios nacionales e internacionales como el New York Times y The Economist.
“Pero un integrante de clase media, media-alta, incluso, con licenciatura, con maestría, con doctorado, no, está muy difícil de convencer; ese es para decirle: Siga usted su camino, va a usted muy bien, porque es una actitud aspiracionista, es triunfar a toda costa, salir adelante, muy egoísta. Ah, eso sí, van a la iglesia todos los domingos, o a los templos, y confiesan y comulgan para dejar el marcador en cero y luego el domingo, de nuevo lo mismo”.
Y remató: “Se han dedicado a reforzar con la manipulación esa actitud conservadora de ciertos sectores de la clase media… No, no, hay que sacar a millones de mexicanos de la pobreza que se coloquen en la clase media, pero sin la mentalidad egoísta, con la doctrina del humanismo, una clase media fraterna, no individualizada, eso es lo que hizo la política neoliberal”, sentenció. Otra vez, pero ahora con nombre y apellido, el “si no estás conmigo estás contra mí”.
¿A quiénes dirigió su mensaje recriminatorio y clasista? Estamos hablando de casi el 40 por ciento de la población que según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía pertenece a la clase media, considerando aspectos cuantitativos y cualitativos sobre la cuestión económica y sociológica de la población.
En su análisis ‘Cuantificando a la clase media en México’, en su reciente censo, el INEGI refiere que el 42.4% de los hogares mexicanos, en los que vive el 39.2% de la población de México, pertenece a clase media. En el ámbito urbano, el 50.1% de los hogares con el 47% de los habitantes pertenece a clase media, mientras que en zonas rurales, ocupan el 28% de los hogares, con el 26% de la población.
En términos absolutos, 12.3 millones de hogares y 44 millones de personas conforman ese estrato social en México. ¿En verdad están todos contra él solo por aspirar a mejores perspectivas de vida? ¿Habría que conformarse con ser pobres o mediocres para esperar los apoyos de los programas sociales y así comprometer lealtades? Estamos prevenidos entonces de que seguirán los ataques desde la tribuna más alta del país en contra de los que no comulgan con sus principios. Los bombardeos que siguen ya están en la bitácora.
La 4T planea ya concretar al menos tres reformas constitucionales y es ahí donde vendrá la nueva discusión pública. El propio AMLO anunció en la víspera que sus propuestas legislativas son “para fortalecer a la Comisión Federal de Electricidad –que dirige el poblano Manuel Bartlett– a fin de protegerla de empresas particulares, sobre todo las extranjeras. Otra vez un duro golpe a la libre competencia por un nacionalismo mal entendido.
Una segunda reforma pretende que la Guardia Nacional se integre a la Secretaría de la Defensa Nacional, para que sea su brazo ejecutor.
¿Cómo podrá negar ahora la militarización del país? Y un tercer objetivo será toda una reforma electoral “para que de verdad haya independencia en todo el proceso de las elecciones, que no domine el conservadurismo, que haya democracia, porque durante mucho tiempo se han inclinado en favor de los grupos de intereses creados”.
El marco normativo en materia electoral será siempre motivo de adecuaciones, pero es claro que la mira está enfocada en el INE y su autonomía, pese a que dejó reciente constancia de imparcialidad y eficiencia. En lugar de la concordia, es momento de parapetarse. La batalla electoral terminó, pero la guerra sigue.