Por: Karla Cejudo, Mariana Flores y Dulce Liz Moreno
No hay plazo ni receta; el duelo por el fallecimiento de un ser querido es íntimo, personal, y cada quien tiene su ritmo y necesidades específicas; pero es un proceso tan poco comprendido que los golpes que ha dado la pandemia de COVID-19 se agravan por la falta de empatía de amigos y familiares de los deudos.
En ello convergen expertos tanatólogos y psicólogos consultados por Crónica Puebla, quienes desde sus saberes y experiencia detallan las particularidades de la recuperación de quien ha perdido una persona entrañable, sobre todo si se debió a coronavirus.
Y lo explican desde las falsas creencias que, en vez de ayudar al doliente, lo exasperan, mortifican, culpabilizan o sumen en una tristeza aún más profunda por incomprensión.
MENTIRA 1: LOS MEXICANOSNOS REÍMOS DE LA MUERTE
“Tenemos el mito que nuestra cultura se ríe de la muerte, cuando en realidad no es así; lo que más miedo nos da es el fin de la existencia; cuando alguien cercano se va nos recuerda que la vida es frágil”.
Son palabras de José Leopoldo Castro Fernández de Lara, coordinador de la Licenciatura en Psicología de la Universidad Iberoamericana Puebla.
El duelo –afirma– es uno de los principales contactos que una persona tiene con la muerte.
“Y la COVID-19 agrega un elemento de angustia a los dolientes: la incertidumbre de estar contagiado y, en caso de saber que ya se tiene el virus, ver de cerca lo que puede pasar”, indica la tanatóloga Gina Tarditi, en su libro El duelo en medio de la pandemia.
MENTIRA 2: HAY QUE SER FUERTES
A veces, lo complicado es aceptar que pasamos por un duelo. Por ejemplo, en una familia en la que muere el papá, la madre tiende a hacerse la fuerte “por sus hijos” en la idea de que no la vean vivir su tristeza; pero eso no ayuda, indica Valeria Huerta.
Los niños afrontan más rápido su recuperación porque saben expresarse cuando están enojados, tristes o preocupados, enfatiza.
MENTIRA 3: EL DUELO ES IGUAL PARA TODOS
No existe una receta para superar la pérdida de un ser querido, no hay una formula a seguir y cada persona maneja de forma intima el fallecimiento de una persona cercana, por lo que es importante respetar, apoyar y dejar que cada uno viva esa experiencia de la mejor manera posible, dice Castro Fernández de Lara.
No es lo mismo enfrentar la muerte repentina de alguien querido que la de quien padecía una enfermedad terminal o quien tiene una agonía dolorosa; tampoco es lo mismo que muera un niño que un adulto mayor, agrega.
La pérdida inesperada produce un dolor profundo, pero aunque haya indicios o sea evidente el desenlace en casos de personas muy mayores o enfermas, nadie está preparado para la pérdida de un ser querido, asegura la tanatóloga Valeria Huerta.
Hay duelo colectivo, súbito, anticipado, y otros que dependen de las circunstancias de la pérdida, añade.
“En el caso de un duelo colectivo en la familia, se les pide a los integrantes que sus rutinas sean las mismas, que hagan lo mismo que hacían, pero cada uno vive diferente la pérdida: esposo, hijo pequeño, abuela”.
MENTIRA 4: LAS FASES DEL DUELO SON LINEALES HACIA ARRIBA
En lo general, las etapas se clasifican en la negación, la rabia, la negociación, la tristeza y finalmente la aceptación, dice la tanatóloga Huerta.
Pero no forman una línea recta hacia arriba, sino una línea ondulada que, si bien va hacia arriba, presenta retrocesos, acota la tanatóloga Tarditi.
La negación, esa incredulidad ante un fallecimiento, le sirve a la mente y al cuerpo de protección ante el intenso y profundo dolor; “hay gente que quiere morir junto con su ser querido y esta etapa sirve para evitarle que se haga daño”, asegura Salvador Valadez, divulgador de la salud mental.
“Prefiero decirles a las etapas o fases, mejor, tareas, porque me parecen más realistas y aluden al comprmiso individual de reconstruirse”, subraya Tarditi.
El trauma y el shock por la pérdida de una persona es una etapa en que se encara la fragilidad personal, indica el psicólogo Castro Fernández de Lara.
La rabia es también incomprendida por quienes rodean al doliente. “Se trata de una pérdida y perder enoja; en presencia de la ira profunda por la muerte de una persona muy querida, sobre todo en circunstancias de violencia; hay que sacar eso de la manera que más convenga a cada persona sin hacerse daño; hay quienes pueden destruir un mueble de madera de tanta rabia externada; pero sólo así se alcanza la paz”, refiere Guadalupe Álvarez, tanatóloga.
URGE APOYO, COMPRENSIÓNY CARIÑO
Incluso en la última etapa, de integración y transformación –cuando el doliente acepta que es momento de seguir adelante a pesar de que el fallecido está ausente en forma definitiva y a pesar de ello puede continuar su vida– requiere un entorno de apoyo, indicó el psicólogo de la Ibero Puebla.
Comprensión y cariño son básicos para la persona que se duele; con esa disposición a apoyar, es posible detectar conductas que afectan la vida, como dejar de comer o dormir, de trabajar, o apegarse al consumo de alcohol o drogas. “En ese momento hay que acudir a un especialista”, precisa.
El proceso del duelo nos permite encontrar un lugar en nuestros recuerdos e historia para nuestro ser querido; no se trata de olvidar, es un tema de superación personal, es darle sentido a lo ausente, recordar el tiempo compartido y recordarlo con paz. El duelo nos permite generar la capacidad de vivir con una pérdida, suma Huerta.
Palabras de desaliento
¿Has dicho alguna de estas frases a alguien que padece una pérdida? Dos expertas explican por qué, lejos de ayudar, son lesivas para quienes transitan un duelo.
“NO LLORES”
“¿Por qué no llorar, si es para muchos una necesidad que al dejarla liberarse relaja y ayuda? Tampoco tenemos que esperar o forzar que quien no tenga la necesidad de hacerlo”, aclara la tanatóloga Gina Tarditi.
“ÉCHALE GANAS”
Esta es una de las peores frases; descalifica y agrede a quien se duele. Aunque sea dicha con la mejor de las intenciones, es desconsiderada porque “quienes han vivido una pérdida importante padecen un dolor inicialmente inconmensurable; se hace lo mínimo para sobrevivir porque el abatimiento y el dolor inicial no dan tregua para más”. Se requiere un gesto amable y genuino, como un “te quiero” o “aquí estoy”, afirma Tarditi.
“TE HACES DAÑO”
La profunda tristeza, la rabia, los malestares de una persona en duelo son tan poco comprendidas, por ignorancia de quienes están alrededor, que utilizan esta frase en presencia de desánimo, lágrimas o episodios de furia.
“El duelo no es un trastorno mental y se tiene que vivir para poder adaptarse a la nueva realidad; tratar de frenar alguna de las etapas es inútil y poco empático con la persona que atraviesa un proceso para adaptarse a los nuevos requisitos de la vida sin la persona amada”, afirma Judith Pérez Torres, psicóloga especializada de la UPAEP.
“YA SUPÉRALO”
No hay un lapso específico para vivir el proceso de duelo; quien lo padece ha perdido un pedazo de la vida y hay personas que se toman dos o tres años para adaptarse al nuevo contexto; esta frase denota desconsideración, indica la psicóloga Pérez Torres.
“EL TIEMPO CURA”
“Nada más falso; el tiempo no cura nada. En primer lugar, el duelo normal no es una enfermedad sino una reacción natural y adaptativa. Lo que alivia y hace sentir mejor al doliente es lo que decide hacer en el tiempo. Quedarse pasivamente esperando que el tiempo mejor todo es infructuoso e irreal”, asevera Tarditi.
“TIENES OTROS HIJOS…”
Esta frase no sólo desestima la pérdida y el dolor de quien la escucha; “perdiste un hijo pero tienes otros que te necesitan…”, “hay otros amigos que te quieren mucho…” es imprudente porque “ninguna pérdida es transferible”, indica Judith Pérez Torres.
Esa pérdida nadie la repone, subraya.
“YA NO HABLES DE ESO”
Esta expresión es propia de quienes quieren disminuir su propia angustia ante el sufrimiento de los dolientes.
“Pero el ser humano ante el cambio, el desconcierto, la tragedia o lo inesperado necesita repetir. Una, cien o mil veces cómo fueron los hechos: qué y cómo pasó lo que pasó, a veces con todos los detalles”, orienta Tarditi.
Hay necesidad –agrega Pérez Torres– de externar lo que se tenía con la persona fallecida; perte del proceso, por contradictorio que parezca, es mantener el dolor abierto por un lapso individual de cada doliente; pero en las culturas hay exigencias que tratan de impedir este periodo.
Impacta para mal la ausencia de rituales
Por: Karla Cejudo y Dulce Liz Moreno
La ausencia de funerales, impuesta por la pandemia, afecta las emociones de quienes pierden a un ser querido afectado por coronavirus, convergen expertos consultados.
Se dificulta asimilar la pérdida si falta el funeral para un ser querido porque el hecho de ver las cenizas o cómo el féretro cae a la tierra, permite vislumbrar dónde están los restos; esta acción no cierra un capítulo: es apenas un escalón, explica Judith Pérez Torres, psicóloga social de la Upaep.
Además del duelo súbito, hay incertidumbre en la gente cercana sobre estar contagiado y, peor, hay personas que no están seguras de que es su familiar el que está siendo cremado, sostiene la tanatóloga Valeria Huerta.
No poder enterrar en forma colectiva a los fallecidos por COVID-19, no poder hacer novenarios, cabo de año y otros rituales funerarios hace sentir a los deudos que algo está incompleto. Las personas afligidas por una pérdida tienen que vivir sus días de luto con algunos de los símbolos que creamos para esto: cantamos, nos juntamos, vamos a un templo, a una funeraria o a un cementerio para poder llorar y empezar a decir adiós; la falta de este ritual colectivo es lesiva, expone Pérez Torres.
El daño que puede causar está en la salud mental: depresión, ansiedad o dificultad para adaptarse a la nueva realidad.
Compartir los recuerdos y emociones resulta fundamental, “los rituales ayudan a entender la relación con uno mismo y con los demás”, agrega.
Nadie está preparado para vivir un distanciamiento social tan prolongado o vivenciar el desastre humanitario que generó la pandemia, tercia la tanatóloga Gina Tarditi.
OPCIÓN AL FUNERAL
Afirma la psicóloga Pérez Torres que tanatólogos de todo el mundo han sugerido hacer reuniones especiales por internet: juntar familiares y amigos en alguna de las plataformas de videoconferencias solo para hablar de la persona fallecida.
Parece una medida fría, pero hablar de los sentimientos personales con personas de confianza da alivio, dice la especialista.
Hacer rituales individuales como cartas de despedida, anotar recuerdos y depositarlos en una caja ayuda a algunas personas, indica.
Recuperación, un esfuerzo con obstáculos
Por: Mariana Flores
Cintya Ramírez, 67 años
Su hijo falleció por COVID-19 en noviembre de 2020
Pasé por algo muy difícil, ya lo he escuchado y creo que los padres no debemos enterrar a nuestros hijos. Él era el que me ayudaba en todo, vivía conmigo y solo nos teníamos uno al otro. Ahora que ya va a hacer un año desde que lo perdí, creo que ya puedo hablar de su muerte, pero me costó mucho trabajo. Tuve que ir a terapia porque me sentía muy sola en el mundo. Sí viví un duelo, y uno muy difícil, como todas las madres esperamos que nuestros hijos nos vivan para siempre, y él se me fue. Yo también me contagié, y creo que eso me hacía sentir más culpable, porque siempre me pregunto ¿por qué se fue él, que era más joven, más fuerte, estaba sano, y yo no?
Adrián Rodríguez, 31 años
Su hermano falleció
Cuando mi hermano se murió yo no quise aceptarlo, me encerré en un mundo en el que no me dolía su pérdida porque no la enfrentaba. Así pasaron los meses hasta que me topé con un momento en el que tenía que estar con él y él no llegó, ahí fue cuando todo se me vino encima y comprendí que él ya no estaba. Pues sigue siendo difícil, no creo que ya lo haya superado y ya pasaron dos años. Fui con un tanatólogo porque solo no podía y estaba siendo un problema para mi familia, además fui también con un psiquiatra porque me diagnosticaron depresión. Me siento mal conmigo mismo porque sé que a mi hermano no le hubiera gustado verme así”.