Hacia la segunda mitad del siglo XVIII, la mayoría de los libros que se imprimían en Puebla provenían de dos imprentas: la del Real Seminario Palafoxiano, es decir, la imprenta del clero; y la de Pedro de la Rosa, poderoso empresario con el monopolio de la fabricación de las invitaciones a todos los banquetes de la ciudad y de los catecismos que se dictaban en la capital del país.
Y si un libro salía de cualquiera de estas dos imprentas, lo más probable es que también fuera ilustrado por José de Nava, prolífico grabador poblano cuya técnica lo posicionó como el más importante de todo ese siglo, asegura el investigador Juan Isaac Carvo Portela.
No se tiene certeza de cuándo nació. José de Nava hizo grabados durante al menos 63 años, desde 1754 hasta 1817, el año en que murió. Además de que su estilo lo hizo inconfundible, procuraba incluir en sus grabados la firma “Nava/Angelopoli”, lo que a decir de algunos investigadores reflejaba orgullo por su origen.
Para realizar los grabados, Nava utilizaba la talla dulce, una técnica tan compleja que Carvo Portela considera una “estructura del lenguaje característica del grabado en metal”. La talla dulce consiste en aplicar cera sobre una plancha de metal y dibujar en ella. Después, el metal es introducido a un baño ácido que corroe las zonas donde se ha dibujado.
A mayor tiempo de inmersión o de concentración, los surcos trazados en la plancha de metal son más profundos y dejan un trazo mucho más oscuro. La complejidad de este grabado eleva de categoría la impresión de un libro, a decir del secretario de Cultura en el estado, Sergio Vergara Berdejo.
“Leer un libro antiguo es ver una obra de arte. Cada página, cada elemento, lo hacía un artista. La composición, la letra, el color… y uno de los elementos más importantes era la estampa”, afirmó.
La Secretaría de Cultura inauguró ayer una exposición dedicada a José de Nava en la Biblioteca Palafoxiana, disponible hasta el 3 de julio.
La sede tiene significado especial: en 1773, el artista realizó por encargo del obispo de Puebla, Francisco Fabián y Fuero, dos estampas sobre la misma Biblioteca Palafoxiana, recién remodelada.
Las estampas se basaron en pinturas de otro artista poblano emblemático comisionado por el obispo: Miguel Jerónimo Zendejas, cuya obra pictórica se encuentra en templos de Puebla.
Las estampas ofrecen una perspectiva desde el oriente hacia el interior de la biblioteca, que fue incluida por la Unesco dentro del Registro de Memoria del Mundo. La riqueza de los detalles y la capacidad de plasmar la profundidad del inmueble hacen que esta obra sea considerada uno de los mejores grabados de José de Nava.
De acuerdo con la investigadora Marina Garone Gravier, curadora de una exposición virtual de la imagen en el libro antiguo poblano, la obra de José de Nava en general constituye un “registro visual que va de los temas religiosos a los profanos, navega de la orilla de la iconografía cristiana a la de la imagen científica, ofreciendo excelsas producciones cartográficas y vistas de espacio complejos”, como el de la Palafoxiana.
A pesar de su fama y la divulgación de su arte en la época, la vida de José de Nava es prácticamente un misterio. Los investigadores que han rastreado su paso ni siquiera tienen certeza de dónde aprendió a dibujar.
Su vida, a diferencia de su obra, no quedó grabada en ninguna plancha de metal.
VALORACIÓN
El periodista y experto anticuario Joaquín Guzmán asegura que:
- El grabado es la disciplina artística que mejor fusiona la parte artesanal, la técnica y la creativa
- La estampa impresa en el papel revela procesos intelectuales, mecánicos y químicos
- Los procesos de calcografía revelan también la pericia del grabador
- Se considera obra original aquella en que el autor hizo el dibujo, el proceso químico y la impresión, porque hasta la presión del tórculo afecta el resultado final