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El presunto autor intelectual del asesinato de la penalista Cecilia Monzón, el político Javier López Zavala, nunca ha dejado su partido cuna y el único en el que ha militado toda su vida: es y sigue siendo priísta.
Así lo demuestra su registro como aspirante a una candidatura a diputado local en 2021, cuando la Comisión Estatal de Procesos Internos del Comité Directivo Estatal (CDE) validó su participación, el 4 de marzo de ese año.
Ese sólo dato echa por tierra el burdo intento de deslinde que encabezó, con sobrada torpeza, el dirigente tricolor poblano, Néstor Camarillo.
López Zavala fue candidato a la gubernatura de Puebla en 2010 y, desde entonces, presumía, incluso sin que fuera tema de conversación, que había obtenido más de 800 mil votos.
Lo repetía como credo.
Como excusa.
Fue su carta de presentación y su tema recurrente de siempre, desde aquella terrible derrota.
La primera del priísmo en Puebla en la gubernatura en más de 80 años.
Cayó en las urnas ante una contundente superioridad del entonces aliancista Rafael Moreno Valle, a quien luego soterradamente sirvió –aseguran incluso sus cercanos– y fue delator de muchos priístas.
Sin embargo, a pesar de ello, obtuvo una diputación plurinominal en a la LXII Legislatura (2012-2015).
No brilló.
Pasó de noche por San Lázaro.
Pasaron más años.
Quien fue la pareja sentimental de la activista Cecilia Monzón, por más de 12 años, luego simuló que tenía un acercamiento con Andrés Manuel López Obrador.
De manera patética siguió al entonces precandidato a la Presidencia a un mitin hasta Jilotepec, Veracruz, en febrero de 2017.
Lo más que consiguió el chiapaneco fue el autógrafo del tabasqueño sobre un ejemplar que él llevaba de su libro 2018 la salida, decadencia y renacimiento de México.
Los dirigentes del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) de ese momento, con sorna, dijeron que “una foto no da candidaturas”.
Por encima de las anécdotas y los ridículos, López Zavala siguió en el PRI.
A pesar de ellos.
Desapareció de la vida política unos años, pero volvió con la intención de ser candidato a diputado local en 2020.
El 5 de diciembre de ese año se presentó a los cursos a los que convocó el CDE del PRI.
Fue en un hotel de Cholula.
Néstor Camarillo incluso lo invitó a clausurar.
“Invito a que pase mi padrino a clausurar los cursos”, dijo entonces.
López Zavala hasta dio un mensaje.
En su propia cuenta de Twitter, el presunto asesino intelectual de Cecilia Monzón lo constató.
“Acudí al curso de capacitación de candidatos de mi partido”, escribió y colgó varias fotos.
¿Adivine con quién sale abrazado?
Sí, con Néstor Camarillo.
El dirigente tricolor estatal que torpemente y con mentiras ha intentado, sin éxito, deslindarse de quien además fue su padrino en la política.
López Zavala fue quién prácticamente le vio “madera” al entonces jovencito insignificante –hay cosas que no han cambiado– de Quecholac y lo llevó a trabajar a su lado.
No sólo eso, es también su padrino de bodas.
¡Y hasta su compadre!
Bueno, para acabar, estuvo en el bautizo de su hijo a mediados de abril.
Néstor Camarillo primero quiso revivir su proceso de expulsión.
Lo hizo antes del arresto, que se concretó el pasado 6 de junio.
Algo sabía el de Quecholac sobre el de Pijijiapan.
Pero ese proceso ya estaba anulado, como el de muchos otros que en 2018 apoyaron a candidatos de Morena.
Casi todos en el PRI local tienen ese pecado.
Luego, Néstor Camarillo salió con que como “no refrendó” su militancia, López Zavala ya no era priísta.
Luego con un comunicado con deficiente sintaxis, el CDE se deslindó y pidió “todo el peso de la ley”.
El texto dice que “fue militante”.
Falso.
¡Qué conveniente!
Pero no.
Es otra mentira.
Lo que sí es seguro es que el hoy conocido como Javier N. presentó su solicitud como aspirante a una candidatura a diputado local el 4 de marzo de 2021.
Luego, la Comisión Estatal de Procesos Internos lo validó.
Pero después ya no llegó a la postulación oficial.
Javier López Zavala nunca ha dejado de ser, oficialmente, militante del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Aunque lo escondan.
Aunque mientan.
Aunque extrañen al que fue…
Y abominen al que hoy es.
