Como quiera que sea, este domingo será registrado como una fecha histórica.
El calendario marca que hoy se llevará a cabo la Consulta de Revocación de Mandato del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Por primera vez en la historia, los ciudadanos estaremos en la oportunidad de participar en un ejercicio teóricamente democrático que, sin lugar a duda, habrá de sentar precedente en la historia política del país.
Lo lamentable es que un suceso de esta dimensión haya sido ensuciado de origen y se inaugure en medio de ilegalidades, en torno a una crispación social exacerbada –la mayoría de las veces desde Palacio Nacional–.
Prevalece ciertamente un clima rencillas, dudas y confusiones.
Son muchos los que todavía en la víspera ya no se preguntan –como debieran– sobre cuál podría ser el sentido de su voto, sino más bien respecto a la pertinencia de acudir o no a las urnas.
El debate ha sido intenso.
Esa discusión pública se ha evidenciado en redes sociales durante los días recientes con abundantes razonamientos, unos más inteligentes que otros, pero todos en un mismo ánimo de tomar la decisión más conveniente.
Especialistas en temas electorales y juristas, actores sociales y políticos, militantes a ultranza y enemigos de las 4T, así como uno que otro con pasmosa ignorancia, han expuesto sus razonamientos. Todos lo han hecho sin restricciones y a suficiencia.
En ese torrente hubo juicios prudentes, razonados de manera pertinente. Otros fueron extremadamente simplistas o con un radicalismo inadmisible.
La abundancia de opiniones, no obstante, abona poco para una discusión razonadamente inteligente.
Y en ese mar de opiniones hubo lugar incluso para comentarios tontos y vacíos, como el del expresidente Vicente Fox, quien pidió no salir a votar “por la soberbia, por el ego y por lo mamón que es López Obrador”.
El tema merece seriedad y mayor ponderación.
Algunos quieren que AMLO se vaya al exilio, aun a sabiendas que eso es más que improbable. Diría, incluso, que indeseable ante el riesgo de inestabilidad política y social.
Lo cierto es que una pertinente valoración para el ejercicio de este domingo tendría que considerar varios aspectos. Cada uno y todos en su conjunto dan las pautas necesarias.
No habría que soslayar, por ejemplo, que constitucionalmente AMLO fue electo para seis años. Ganó con 30 millones de votos y debería concluir su mandato. Ya habrá tiempo para someterlo al juicio de la historia.
Factor relevante es que la consulta ocurra por iniciativa del gobierno, no por instancias de la oposición ni de la ciudadanía, como debiera ser.
Es evidente que ha sido el gobierno el principal promotor, para lo cual ha usado todos los recursos imaginables, incluso los que prohíbe expresamente la ley.
Anuncios por doquier, actividades públicas disfrazadas, activismo de servidores públicos y una veda electoral violentada con cinismo; de todo, como en los viejos tiempos… o peor.
La inusitada movilización de la 4T genera dudas, aunque parece clara la intención de que acuda a las urnas el mayor número de ciudadanos, aún a sabiendas que el porcentaje de votos a favor le será mayoritario.
Las últimas encuestas indican opiniones a favor superiores a 60 por ciento, de modo que resulta inviable que AMLO pudiera perder la votación. Su voto duro y el acarreo le garantizan su permanencia, pero lo que busca es el mayor porcentaje de movilización posible.
Una escasa participación social sería letal para sus objetivos. De ahí que los opositores llamen a que se produzca hoy un enorme vacío.
Habría que preguntarse cuáles son las razones de la obsesiva campaña a favor de la consulta. ¿“Si no me quieren, por qué no van a votar en contra”?, retó el mismo AMLO.
Entre las respuestas está la pretensión de alcanzar la mayor legitimidad posible ante la fragilidad de su gobierno, asediado por la crisis sanitaria, económica, de seguridad y en el combate a la corrupción.
La 4T asume que en el escenario próximo está la elección de seis gubernaturas y además la discusión en el Congreso de la reforma eléctrica y la electoral, en cuyo caso la consulta es una herramienta para avasallar al Instituto Nacional Electoral.
Cualquiera que sea el resultado, el INE será el villano. Se le acusará de haber restringido el número de casillas y no haber hecho suficiente promoción. Los argumentos ya han sido rebatidos, pero no importa, son útiles para el hábil discurso distorsionador.
Se ha dicho con insistencia que la consulta de hoy es innecesaria y excesivamente costosa. Es cierto. Tan sólo en Puebla se estima un gasto de 80 millones de pesos, de los mil 660 millones que serán erogados en el país.
En suma, AMLO tendrá este domingo el SÍ a su favor, aunque habría que ver en qué medida. Ya en función de los resultados acomodará su discurso y sus fichas para el devenir.
Lástima que la simulación prevista sea una oportunidad perdida.
Más que un plebiscito sobre su gobierno, el ejercicio de hoy se ve como una movilización de simpatizantes para engrandecer su figura y la de su partido.
Lo que busca es distraer la atención sobre los grandes problemas nacionales y abrevar elementos para mantener su creciente confrontación, contra quienes no están con él.
Más que una fiesta ciudadana que deberíamos festejar, es lo que tendremos hoy que lamentar.