Por: Rubén Salazar/Director de Etellekt corrupwww.
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E n su editorial del 4 de octubre de 2020, el influyente diario Financial Times (FT) calificó a Andrés Manuel López Obrador (AMLO) como un “populista autoritario”; casi de inmediato, fiel a su costumbre de no dejar vacíos en la agenda pública, le pidió en su mañanera al FT ofrecer disculpas a México y el mundo por la crisis que produjo el modelo económico neoliberal.
Un año después, casi como si hubieran recibido la disculpa, el vocero de Presidencia, Jesús Ramírez, presumía en su Twitter la primera plana del FT, donde –según él– su jefe aparecía como el segundo líder más popular del mundo con 65% de aprobación, únicamente por debajo del presidente de India (71%). Lo cual es falso –hablando de fake news–, pues se trata sólo de una muestra de 13 países, cuya encuesta fue elaborada por la firma Morning Consult.
En el ranking total de este sondeo, AMLO supera en orden de prelación a los mandatarios de Italia (Dragui, 58%), Alemania (Merkel, 53%), Australia (Morrison, 46%), Estados Unidos (Biden, 46%), Canadá (Trudeau, 44%), Japón (Kishida, 40%), Reino Unido (Johnson, 38%), Corea del Sur (Jae-In, 36%), Brasil (Bolsonaro, 35%), España (Sánchez, 38%) y Francia (Macron, 35%).
El estudio demoscópico abarca a 13 de las 15 economías más grandes del mundo, dejando fuera a los presidentes de China y Rusia, que forman parte de este bloque. Aun cuando México es la decimoquinta economía del orbe, su presidente es el segundo más querido de estos 13.
Y también lo es, respecto a muchos otros países con un PIB per cápita mayor al nuestro (el ingreso promedio por persona al año). El PIB per cápita de México es de 8 mil 346.7 dólares anuales (lugar 94 entre las economías mundiales, según el Banco Mundial); sin embargo, AMLO posee niveles de aceptación superiores a líderes de naciones con un PIB per cápita mayor, como es el caso de los mandatarios de Costa Rica, Panamá y Uruguay, que con rentas per cápita en sus países de 12 mil 076.8, 12 mil 269.0 y 15 mil 438.4 dólares anuales (Banco Mundial: 2021); poseen niveles de popularidad del 17, 31 y 52 por ciento, respectivamente (Mitofsky, octubre 2021: p.4).
Es decir, se puede ser popular en pueblos ricos o pobres, aunque los más populares se encuentran en estos últimos. Es el caso de India, lugar 168 del mundo en PIB per cápita (mil 900 dólares de ingreso anual por persona) y su presidente Ram Nath Kovind, con una aprobación de 71%.
Hay casos más extremos, como el del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, que a pesar de gobernar un país con un PIB y una distribución del ingreso de los más bajos a escala internacional, tiene una aprobación de 85% (La Prensa Gráfica, Septiembre 2021), lo que lo convierte en el líder más popular de América Latina y el globo entero.
No sabemos aún si el titular del Ejecutivo mexicano conservará los mismos niveles de popularidad al final de su sexenio, pero si lo contrastamos por ejemplo con la popularidad del expresidente Felipe Calderón, en el onceavo mes de su tercer año de gobierno, la popularidad de este ya era más baja, situándose en 57.8%, de un pico alcanzado en febrero de 2009 de 66,4%, motivado en buena parte por el malestar provocado a raíz del aumento del IVA a 16% (Mitofsky, 2009: p.10).
AMLO ha demostrado hasta ahora que es posible ser popular sin tener un buen gobierno, siempre y cuando no traslade los costos de sus decisiones, sean buenas o malas, a los más pobres. A diferencia de Peña, tampoco se le ha involucrado a él o a su esposa, en presuntos actos de corrupción como la Casa Blanca.
En esa misma editorial de hace un año, el FT se preguntaba ¿por qué López Obrador es tan autoritario? La pregunta correcta hubiera sido ¿por qué es tan popular?
La respuesta hubiera ayudado al FT a conocer las verdaderas claves de su inagotable popularidad, y buscar influir no sólo en las élites empresariales, por esencia apartadas del bien común –su función es la de generar riqueza más no distribuirla–, sino en los opositores de la autodenominada cuarta transformación, que siguen sin brújula y carentes de proyecto, ocupados más de ser empresarios o hacer negocios con recursos de los contribuyentes, que de representar al pueblo.
Así lo demostró hace unos días la alcaldesa de Cuauhtémoc, en Ciudad de México –donde vive y duerme el presidente de la República–, por la coalición PAN-PRI-PRD, Sandra Cuevas, quien en una entrevista con Carlos Alazraki señaló: “Yo quiero y le apuesto a una economía de ricos, no de pobres. A mí no me gustan los pobres, yo fui pobre y no me gustan los pobres”.
Es falso que López Obrador sea el segundo gobernante más popular del planeta, como aseguró su vocero, pero sí es uno de los más populares del tercer mundo, gracias a una oposición históricamente divorciada de los pobres y empecinada a llegar al primer mundo sin ellos.
Precisión sobre mi artículo anterior: el acrónimo correcto del Régimen Simplificado de Confianza es Resico.