El 6 de febrero de 1917, el lema de campaña de Francisco I. Madero, “Sufragio efectivo, no reelección” –un desafío abierto y directo al poderoso Porfirio Díaz– se hace realidad en México con la promulgación de la ley electoral, a cargo del entonces presidente Venustiano Carranza.
La norma instruyó el voto directo de los varones y permitió la participación de candidatos independientes.
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