Por: Dulce Liz Moreno
¿Tienes un objeto tan estimado que no vas a tirar nunca?
Trece mujeres mostraron el que cada una aprecia más que a cualquier otra cosa.
Y una a una, con la confianza que se construyó durante meses de convivencia con las otras, fueron revelando confidencias sobre el valor, el significado e incluso el amor que sienten hacia su objeto más valioso.
Durante un año y medio, estas mujeres se reunieron cada semana, convocadas por la artista Marianna Dellekamp.
Se encontraron en Casa Gallina, el espacio que desde hace siete años en Santa María La Ribera, Ciudad de México, emprende acciones y aprendizajes sobre cultura, medio ambiente y comunidad con los vecinos de ese barrio.
El diálogo de las 13 fue haciéndose cada vez más íntimo. Y fluyó mientras hacían, durante las dos horas de cada reunión, la actividad terapéutica y creativa que los expertos en salud mental recomiendan para relajamiento, concentración, ánimo y fortalecimiento emocional: tejer.
Dellekamp (México, 1968) y las tejedoras de Santa María La Ribera realizaron así arte colaborativo, la especialidad que la fotógrafa-creadora de instalación-artista conceptual ha desarrollado en los años recientes, que la han llevado a exponer en forma individual a España y Colombia, además de espacios de exhibición en México.
Así lo narraron la propia artista, Josefa Ortega –directora de Casa Gallina– con preguntas y motivaciones de Tania Ragasol, curadora y gestora cultural.
Las tres dialogaron convocadas por el Museo Amparo, que exhibe la pieza con la que Marianna Dellekamp “tradujo” la experiencia colectiva: “Porcelana”, un video.
Porcelana es el material en el que la artista hizo esculturas de los objetos apreciados por las tejedoras. Espléndidas cerámicas blancas. Fueron destruidas con martillo por las dueñas de las cosas, en un acto de catarsis; y reconstruidas con la técnica japonesa del kintsugi, que vuelve a unir las piezas y les coloca color dorado en las grietas.
“Pero esa técnica enaltece las cicatrices; yo las pinté de rojo como marca que ahí queda”, indicó Dellekamp.
Deshacer con martillo la pieza de cerámica, reconstruirla y destacar las cicatrices fue idea emanada de una de las expresiones de una tejedora: “Voy por la vida rompiéndome, y recogiendo mis pedazos”.
El sonido de esta producción sostiene las voces de las tejedoras, recoge historias. La propuesta visual se centra en detalles de movimiento.
“Terminar la pieza fue muy complejo; y concluir las sesiones fue difícil porque todas estábamos muy involucradas emocionalmente”, indica la coautora.
En el trayecto de la realización y edición del video en que se vierte la experiencia, hubo impactos: una de las participantes falleció, otras se mudaron del barrio. Quiere Marianna Dellekam reunir a todas y visitar juntas la exhibición en el museo poblano.
“Las reuniones terminaron antes de que comenzara la pandemia; ahora, esta experiencia nos recuerda que el encuentro físico tiene una significación muy fuerte, que los espacios que nos permiten coincidir y compartir en persona son difíciles de sustituir”, refirió Josefa Ortega.
Un elemento básico para que esta vivencia fuera tan poderosa entre quienes la compartieron es la gestión previa de años de trabajo: la invención de Casa Gallina como un espacio seguro, con una dinámica de actividades colectivas, destacó Tania Ragasol.
“Porcelana” se muestra en el Museo Amparo, de miércoles a lunes, en horario de 10:00 a 18:00 horas.
¿Por qué un objeto muy preciado?
La artista conoció en Chihuahua el museo de sitio de mineros donde cada persona llevó cosas que le significaban algo particular.
Así se integró el acervo.
“Se hizo comunidad a partir de las cosas que son importantes en forma individual: uno llevó la foto de boda, otro la de sus hijos”.
Esos objetos dieron cohesión e identidad a la comunidad, aunque la gente va y viene.
Quise replicar ese museo por mi interés en el valor de los objetos, indicó Marianna Dellekamp.
Y el tejido fue el punto de encuentro para convocar a quienes quisieran participar en la construcción de esta experiencia-pieza de arte colaborativo.
Todo comenzó con un mandala tejido que el artista brasileño Cadu hizo en Casa Gallina y se quedó exhibido.
“Hubo gente que preguntó dónde se apuntaban a las clases de tejido, las enlistamos y luego las convocamos a participar en el arte colaborativo de Marianna”, contó Josefa Ortega, directora de Casa Gallina.