Agenda Ciudadana
Jorge Alberto Calles Santillana
Sin duda, el presidente López Obrador regresó empoderado de su gira por Centroamérica. Las condecoraciones que recibió, el honor que explícitamente algunos mandatarios expresaron por estar con él, las lágrimas de Xiomara y los acuerdos a los que llegó con los mandatarios del área forjaron su liderazgo regional. Adicionalmente, Reforma publicó, justo a su regreso, una encuesta en la que los números de su aprobación son altísimos, al igual que las intenciones de voto por Morena en los estados en los que pronto habrá elecciones.
No sorprende, así, que elevara de nivel su protesta ante la próxima Cumbre de las Américas. Esta semana, el presidente anunció que la participación de México está sujeta a revisión; no se debe excluir a nadie, repitió. A la exigencia se sumaron Xiomara Castro y Alberto Fernández, presidenta de Honduras y presidente de Argentina, respectivamente.
La fuerza de este liderazgo no podía resultar más importante y oportuna para él. Importante, porque el presidente es un hombre de poder. Está hecho para el poder, vive para el poder y su ejercicio le provoca el mayor de los placeres. Oportuno, porque una serie de hechos ocurridos en los últimos días han incrementado las preocupaciones acerca de la calidad de su gobierno y han hecho aparecer otras nuevas.
Con las muertes de Yessenia Mollinedo y Sheila Johana García, la décima y undécima víctimas del gremio, el número de periodistas asesinados durante el período lopezobradorista se eleva a 58, superando los registros de los sexenios de Calderón, con 48 y Peña Nieto, con 47. Hay otros hechos más preocupantes que hacen entendible esta creciente violencia hacia los medios de comunicación. Un par de videos que expusieron de manera por demás fehaciente el poder del crimen organizado y sus claras conexiones con agentes del estado, así como la debilidad de las fuerzas del orden.
En uno de ellos, un líder de un cartel le hace ver a un miembro de la Guardia Nacional que salvó su vida gracias a la petición de un presidente municipal. El soldado acepta la humillación y muestra su respeto a quien le informa que vive horas extras. En otro, se observan autos de criminales persiguiendo en Michoacán a una patrulla de la Guardia Nacional, al tiempo que los insultan. Dos días después, el gobernador de la entidad, Alfredo Ramírez, anunció que su administración dejará atrás la lucha contra el crimen, para enfocarse a combatir sus causas. El abandono ocurre cuando Michoacán es uno de los estados en los que el crimen organizado tiene más presencia y donde la violencia resulta ya indescriptible. Nuestro presidente, pues, se regodea en el poder y la fama que le otorga un liderazgo regional, mientras la casa arde.
Por otro lado, también en estos días, el rediseño del espacio aéreo de la Ciudad de México hizo crisis. Dos aviones de Volaris estuvieron cerca de colisionar debido a irresponsables operaciones de los controladores de vuelos del aeropuerto de la Ciudad de México.
El evento hizo que salieran a la luz una serie de irregularidades en el manejo de las instalaciones y de las relaciones laborales dentro del SENEAM, de manera que su director, Víctor Manuel Hernández, hubo de renunciar.
El incidente fue tal, que el presidente se refirió a él en su conferencia matutina negando que el rediseño del espacio sea defectuoso. El hecho de que uno no recuerde a ningún otro presidente ocuparse de asunto relacionados con la navegación aérea da cuenta de la gravedad del asunto. Si el presidente se ocupa de él, es porque ha decidido tomar el control de todos los asuntos. El rediseño hubo de implementarse para permitir al aeropuerto Felipe Ángeles funcionar, a pesar de señalamientos técnicos de agencias especializadas en el sentido de que no podrá funcionar a máxima capacidad, ni permitirá que el aeropuerto existente lo haga. Así pues, el presidente se ve obligado a defender el nuevo trazo de rutas, a pesar de que es un asunto estrictamente técnico, del cual depende la seguridad de viajeros y de quienes habitan alrededor del actual aeropuerto.
No está claro cómo reaccionará el gobierno norteamericano ante el reto que le ha planteado el presidente López Obrador. Sobre todo, porque el mensaje no tiene tanto la finalidad de hacer sucumbir su papel de anfitrión, como de hacerle ver, sin tapujos, de qué lado del espectro político se sitúa. México está ahora alineado con los gobiernos que el norteamericano descalifica por considerarlos no democráticos. Pero no obviemos lo más importante: el mensaje está dirigido, también y sobre todo, al interior. El presidente es hombre de poder, le fascina el poder y difícilmente renunciará a él. Hace unos días pronosticó que su partido ganará “por paliza”.
Habrá que irse con cuidado. Está por discutirse la reforma electoral. Independientemente de su aprobación o no, al INE le espera un cierre de sexenio aciago. Además, los candidatos del presidente parecen estar desgastándose, si bien, Adán Augusto repuntó temporalmente gracias a sus gestiones para llevar más vuelos al Felipe Ángeles.
Un presidente empoderado, con un liderazgo regional que sin duda tratará de expandir; un presidente que asume ser personaje histórico difícilmente dejará el poder. 2024 será el año en que vivamos en peligro.