Por: Jorge Alberto Calles Santillana
Agenda Ciudadana
No hay duda: el debate público en México –pobre desde siempre– ha alcanzado niveles grotescos y lamentables. Está claro que el gobierno de López Obrador ha propiciado el debate desde la descalificación y lo más alejado de la argumentación racional basada en hechos; está también claro que la mayor parte de los miembros de la oposición carecen de ideas, calidad moral y visión, por lo que se han enfrascado en la discusión leguleya, en el concurso de diatribas, en el alegato sin sentido, sobre la nada, sólo preocupado por atraer reflectores y desviar la atención de los problemas que requieren, no arrebatos, sino análisis y propuestas serenas; propuestas orientadas hacia el futuro.
Grupos de la sociedad civil, en cambio, se ocupan de elevar la voz sobre los grandes problemas que padecemos desde años atrás, que se acrecientan y se empiezan a tornar irresolubles por la desatención y porque la política nos la han convertido en un espectáculo circense. Sin embargo, esas voces que describen la gravedad de la situación que vivimos y el terrible futuro que se está forjando sólidamente no dominan la agenda pública. El modelo de comunicación presidencial ha conseguido una victoria contundente y ha echado raíces: no conversamos, nos atacamos y descalificamos por asuntos completamente intrascendentes. Si antes no lo hacíamos, ahora nos interesa menos debatir y analizar.
De esa manera, la sociedad civil tendrá que idear nuevos métodos de respuesta. Dos propuestas me vienen a la mente. Una, las comunidades intelectuales de las universidades y los centros de investigación deberían convocar a conversatorios nacionales en los cuales se plantearán con datos duros los graves problemas que nos aquejan y a partir de los cuales se sugerirán proyectos de políticas públicas. Dos, los grandes medios nacionales deberían tomar presencia seria y crítica en las conferencias matutinas del presidente para hacer que el modelo se convierta en un espacio de comunicación auténtica entre el poder y la sociedad y no una arena de propaganda y de atropello permanente al pensamiento diferente.
En esos dos espacios –y por supuesto que se pueden pensar muchos más– habría que discutir a fondo por lo menos cuatro grandes problemas que si no atendemos nos cobrarán factura completa en un plazo no lejano. Uno, el creciente poderío del crimen organizado y el narcoestado en el que nos estamos convirtiendo. Dos, relacionado con el anterior, la urgente necesidad de crear un sólido estado de derecho. Tres, la contención de todos los tipos de violencia que cada día se vuelven más presentes en nuestra sociedad. Cuatro, la escasez de agua y las terribles crisis sociales que habremos de afrontar por la falta del líquido.
Como sociedad civil debemos rescatar el poder de la palabra y la razón. Detengamos los alegatos estériles. Analicemos, discutamos los problemas de fondo. Propongamos, además, soluciones de largo plazo. Pensemos desde ya, en el futuro. Olvidemos el pasado.