Dulce Liz Moreno
Santiago hacía las cuentas, recomendaba revistas de sudokus, lo atrapaba el mundo de los bytes y con gusto ayudaba a clasificar y cobrar diarios, cómics y coleccionables.
Le gustaba estudiar, dijeron ayer sus tíos y primos. La computadora lo atraía y sería programador o inventor experto.
El lunes pasado, el aguacero le hubiera echado a perder libros y cuadernos estrenados por la mañana en la secundaria Guadalupe Victoria, a siete calles.
Sus papás decidieron guarecerse juntos en el kiosko de la 5 de Mayo y 2 Oriente.
El estrépito del agua sobre el metal ensordecía.
El árbol más cercano, de 50 años, les cayó encima.
El chico de 12 años trataba de hacer la tarea. No hubo modo de que esquivara la estructura aplastada por el peso de las ramas.
Sus clientes lo recuerdan solícito, amable y noble.