Soliloquio
Felipe Flores Núñez
Postergado largamente por el antagonismo de diversos grupos sociales –frecuentemente llevado incluso al extremo– al fin se abrió el cauce para la discusión pública en Puebla sobre el tema de la despenalización del aborto.
Ayer, en el contexto del “Día de Acción Global para el acceso al Aborto Legal y Seguro”, el gobernador Miguel Barbosa aseguró que su gobierno “promoverá un diálogo abierto y ordenado con todos los segmentos de la sociedad sobre la interrupción del embarazo”.
Lo hará, sostuvo, “para que sea tomada la mejor decisión en materia legal”, en alusión a lo que en su momento se decida en el Congreso del Estado.
Primero en su conferencia matutina y luego al inaugurar el Congreso internacional de Derechos Humanos, subrayó que “ya es tiempo” y que “Puebla lo merece; no podemos quedar rezagados”.
“Las y los poblanos están preparados para analizar y abordar el tema con madurez”, advirtió el subrayar que el asunto no es sólo de partidos sociales ni de grupos sociales en específico, sino que es necesario que se impulse un debate abierto, “para que todos puedan participar”.
Con pertinencia, el Ejecutivo aclaró también que de aprobarse su legalización, “ninguna mujer sería obligada a interrumpir su embarazo, ya que la decisión sería personal y voluntaria y bajo intervención de las instituciones de salud públicas para impedir que hospitales privados lo conviertan en negocio”.
Tarde o temprano, así tenía que ocurrir.
Todo era cuestión de atinar el “timing” adecuado.
No antes, ni después.
Hoy en día, en nueve entidades del país está legalmente permitido el aborto seguro. Después de la Ciudad de México, que fue pionera, le han seguido Oaxaca, Hidalgo, Veracruz, Baja California, Baja California Sur, Colima, Sinaloa y Guerrero.
En esa tendencia nacional, Puebla iba a la zaga, es indiscutible.
Hay aquí todavía amplios sectores que se oponen y que darán resistencia.
Son grupos conservadores, algunos arropados en el Partido Acción Nacional, cuya visión, siendo respetable, está muy distante de la actual dinámica social.
El arzobispo de Puebla Víctor Sánchez Espinosa ha sido especial promotor en lo que ha llamado “la defensa de la vida”.
“Gobiernos que no defienden la vida desde la concepción, pero aprueban el aborto, promueven una cultura de la muerte”, aseguró hace justo un año en su homilía de Catedral.
A su juicio, cualquier sociedad que no cuida este punto, no puede aspirar a un cambio trascendental en todos los panoramas de la vida.
“Todos aspiraremos a un cambio de sociedad, pero cuando sepamos acoger al otro, al hermano desde antes de nacer y luego cuidar y educar a las próximas generaciones, así es que como sociedad, desafortunadamente, nos hemos deshumanizado”.
En su reiterado rechazo al aborto, ha dicho que la postura de la iglesia es clara: “predicar el evangelio de la vida y el evangelio de la familia; la vida es sagrada, y el derecho fundamental y universal es el derecho a la vida”.
El debate está abierto.
Ayer mismo, tras conocer la disposición de abrir un diálogo participativo, Rocío García Olmedo confió a este columnista su satisfacción. La consultamos porque la de ella es una voz autorizada, congruente y con autoridad.
La exlegisladora priísta celebró el anuncio “porque así se puede construir esas voluntades políticas tan necesarias para abordar el tema en el Congreso”.
“Si a ello le sumamos la decisión de la Suprema Corte de Justicia que invalida la prohibición del aborto, es posible dejar atrás la tentación del uso del Código Penal para criminalizar a las mujeres”, dijo.
Advirtió también que en el Congreso de Puebla “hay antecedentes muy serios” del tema, luego que la legislatura anterior convocó a un Parlamento Abierto, “en el que se escucharon más de 300 voces de personas que debatimos responsablemente y se avanzó en lo que ahora propone el Gobernador”.
Finalmente, confió en que “pronto este derecho de las mujeres de una vez por todas sea garantizado en nuestra normativa, ya que además de reconocer y garantizar derechos sexuales y reproductivos, no debemos olvidar que es un derecho humano y que se atendería desde una perspectiva de salud pública”.
Otras voces de mujeres, algunas expresadas ayer mismo, sostienen que en Puebla se ha luchado desde hace años y de diversas formas para que la despenalización del aborto sea una realidad “y para que podamos ejercer en igual de condiciones el derecho a la salud y a la libertad reproductiva”.
Su reclamo es “por la independencia de nuestros cuerpos, para vivir libres de estigma, de criminalización y de violencia”.
En contraparte, en su momento la dirigente estatal del PAN, Augusta Díaz de Rivera, expresó su postura a favor de la vida. “No importa cuántas veces el partido sea cuestionado sobre la exigencia de despenalizar el aborto, el PAN siempre dirá que está a favor de la vida”.
Ya vendrán muchas otras opiniones, en un sentido y en otro.
A todos hay que escuchar, si bien es previsible que los argumentos de unos y otros serán irreconciliables.
El tema es sinuoso porque concita múltiples factores: morales, éticas, culturales, ideológicas, políticas.
Se trata también de preservar la defensa de los derechos humanos y de no desdeñar que es también un asunto de salud pública.
Ojala se acredite que en verdad “Puebla está preparada para resolver sus cosas con madurez”. Que los diálogos sean abiertos, participativos, respetuosos e incluyentes. Sin estridencias y menos con acciones violentas. Que el tema tampoco sea bandera política.
Y que en las diferencias se llegue a los acuerdos consensuados que mejor convenga. Lo relevante ahora es que, al fin, habrá debate.