Soliloquio
Felipe Flores Núñez
En el día previo, como un último y angustioso recurso, todos hablaban de “un milagro”.
No se apeló al buen futbol, a la táctica o la estrategia; sólo al milagro como designio divino para que nuestro honor fuera salvado.
Poco faltó para que ocurriera, pero no llegó, simplemente porque los milagros no existen, no al menos en un evento de la dimensión de una Copa del Mundo.
Así, pese al triunfo ante Arabia Saudita y de haber brindado su mejor exhibición no sólo en la competencia, sino muy probablemente en toda la era del técnico “Tata” Martino, el equipo mexicano quedó eliminado ayer del Mundial de Catar.
Se trata sin duda de un fracaso rotundo, que se magnifica si se considera que desde 1978 el equipo tricolor no había sido excluido en la primera ronda eliminatoria.
Ante la frustración vendrán ahora los corajes, lamentos y justificaciones, que serán casi los mismos de siempre, incluyendo el consolador “ya merito” que tanto nos ha ofendido.
Escucharemos también las promesas de los directivos, las vanas propuestas y de un “borrón y cuenta nueva”.
Surgirán los proyectos para una reestructuración integral, que jamás llegará mientras se sigan privilegiando los intereses económicos por encima de los estrictamente deportivos.
Nada nuevo bajo el sol.
Ese discurso se ha ido agotando con el paso del tiempo.
En mi caso lo he venido escuchando desde hace 50 años que me inicié como reportero deportivo y en coberturas de eventos futbolísticos, tanto de cancha como a nivel directivo.
Si algo se lamenta ahora, es la desilusión de muchos mexicanos, tan ávidos de triunfos y de alegrías.
Y si bien entiendo la rabia de una excepcional afición –que siempre ha merecido más– por la eliminación en el Mundial de futbol de Catar, en realidad nadie debería sentirse sorprendido.
Lo de Catar fue la crónica de un estrepitoso fracaso que estaba claramente anunciado.
Como otras veces, muchas cosas se hicieron mal, y otras de pésima manera. Los desatinos están a la vista. A mi juicio, entre otros, estos fueron nuestros siete pecados capitales:
- Como si no hubiera aquí nadie capaz para el cargo, fue equivocada la decisión de contratar a un director técnico de nacionalidad extranjera, con la dificultad adicional de tener que comenzar desde cero. Las amargas experiencias recientes del colombiano Juan Carlos Osorio y del sueco Sven Goran Eriksson de nada sirvieron.
- Fue un yerro haber concedido a Gerardo “Tata” Martino todas las canonjías imaginables y haberle tolerado su necedad en una formación táctica que simplemente no nos acomoda.
Esto incluye su libertad absoluta en la nominación no siempre acertada de jugadores, como la del muy disminuido Raúl Jiménez, o un incierto Rogelio Funes Mori, que implicó –qué contradicción– no llevar a los que actualmente son los tres mejores goleadores mexicanos. Por lo que haya sido, se quedaron en casa el Santiago “Chaquito” Jiménez, Javier “Chicharito” Hernández, Carlos Vela y hasta Diego Lainez.
Lo peor del caso, es que la máxima deficiencia del equipo tricolor durante esta etapa fue precisamente la ausencia de goles, manifestada con mayor énfasis por el estilo “Tatiano” de jugar con el máximo de precauciones. ¿Por qué no jugamos ante Polonia –que era el partido clave– como se hizo ayer ante los árabes?
- El futbol es un negocio, nadie lo discute, pero no es la prioridad absoluta. ¿De qué sirve llevar al seleccionado mexicano a diferentes plazas estadounidenses ante rivales débiles de nuestra propia zona, sólo porque genera millones de dólares? ¿Hace cuánto tiempo que los equipos nacionales no realizan giras a Centroamérica y a Europa, como antes se estilaba?
- En el plano organizacional, no somos competitivos y es evidente que tenemos en casa una de las peores ligas del mundo, en la que 12 equipos de 18 protagonistas pueden clasificar a la fase final. En aras de negocio se ha deteriorado enormemente la calidad de nuestro futbol.
- La excesiva permisividad para contratar jugadores extranjeros ha provocado daños enormes. No es fácil entender que cada equipo de la Liga Mx pueda tener entre sus filas hasta diez foráneos. Son frecuentes los casos de verdaderos “troncos” que con sueldos millonarios desplazan a los mexicanos.
- Resulta inexplicable que se haya extinguido el ascenso y descenso, en ningún país ocurre eso. La medida provoca conformismo y no alienta que otros equipos con historial, tradición y muchos aficionados puedan competir en términos de igualdad. Es el caso del Atlante, varias veces campeón en la Liga de Expansión, pero estancado absurdamente en un campeonato sin sentido.
- Poco o nada se hace para impulsar la promoción de las fuerzas básicas, situación que impide a jóvenes promesas la posibilidad de incursionar a los equipos de la máxima división.
Estamos fuera del Mundial de Catar y para quienes gustamos del futbol es muy lamentable.
Y sigo creyendo que el doloroso tropiezo siempre fue previsible.