Por: Adolfo Flores Fragoso
Rocío perdió a dos de sus hermanos en menos de 30 días. Limpiadores y dispensadores de verduras en dos diferentes mercados chinos de Brooklyn, fueron contagiados por quién sabe quién.
Sin seguros médicos, por ser indocumentados, murieron ambos poblanos en sus respectivas casas.
El 911 sirvió para que llegaran paramédicos a diagnosticarlos.
El 911 prometió trasladarlos a un hospital pese a que advirtieron que ya no había remedio.
El 911 orientó a la familia para que los cuerpos fueran trasladados a alguna morgue una vez que fue confirmada su repentina muerte.
De ambos. En dos diferentes tiempos y espacios. Y al igual que el 911, ambos poblanos fueron convertidos en una cifra más.
Rocío perdió así a dos de sus hermanos en menos de 30 días. Llamó al Consulado de México en Nueva York. Le facilitarían el trámite para el traslado de los cuerpos hasta Atlixco pero sin fecha precisa para hacerlo.
Los vuelos con cadáveres infectados aún no están autorizados, le dijeron. La opción era incinerarlos. Muy complicado.
Por increíble que parezca, sólo tres panteones en todo Nueva York ofrecen ese servicio y, por el momento, están saturados y con cuerpos en lista de espera.
Además, con un costo de cinco mil dólares la cremación. Más los trámites ante Sanidad, los trámites del traslado y el vuelo de las cenizas a México.
La mejor opción fue sepultarlos en cierto panteón “económico” de Nueva Jersey: nueve mil dólares el servicio completo.
Rocío enterró a dos de sus hermanos en menos de 30 días.
Rocío gastó 18 mil dólares de sus ahorros para que dos de sus hermanos descansaran en paz.
Rocío está triste. Ni siquiera pudo verlos. Pero ya están enterrados y en paz. Rocío está muy triste.