Manuel Martínez Benítez / @manuelmtzb
Cualquier Estado moderno está basado en instituciones, que son las que cimientan el funcionamiento del Estado como ente, sin importar qué fuerza política lo gobierna ni quién está al frente. Estos sujetos o fuerzas pasarán, pero las instituciones son (o deben ser) para siempre.
Y esto se los digo porque en años recientes podemos ver que el país está inmerso en un ambiente de polarización, de desgaste de las instituciones, que se entiende gracias a que el mismo Estado, ese ente gubernamental, ha sido deteriorado en su imagen frente a los ciudadanos.
Y esto es así porque la población, los mexicanos, no hemos visto nuestra vida mejorar y por ende no le vemos una utilidad al Estado como lo conocemos; no vemos por qué mantener instituciones si éstas no son para que vivamos mejor.
Pero, siendo sinceros, ésta es una verdad a medias, porque la realidad es que, si bien es cierto que la vida del mexicano promedio no es mejor que hace 10 o 20 años, hay cosas que no están tan mal en la vida del país. Y les doy varios ejemplos.
En el tema electoral, que tan de moda está en estas épocas, tenemos un instituto electoral que, si bien está lejos de ser perfecto y hay cosas que mejorar, es un instituto que nos han garantizado elecciones democráticas en el país; que nos ha dado un proceso democrático de alternancias (del PRI al PAN, al PRI de vuelta y ahora con un viraje a Morena en el partido gobernante), y, si usted es muy joven o no recuerda cómo era la democracia en los años 1970 o 1980, pídale a quienes tienen un poco más de años que le platiquen cómo eran las “elecciones” y cómo se daba por sentado el “trámite” de votación para dar paso a un “nuevo gobierno”.
Y, de esta forma, también podemos nombrar otras instituciones, algunas de ellas más viejas, como el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit), el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) y el Banco de México (Banxico); o entes más nuevos, como los constitucionalmente autónomos, como el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (Inai), el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), entre otros, que si bien son órganos que tienen fallas, en su gran mayoría atienden necesidades de los gobernados y de los gobiernos, y ayudan a tener (algunos más que otros) un mejor Estado, y con esto una mejora en la vida de los mexicanos.
Toda esta reflexión se la hago porque ayer, en un medio nacional (y la retomaron otros medios) se dio a conocer una encuesta telefónica que reportaba la percepción de la confianza que se le tiene (según esta encuesta) a tres instituciones en específico: la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), la Presidencia de la República y la Cámara de Diputados.
Y los datos son muy interesantes.
Primero, le digo que la institución (de las tres evaluadas) que más confianza genera es la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en donde 52% de los entrevistados dice que le genera “mucha o algo” de confianza y 47% dice que le genera “poca o nada” de confianza.
En segundo lugar, encontramos la Presidencia de la República, que presenta datos en la encuesta de 51% de “mucha o algo” de confianza contra 48% de “poca o nada” de confianza.
Posteriormente, la última de las tres instituciones evaluadas es la Cámara de Diputados, que tiene 36% de confianza (“mucho o algo”) versus 62% de gente que le muestra desconfianza (“poca o nada” de confianza). Tabla 1
El dato cobra mayor relevancia cuando lo comparamos con la evaluación que hizo la misma encuesta con los datos de un mes anterior (enero 2023), y donde vemos que la confianza positiva (o gente que declaraba tener mucho o algo de confianza) en la Suprema Corte de Justicia de la Nación era 5 puntos mayor que el dato de febrero; es decir, que la imagen positiva de la Corte se vio mermada en 5% sólo en un mes, y esto me lleva a reflexionar sobre el impacto que ha tenido el ataque claro y evidente desde las mañaneras del Presidente de la República contra la SCJN, donde la ha acusado de todo, y, sumado a estos ataques, tenemos también que uno de sus miembros, la ministra Esquivel, se ha visto envuelta en un enorme escándalo por el supuesto plagio de su tesis de licenciatura, y después, en medio de una nueva acusación de plagio de tesis, ahora de doctorado.
En cambio, la Presidencia de la República aumenta su confianza positiva (“mucho y algo”) en 1%, dejando en claro que la imagen de esta institución, y la persona que en ella está (Andrés Manuel López Obrador) no ha sido afectada, al menos hasta febrero de 2023.
La Cámara de Diputados pierde 3% en la confianza “positiva” en comparación con el mes anterior, pasando de 39% a 36%, dejando en claro que los diputados son unas de las autoridades peormente evaluadas de la administración pública,y que si bien su imagen en enero de 2023 era mala, para febrero fue peor.
La realidad es que no veo porqué no deberían tener esta imagen, ya que (en muchos de los casos) lo que vemos es una de las peores muestras de la política mexicana, y más cuando vemos a diputados diciéndose cuanta barbajanería se les ocurre, encabezando pleitos de muy bajo nivel y que en absolutamente nada mejoran la vida de los mexicanos, esto entre muchas de las cosas que vemos desde la Cámara de Diputados, y, en cambio, casi nadie puede decir un beneficio que reciba de los diputados. Que yo le digo que sí hay cosas buenas, pero creo que no son comunicadas correctamente.
Todo esto me lleva a una reflexión, y es cómo el primer y segundo lugar se lo disputan la SCJN y la Presidencia, y cómo en medio de todos los temas que estamos viviendo (la controversia al plan B electoral, los litigios por el Tren Maya, por el “combate” al narco, y las acciones presidenciales) debemos ponernos a pensar quién gana más en tener sólo uno de los tres poderes fuertes, y cómo tener dos de los tres entes de contrapesos del poder federal con mala imagen puede ser desastroso para la estabilidad política y democrática del país.