Agenda Ciudadana
Jorge Alberto Calles Santillana
La tragedia ocurrida el martes pasado en Ciudad Juárez no puede ser calificada de accidente, debe ser entendida como resultado de una cadena de irresponsabilidades gubernamentales. El hecho, además, evidenció que somos gobernados por funcionarios no empáticos que viven en una realidad alternativa.
El primer irresponsable es el presidente. Cuando aún era presidente electo y se declaraba político “humanista”, anunció que durante su mandato permitiría el paso de migrantes centroamericanos hacia Estados Unidos sin restricciones. Esta decisión evidenció que carecía de conocimientos sobre el fenómeno migratorio y sobre los métodos con los que las autoridades migratorias se habían ocupado del mismo. Además, de tomar decisiones al vapor, basadas en preconcepciones, sin evaluar posibles consecuencias y sin consultar a expertos. La primera consecuencia de esto es que las olas de migrantes han atravesado el país desde entonces para llegar a Estados Unidos. La segunda consecuencia es que el gobierno norteamericano, encabezado en ese momento por Trump, endureció su política migratoria y obligó al gobierno mexicano a retener a los migrantes. Esto suscitó crisis en las ciudades fronterizas.
El número de sudamericanos y centroamericanos que se encuentra en nuestro territorio es gigantesco. La capacidad gubernamental para alojar y mantener a tal cantidad está rebasada por mucho. De esa manera, el incendio ocurrido el martes es un suceso que tarde o temprano terminaría por presentarse.
Horas después de la tragedia, el secretario de Gobernación evadió su responsabilidad aludiendo a un acuerdo intersecretarial que dejó en manos de Marcelo Ebrard los asuntos migratorios. Éste, por su parte, evitó la polémica, pero no aceptó la culpa. Más allá de los acuerdos y la posible falta de claridad en ellos, esto es resultado de que la ignorancia de las leyes se haya hecho costumbre en el país. El presidente, en su afán por hacerse la vida fácil y ocuparse de lleno de cubrir su función de narrador permanente, ha encomendado al secretario de Relaciones Exteriores la operación de múltiples asuntos que, normativamente, no corresponden a su cargo. Así, con gran desfachatez, Adán Augusto se lavó las manos y se auto-convenció de que el asunto no le corresponde. Esta es otra irresponsabilidad atribuible también al presidente.
Las imágenes que han circulado causan horror. El personal del instituto migratorio se desentiende de lo que ocurre en el recinto y deja a los migrantes ser víctimas del fuego. ¿No existen protocolos en esos centros para actuar en momentos de crisis como el que se vivió el martes? En caso de que existan, ¿por qué no se aplicaron? ¿No es este un personal altamente capacitado? Hay una versión que señala que el encargado del recinto era quien tenía la llave y había salido momentos antes de que se iniciara el fuego. ¿No hay un reglamento sobre las funciones del personal? También hay versiones de testigos según las cuales se permitió salir a las mujeres que estaban encerradas, no así a los hombres. Si esto es cierto, entonces hubo alguien que manejó la llave, abrió la celda y la volvió a cerrar. ¿Por qué? Además, si efectivamente el incendio fue resultado de que los reclusos decidieran quemar sus colchonetas, ¿significa eso que tenían encendedores y/o cerillos dentro de la celda? ¿Por qué? ¿Cómo es posible?
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Por otra parte, es motivo de honda preocupación el hecho de que el secretario de Gobernación haya rechazado su responsabilidad, no haya viajado de inmediato al sitio para enfrentar la situación y hacer una declaración nacional en la que se comprometiera a llevar a cabo una investigación profunda, castigar a los responsables y, en cambio, se encontrara con Joaquín López Dóriga para tomar los micrófonos y afirmar, con plena convicción, que será el próximo presidente del país. ¿Era más importante reafirmar su interés en la Presidencia y fortalecer su campaña con tal propósito que ocuparse de las 39 personas que fallecieron en ese centro?
Todavía es más preocupante que el presidente, en su conferencia matutina, haya empleado sólo 87 palabras para referirse al hecho, responsabilizar a los migrantes y, minutos después, reír a carcajadas. ¿No le conmovió al presidente la forma tan horrible en la que esas 39 personas perdieron la vida? ¿Cómo habrá reaccionado al enterarse, horas después, de que el secretario general de la ONU, António Guterres, haya solicitado una investigación exhaustiva para aclarar el trágico caso? ¿No tiene López Obrador capacidad empática? Esto es grave.
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Tenemos muchas razones para preocuparnos: los asuntos gubernamentales se manejan mayoritariamente de manera irresponsable y nuestras autoridades están más preocupadas por el poder y su retención que por la ciudadanía, sus problemas, penas y sufrimientos.