Notas para una defensa de emergencia
Silvino Vergara Nava
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¿Quién es el responsable de la sangre de estos hermanos y hermanas? ¡Ninguno!Hoy nadie en el mundo se siente responsable de esto; hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraterna. Vemos al hermano medio muerto al borde del camino; quizás pensamos “pobrecito” y seguimos nuestro camino. No nos compete
Papa Francisco I / Lampedusa, Italia, 8 de julio de 2013
El emblemático mensaje del papa Francisco I en Lampedusa, Italia, es la cita del epígrafe de este ensayo. Aquel sitio es un puerto en el Mediterráneo adonde llegan los barcos de los migrantes africanos pretendiendo entrar a Europa. Muchos de ellos mueren en el mar; otros apuradamente llegan sobreviviendo al viaje. Esa es la realidad de los migrantes en el mundo.
Así como en algunas ocasiones a las balsas improvisadas que parten de África les cierran los puertos de entrada en Italia y naufragan sin que alguien haga algo al respecto, lo mismo sucede con los migrantes en México, que, como bien decía Porfirio Díaz, desafortunadamente está “tan cerca de Estados Unidos de América y tan lejos de Dios”.
Nos tocan vivir tragedias como la que sucedió recientemente en Ciudad Juárez, Chihuahua, el 27 de marzo de 2023. Los medios de comunicación difundieron imágenes en las que se aprecia cómo los vigilantes de un centro migratorio paseaban y prefirieron salir del edificio antes que ayudar a que salieran de las celdas los migrantes, detenidos por el “delito de ser migrantes” (que desde luego no es delito).
Lejos de las responsabilidades administrativas, penales y demás, tanto de quienes administraban ese centro de detención del Estado, como de los funcionarios y particularmente de las políticas públicas del gobierno federal respecto a la forma de atender el problema migrante, lo más preocupante es la postura de los vigilantes que se observan en los videos que han sido divulgados.
Esos dos sujetos se pasean fuera de las celdas sin hacer nada, no obstante que les consta que está el fuego y que hay decenas de personas en ese lugar, sin poder salir del incendio. Eso es lo más preocupante: la indiferencia humana, que todo da a entender que ha caído en la miseria.
Esas personas no pueden defender su omisión bajo el argumento de que había órdenes de no dejarlos salir; es decir, no tienen escapatoria. No pueden justificar su defensa de no abrir las celdas porque había órdenes superiores de no dejarlos salir; eso ya está rebasado en la historia jurídica; es a lo que se llama “obediencia debida”, la cual tiene sus límites, como argumento de defensa.
Hay que recordar que con la caída del muro de Berlín, en noviembre de 1986, se persiguió a los guardianes del muro que habían matado a ciudadanos de la Alemania Oriental que pretendían fugarse; estos fueron castigados por homicidio, por más que sostuvieran como defensa que tuvieron que disparar porque las personas no cumplieron su orden de bajarse del muro. Es decir, de nada les sirvió el argumento de “obediencia debida”.
La misma defensa de obediencia debida sucedió en el caso del juicio que se llevó a cabo en 1961 al general Adolf Eichmann en Jerusalén, a quien se le imputó el genocidio judío, entre tres y seis millones de personas fallecidas, pues él era el organizador de los campos de concentración, y la recolección de los judíos por toda Europa. Su argumento era que dependía de mandos superiores que le indicaban qué debía llevar a cabo. Finalmente, ese general fue sentenciado a la horca.
Por lo cual, eso de que se puedan defender los vigilantes de Ciudad Juárez de su irresponsabilidad por “obediencia debida” está descontado; al contrario, lo que debieron hacer fue abrir las celdas.
No había más que eso.
Pero el problema jurídico es lo de menos; el problema principal es la mente desalmada que se ha ido forjando en los habitantes de esta nación mexicana. A pesar de las sanciones que pudieran enfrentar esos sujetos, lo cierto es que tuvieron la frialdad de dejarlos morir con el fuego. Esto es lo más preocupante: ¿Por qué hemos enseñado a la humanidad a no mostrar interés por el dolor ajeno?
Después del Holocausto, el profesor polaco Zygmunt Bauman escribió el libro Modernidad y Holocausto, lapidario para la humanidad, en donde sostiene que, debido a esta modernidad, nos hemos acostumbrado a la indiferencia; por ende, la postura que tomamos en nuestros trabajos es “adiafórica”, es decir éticamente neutra.
No nos inmutamos por el resultado de nuestro trabajo, en cuanto a si éste es bueno o malo; si beneficia a alguien o no; si es provechoso para la sociedad. Simplemente nos dedicamos a trabajar, sin pensar en esas consecuencias para la humanidad; por ello es que, sostiene el autor polaco, el problema del nazismo se debió a esa indiferencia de la población en general y de los propios empleados del gobierno alemán.
Pareciera que de eso no estamos muy alejados con lo sucedido en Ciudad Juárez; por el contrario, es algo que sucede constantemente. Hoy, como una tragedia, pero lo cierto es que independientemente de las políticas nefastas de los gobiernos, esto no debió suceder si tuviéramos una mejor ciudadanía, más comprometida, más solidaria; pero el individualismo que nos han inculcado ha provocado este problema mayúsculo, que constantemente cobra vidas humanas.
En esta ocasión se pudo tener evidencia por las cámaras, pero, ¿en cuántas ocasiones pasan este tipo de cosas y no hay forma de cerciorarse de ellas?
Y, de la realidad que se vive, lo cierto es que estamos ante un ejemplo muy claro de indiferencia.
En pocas palabras, en lo que hemos caído es en “la miseria mexicana”.