Soliloquio
Felipe Flores Núñez
Espero que la muerte no tenga ninguna prisa conmigo, porque confieso que nunca estaré preparado para ella”, escribió este fin de semana en sus redes sociales el periodista Joaquín López Dóriga, emotivamente dolido por el deceso del pasado viernes de su colega Jorge Berry.
En su mensaje aludió también los recientes fallecimientos de sus compañeros en Televisa Talina Fernández y Ricardo Rocha, “todos y más bajo la guía de Jacobo Zabludovsky, que formó un memorable equipo de reporteros de los que hoy, más de medio siglo después, seguimos en este cotidiano y extraordinario oficio”.
“Hoy, que por estadística y vida, la muerte nos quiere cercar, valoro más que nunca la mía y extraño a los que se me adelantaron y la de otros que tanto quiero”, añadió López Dóriga en su sensible reflexión.
Retomo el mensaje de López Dóriga porque justamente ideas y sentimientos similares cruzaron por mi mente al saber la noticia del deceso de Jorge Berry, con quien tuve ocasión de compartir vivencias personales y largas jornadas laborales durante una brillante época noticiosa en Televisa.
Con Jorge Berry compartí muchas coincidencias: teníamos la misma edad, nos casamos por primera vez el mismo año y habíamos ingresado a Televisa casi al mismo tiempo para integrar lo que fue la primera oficina de deportes, bajo la dirección de Eduardo Andrade Sánchez, quien luego optara por la política y el servicio público.
Enrique Kerlegand, al que llamaban “el hombre sabio del béisbol; Adiel Bolio, exnovillero y amante de la fiesta brava; Juan Manuel Damián y Paty Suárez junto con el que esto escribe formábamos parte de aquel animoso equipo de deportes.
Fueron a aquellas intensas e inolvidables jornadas de trabajo ante la exigencia de generar información variada de toda la actividad deportiva para los distintos espacios noticiosos de Televisa, entre ellos, los noticiarios Hoy Mismo, de Guillermo Ochoa; En Punto, con Ricardo Rocha y En Contacto Directo, que conducía Juan Ruiz Healy, así como al estelar 24 Horas, del maestro Zabludosky.
Cuando Eduardo Andrade decidió dejar Televisa y ser diputado federal con la mira de alcanzar la gubernatura de su natal Veracruz, Jorge Berry ascendió como director de la oficina de deportes y en esa coyuntura se afianzó nuestra relación.
Compartimos en ese entonces largas y complejas tareas diarias, desde la configuración de agendas, hasta la cobertura de eventos, elaboración de guiones, edición de materiales y todo lo que implica presentar secciones deportivas en todos los canales de Televisa.
Jorge era mi jefe, pero la relación con él fue siempre solidaria y de compañeros en la que ambos aprendimos de la mano a superar todos los retos bajo la consigna de ser cada vez mejores. Creo que lo logramos.
Años después, por un asunto de lealtad personal con quien me llevó a Televisa, fui yo el que dejó esa empresa para incursionar en el sector público, mientras él mantuvo su ascenso.
De conductor de noticias deportivas y comentarista de béisbol y futbol americano, pasó a dirigir otros espacios y la información internacional para el sistema de noticias Eco, un canal de televisión de paga para el auditorio hispanohablante.
En esos años Jorge cubrió eventos especiales de gran relieve, como la muerte de la princesa Diana de Gales y el atentado de las Torres Gemelas en 2001, así como el acuerdo de Paz entre el gobierno de El Salvador y la Guerrilla, suscrito en México, y la cuarta visita del papa Juan Pablo a México, en 1999.
Además de la música –llegó a formar un grupo del que era vocalista en sus años juveniles– la pasión de Jorge Berry era el béisbol y el futbol americano.
Luego, por un breve lapso sustituyó a José Ramón Fernández en la gerencia de deportes de Canal 13, ahora TV Azteca, tras la llegada de López Dóriga como director de noticias, en los tiempos aciagos de Margarita López Portillo –hermana de José, el presidente–, como titular de la Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía (RTC).
Radicado por un tiempo en Los Ángeles, California, Berry trabajó para el canal 35 y llegó a transmitir en español algunos partidos de los Dodgers, pero fue mucho más significativo haber sido luego el cronista oficial para el público latino de los Raiders de Oakland, equipo que le concedió un anillo conmemorativo en oro blanco por ser el primer y único mexicano en narrar el Super Bowl.
Recientemente Jorge colaboró en los espacios informativos de Grupo Imagen y de Adela Micha y hasta la fecha trabajaba eventualmente en varios medios en Puerto Vallarta, donde ya residía, y era columnista de El Financiero, además de colaborar para la agencia Bloomberg de ese medio, en temas del acontecer internacional.
No hace mucho tiempo conversé con él larga y afectuosamente un par de veces. Los recuerdos, las anécdotas se volcaron. En la última ocasión me llamó para consultar algunos datos, pues, según me dijo, escribía un libro en el que pretendía recopilar sus vastas andanzas en los medios informativos, en especial, su paso por la televisión nacional.
Ojalá que ese texto, si pudo terminarlo, pudiera salir a la luz pública. Su deceso entristece y es motivo de reflexiones como las que hizo Joaquín López Dóriga.
Como él, espero también que la muerte no tenga ninguna prisa conmigo, porque, aunque en mi caso no le temo, tampoco estoy preparado para ella.
¿Acaso alguien lo está?
Decía Octavio Paz que “la muerte ilumina nuestras vidas y que cualquier culto a la vida, si es verdaderamente profundo, es también un culto a la muerte”.
Rotundo, Paz también sostenía –y coincido– que “una civilización que niega a la muerte, acaba por negar la vida”.
Por lo pronto, en la añoranza al amigo Jorge Berry apelo al poeta latino Pubilio Siro, cuando consignó que “el hombre muere tantas veces como pierde a uno de los suyos”.
Así que ahora muero un poco, porque justamente Jorge era uno de los míos.