Nora Yessica Merino Escamilla
En una sorprendente maniobra política, el Frente Amplio por México –coalición conformada por los antiguos partidos PAN, PRI y el próximo a desaparecer PRD– ha ungido a Xóchitl Gálvez como su coordinadora.
Sin embargo, esta decisión ha dejado un sabor amargo en la boca de muchos observadores políticos.
Más importante aún, ha dejado en evidencia la falta de principios y la prevalencia de los intereses particulares sobre la dignidad de sus militantes.
Uno de los momentos más controvertidos de este proceso fue la declaración del dirigente nacional del PRI, Alito Moreno, en la que dejó fuera de la contienda interna de la coalición a Beatriz Paredes, una mujer con vasta experiencia y un sólido historial político.
La exclusión de Paredes, una figura respetada en la política mexicana, es un claro ejemplo de lo que se conoce como mansplaining, un término que se refiere a cuando un hombre explica de manera condescendiente a una mujer algo que ella conoce perfectamente bien.
En este caso, Alito Moreno, como representante de la vieja guardia política, pareció sentir la necesidad de explicarle a Beatriz Paredes cómo se hace o se debe hacer política, a pesar de que ella tenía todas las credenciales para competir en igualdad de condiciones.
Este episodio es preocupante, ya que demuestra hasta qué punto la política mexicana sigue siendo un terreno dominado por hombres que creen que tienen el derecho de decidir quién puede y quién no puede ocupar puestos de liderazgo.
En un momento en el que se suponía que el Frente Amplio por México daría un ejemplo de apertura y legitimidad democrática, lo que vimos fue una simulación de proceso interno, en la que los líderes de los partidos se reunieron para imponer a una candidata en lugar de permitir una competencia justa y abierta.
La pregunta que debemos hacernos es: ¿hasta cuándo permitiremos que esto siga sucediendo? ¿Cuándo dejaremos de tolerar que un “machito” en una posición de poder pueda decidir quién puede o no puede liderar un proyecto político?
Beatriz Paredes, al igual que muchas otras mujeres en la política, ha demostrado sobradamente su capacidad y su compromiso con México.
Su exclusión de la contienda es un claro ejemplo de cómo las estructuras de poder se resisten a cambiar y a dar espacio a las voces y liderazgos femeninos.
Además de la exclusión de Beatriz Paredes, la elección de Xóchitl Gálvez como coordinadora del Frente Amplio por México plantea serias dudas sobre la coherencia y la integridad de esta coalición.
Gálvez, quien ha cambiado de partido en varias ocasiones a lo largo de su carrera política, no parece encajar precisamente con la imagen de un frente amplio que defiende principios y valores claros.
En lugar de buscar una figura que encarne la unidad y la cohesión de la coalición, parece que se ha optado por alguien que pueda servir a los intereses particulares de algunos de los partidos involucrados.
Es preocupante ver cómo los partidos políticos, en su afán de mantener el poder y de proteger sus intereses, están dispuestos a sacrificar la legitimidad y la transparencia de sus procesos internos.
En lugar de dar ejemplo de democracia y participación ciudadana, el Frente Amplio por México ha demostrado que está dispuesto a poner en segundo plano sus principios y valores en aras de la conveniencia política.
La elección de Xóchitl Gálvez, que por cierto merece todo mi respeto al ser elegida como coordinadora del Frente Amplio por México, y la exclusión de Beatriz Paredes de la contienda interna, son ejemplos claros de cómo la política en México sigue siendo un terreno en el que predominan los intereses particulares y la falta de principios.
Es hora de que como sociedad exijamos un cambio real en la forma en que se hacen las cosas en la política mexicana y que no permitamos que los “machitos” de siempre sigan dictando las reglas del juego.
La dignidad de los militantes y la integridad de los procesos democráticos deben estar por encima de cualquier interés partidista.