El libro Leyendas enfranjadas, de Mario Riestra, retrata 100 figuras históricas del Club Puebla. El autor comparte algunas de ellas aquí.
José (Pepe-Pepirri-Pirri) juega futbol desde niño con los amigos de la escuela y los del barrio en su natal Ceuta. Se le da muy bien, gracias a una gran condición física innata. Pero él no desea ser futbolista profesional y le basta jugar cuando puede, los sábados o domingos. Aunque es extremo izquierdo, anota muchos goles. El resto del tiempo lo dedica a la escuela, pues su papá le tiene dicho que lo más importante son sus estudios. Para mostrarle que habla en serio, cuando su hijo llega a reprobar alguna evaluación, no deja que juegue el partido del fin de semana.
Se muda a Granada a estudiar arquitectura. El técnico del equipo local, de segunda división, lo invita a que se entrene y juegue sólo partidos amateur, a lo que Pirri accede gustoso. Pero varios titulares se lesionan y le piden que participe en partidos oficiales. Se vuelve más difícil compaginar estudios y futbol, pero ello no impide al delantero marcar muchos goles. Tiene una irresistible vocación ofensiva. Su desempeño no pasa desapercibido para unos cazatalentos ¡del Real Madrid!, y, en 1964, el que no quería ser futbolista profesional desembarca en uno de los mejores clubes del mundo.
En el equipo merengue sigue con sus estudios. Al principio le es más fácil compaginar ambas actividades pues no tiene muchos minutos en el campo (¡con todas esas estrellas!). Pero se suceden lesiones importantes y juega más. Muy pronto se da cuenta de que la competencia adelante es brutal, así que, si quiere seguir jugando, debe retroceder al medio campo, al que se adapta rápidamente por su fuerza.
El ritmo de competencia le impide estudiar. Habla con su papá, quien le permite suspender la licenciatura, que al final abandona por su exitosísima carrera en el Madrid. Dieciséis años permanece en el club blanco, con el que lo gana todo, anota 172 goles (el noveno artillero de la historia merengue) y deja testimonio de su entrega y pundonor al jugar varios partidos lesionado.
La cercanía y el trato con los médicos del equipo despiertan en Pirri la vocación de la medicina, que empieza a estudiar aún como jugador merengue. Para cuando Jorge Suárez, dueño de La Franja, llega a ofrecerle un contrato con los camoteros, Pirri ha completado cinco años de su formación médica. Una de las condiciones que pone para aceptar su traspaso es poder continuar sus estudios en México.
El “pulmón blanco” aterriza en Puebla en 1980. Se encuentra con un gran equipo y con compañeros talentosos. Se adapta rápido a la altura, al futbol nacional y a una nueva cultura. Le cuesta un poco más el cambio de velocidad del juego, más pausado en México, donde el balón rueda más lento. No renuncia a su vocación ofensiva y a menudo sube al ataque, lo que enoja a más de un directivo. La devaluación de 1982 fuerza su salida.
Pirri afirma con orgullo que él sólo portó dos camisetas como profesional, una de ellas, la enfranjada. Pasó dos años estupendos en Puebla. La gente, encantadora, lo trató de maravilla. Siempre habla bien de la hermosa ciudad y del país que lo acogió. Piensa en especial en los niños y jóvenes mexicanos deseosos de ser futbolistas, a quienes alienta a entrenar, a siempre aprender, a perseverar, “cuanto más trabajes, mejor suerte tendrás”, les dice. Ojalá lo escuchen las nuevas generaciones.