Así, Puebla en noviembre de 1940. Así, la avenida Reforma, testigo mudo del paso de la historia.
Miles asistieron a una manifestación en apoyo al Presidente Cárdenas. “El Tata Lázaro”, elevado a Padre de la Patria Mancillada.
Su discurso de expropiación de la industria petrolera había llegado a todo el país por medio de la radio. Tuvo una duración de poco más de 15 minutos.
El ánimo nacional se incendió con facilidad. Mucho ayudó el relato de las historias de atropellos, abusos y hasta asesinatos de las compañías extranjeras.
Fue entonces que pidió el respaldo moral y material de todos los mexicanos. El acto de expropiación implicaba el compromiso de una indemnización que pondría en peligro la salud de la República.
Y Puebla no le falló. No podía ser de otra manera. Acaso habrá sido la primera –y última– manifestación que congregó a personas de todas las clases sociales. El petróleo quedó en manos del gobierno mexicano.
Esa “gallina de los huevos de oro” que hoy luce tan desplumada.