De Nuevo Laredo a Monterrey, el presidente de EU, Franklin D. Roosevelt, se desplazó con su esposa en tren. Lo recibieron Manuel Ávila Camacho, presidente de México, y su cónyuge, Soledad Orozco.
Fue la reunión más importante del sexenio del poblano: ajustaron programa de braceros, refrendaron alianza en la Segunda Guerra Mundial y cambiaron el régimen de las exportaciones que asfixiaba a los mexicanos.