Alejandro Montiel Bonilla
¿Cómo podemos explicar que el presidente de México siga dominando el mensaje que se transmite en la mayoría de medios tradicionales y redes sociales, a pesar de existir, aparentemente, una oposición cada vez más fuerte hacia él?
Podemos apuntar tres razones estructurales de nuestras sociedades para explicarlo, por supuesto, no son las únicas.
1. No existe un único México. En realidad, han existido y existirán muchas ideas de México y lo que es ser mexicano. En este territorio que oficialmente se denomina México existen, al menos, 64 lenguas y culturas diferentes. La visión de la vida de los habitantes de este país es profundamente diversa. Hoy se revela este hecho tangiblemente, por ejemplo, en actitudes tan diversas, respecto a la pandemia originada por el coronavirus. La diferencia de opiniones se hace palpable hasta en las familias que creían de sí mismas, tener opiniones similares respecto a un hecho.
2. En esta primera época de las redes sociales en México existe una poderosa plataforma para voces que antes eran simplemente ignoradas. El solo hecho de conocer las opiniones ya en sí es un proceso complicado, puesto que muchas veces, dado el ambiente general de crispación actual, la tendencia es a confrontar directamente a cualquiera que asome una sombra de contradicción con nuestras opiniones. Aparecen grupos de personas que sobre un tema, sobre un solo tópico, pueden estar de acuerdo, pero esos grupos se vuelven a fragmentar cuando una nueva noticia aparece en el horizonte. Sin embargo, pareciera ser una sociedad que comienza a descubrirse a sí misma, en la contradicción permanente de sus interacciones en redes sociales.
3. Ya Bruno Patino, entre otros científicos sociales, ha demostrado que nuestra atención se divide y fragmenta cada muy pocos segundos. No hay forma de seguir el hilo de ninguna noticia salvo que se empeñe toda la atención y esfuerzo para hacerlo. La atención de los humanos es el bien más preciado para la vorágine mediática. Solo prestaremos una atención más durable a un estímulo que aparece constantemente.
Considerando los 3 puntos anteriores, la opinión que se tiene del Presidente, no es de un solo México sino de miles de Méxicos, en formación y evolución constante, además, esos Méxicos se expresan en plataformas públicas como redes sociales, donde no necesariamente la idea escrita por una persona, guarda coincidencia con sus preferencias políticas reales.
Y, por último, pero quizá lo más importante, nuestras sociedades asisten a una multiplicación de estímulos sin precedentes, somos como el pez rojo que, en cada vuelta de ocho segundos, dentro de su pecera, borra y renueva su memoria.
De esta forma, en realidad, el contenido de lo que diga el presidente cada mañana, es menos relevante que el hecho de que diga algo. Los medios inevitablemente le darán cobertura y siempre resaltarán más la forma del cómo lo dice que a la sustancia de lo que dice.
Podemos afirmar –con todo el temor de equivocarnos– que, para la mayoría de nuestras sociedades emergentes en este territorio, el acompañamiento presencial mediático de López Obrador, es más importante que la calificación de la efectividad de sus estrategias gubernamentales, como lo quisiera la parte más educada de este país.