Las luces amarillas en señal de alarma preventiva se prendieron en el Instituto Electoral del Estado, donde se han intensificado los preparativos para afrontar de la mejor manera sus compromisos del año entrante, pero con la preocupación de asegurar los recursos que le permitan solventar la llamada “elección más grande de la historia”.
La alerta surgió a partir del comentario que hizo Gabriel Biestro Medinilla, en el marco de su segundo informe de labores, en el que sugirió al organismo electoral reducir sus pretensiones presupuestales para el 2021, que son el orden de los 975 millones de pesos, de los cuales, poco más de 361 millones 228 mil pesos son para gastos operativos del organismo y los otros 614 millones para el proceso electoral.
El Presidente del Congreso estatal, que por ley es la instancia para aprobar el presupuesto de egresos, dejó entrever de modo implícito que el monto requerido rebasa los márgenes previstos.
En conferencia virtual ante medios, dijo que el IEE está intentando cambiar su imagen por su mala actuación en los pasados comicios y que para ello deberían iniciar con el tema presupuestal y eso “les haría ganar mucha confianza”. Tal vez tenga razón, pero habría que preguntarse si acotar sus recursos es la mejor vía de la renovación que ciertamente el IEE se ha propuesto.
El mensaje no deja de ser preocupante, si bien el tema está todavía en la etapa de ponderación por parte de la Secretaría de Finanzas y Administración, que a su vez diseña el paquete presupuestal del gobierno para el 2021, a fin de remitirlo al Congreso.
El apremio del órgano electoral es que la propuesta que aprobó su Consejo General se constriñe a las diversas actividades que tendrá que desarrollar durante las diversas etapas del proceso, de modo que cualquier ajuste mermaría su agenda de trabajo.
En su momento, el Presidente Consejero del IEE, Miguel Ángel García Onofre respondió a las dudas que pudiera haber sobre la propuesta de recursos y pidió al Congreso le brindaran la oportunidad de justificarlo.
Es cierto que a primera vista el monto solicitado pudiera parecer muy alto y en esa visión deviene inevitablemente la controversia en la que reiteradamente se cuestiona sobre los costos y alcances socio-políticos de nuestra democracia. Por lo pronto, ayuda mucho repasar los argumentos, que son públicos, respecto al destino de los recursos que ahora reclama la autoridad electoral. Finalmente, los números hablan por sí solos.
Del total requerido se está planteando para cubrir el gasto operativo del IEE en el 2021, en números redondos, la cantidad de 361 millones de pesos. Como prerrogativas para los 12 partidos políticos tanto locales como nacionales con registro en Puebla, poco más de 300 millones de pesos. Para organizar la elección, el monto solicitado significa un incremento del 14 por ciento con relación a lo gastado en los comicios que el propio IEE organizó en 2018. Tal aumento se sustenta, explica la propuesta, en la necesidad de adquirir instrumentos sanitarios básicos que incluye equipos de protección y sanitización de inmuebles con motivo de la contingencia del COVID-19, para lo cual se destinarían casi 14 millones de pesos.
Dichas medidas se deben aplicar no solo en las casillas, sino en las 243 oficinas temporales para la operación de los 26 consejos y 217 consejos y municipales que tienen que instalarse con antelación en toda la entidad y para las cuales también se necesita la contratación de personal y la aplicación de medidas sanitarias.
Se está previendo además una mejoría en los sueldos de los consejeros distritales y municipales, orientada a su profesionalización, a sabiendas que reciben una percepción demasiado baja para el nivel de responsabilidad que desempeñan.
De manera adicional, a esos montos hay que agregar, por obligación y por vez primera, el costo de un convenio de colaboración con el Instituto Nacional Electoral por otros 73 millones, 578 mil pesos, para destinarlos directamente a financiar la selección y capacitación de los funcionarios de casilla y su debida operación el día de la jornada electoral.
Su tarea será enorme, dado que, cuantitativamente, en Puebla se elegirá el mayor número de cargos en el país, con dos mil 285: esto es, 41 diputaciones, 217 presidentes municipales, 217 sindicaturas y mil 810 regidurías. Sin desconocer la situación económica del estado y del país, García Onofre ha sostenido que cada peso se encuentra justificado y en esa gestión se encuentra ahora en primera instancia ante la Secretaria de Finanzas, cuyo filtro será definitivo.
Cuestionado esta semana al respecto, el gobernador Luis Miguel Barbosa se mostró respetuoso y reiteró que será finalmente el Congreso del Estado el que decida el presupuesto del Instituto y del Tribunal Electoral del Estado. “Del tema no voy a opinar, precisó, porque de lo contrario estaríamos en una forma de intromisión”.
No es de descartarse que aun con los apremios se aplique algún ajuste a la propuesta original que ha planteado el Instituto Electoral del Estado. No sería la primera ni la última ocasión que así se haga, más ahora en tiempos de extrema autoridad.
Ya en otras muchas ocasiones se han cuestionado los montos excesivos que se destinan en su conjunto para los asuntos electorales, a lo que con razón se ha sustentado que poner en riesgo la estabilidad política por el tema del dinero colocaría en entredicho la viabilidad de México como país.
Tenemos ciertamente un sistema electoral de un alto costo económico, en buena medida porque los propios actores políticos -en un marco de mutua desconfianza- han fijado normas y procedimientos que son costosos y que se deben cumplir. Es incuestionable que las condiciones económicas del país y la entidad son muy desfavorables, pero sería muy riesgoso contener la viabilidad de los procesos electorales por cuestiones presupuestales, y más aún cuando precisamente de unos comicios legítimos y apegados a la legalidad depende la paz pública, la gobernabilidad y la misma estabilidad económica.
AL AMIGO
Permítanme un comentario final. Lo hago mientras un montón de recuerdos se entreveran en memoria de Ismael Ríos Delgadillo, tras su partida el viernes pasado. Fueron muchas las horas, los encuentros, las tertulias. Me quedo, no obstante, con su sonrisa casi tatuada y su mano siempre extendida, dispuesta, amigable. Generoso, afable, dispuesto.
Con esa virtud inigualable de hacerlo todo bien y con modestia, lealtad y discreción. Si el periodismo fue su vocación; forjar a jóvenes en un coro, en un equipo de futbol o en las aulas una devoción, hacer amigos era lo suyo. Pero la fiesta brava, el controvertido mundo taurino, fue siempre su otra razón de vida.
Quizá por eso, entre tantas añoranzas que me revolotean, me asalta aquella invitación de hace algunos años a la tradicional Feria de Aguascalientes, para atestiguar la presentación de matador Rafael Ortega, del que diría fue como su hermano. Fueron aquellos días de agasajo, inolvidables. Con un olé, –orejas y rabo– te digo adiós, amigo.