Adolfo Flores Fragoso / [email protected]
“Cuando tienes el corazón roto, también estás abierta a cosas nuevas, y hasta bellas. Pero cuánto pierdes a alguien…”, declaró en cierta entrevista la escritora chicana Sandra Cisneros, hace ya más de una década.
Sandra refería a esos instantes repentinos de soledad que tienen que ver con las inesperadas ausencias.
Aquellos que hoy, son nuestros ausentes.
El ensayista David T. Abalos, en cierto libro de largo título editado en 1993, cita a Cisneros refiriendo que las peores rupturas las provoca la muerte en el entorno familiar.
“La familia nos acerca, nos transforma, nos trasciende, y nos separa y une a la vez en la muerte. No siempre en la vida”, escribió Abalos.
Tras esta peste de 2020, muchos comenzamos a entenderlo.
“La gente no muere de virus: todo se ‘cura’ en quince días”, leí recientemente en cierto medio social por parte de una adolescente socialmente indolente. E ignorante.
Hay que decirlo.
La ignorancia es inmune a la vida.
Sobrevive pese a los muertos.
Hasta que se dan cuenta que la ignorancia también mata.
La ignorancia mata.
La ignorancia mata, reitero. Inteligencia de las generaciones que no entiende siquiera una lectura de Shakespeare. Mucho menos su puesta en escena, que es poco frecuente. Y que ignoran.
No han vivido lo suficiente, supongo.
Vivimos tiempo de horror. Tan insensible mente indiferentes: “Si la abuela se muere, ¡pues ya le tocaba!”, afirman.
Por eso es tiempo de soberbia.
E indiferencia.
Insensibilidad.
Alejandro el Grande no portaba una espada por defensa: era la guía para ordenar a su ejército el comienzo de la batalla.
Para enfrentar a la muerte.
Consciente de su probable muerte cercana.
El Covid nos educa de manera presencial.
Ante la muerte.
Hay todo un protocolo para alzar la espada.
Y a corazón abierto y con reglas, incluso, dictadas por los guerreros de aquella Asia disciplinada en el arte de la guerra.
Pero ese es otro tema.
Todos nos abrimos a cosas nuevas y bellas, pero con el corazón abierto.
Y roto, en este tiempo.
Pues la próxima puede ser nuestra próxima muerte.
Hay quienes morirán con honor.
Otros, por soberbia.