Mariana Flores
Hace 20 años, el segundo día de diciembre ocurrió la expulsión de material que duró 90 minutos y formó la más grande fumarola vista en el Popocatépetl porque el viento, ese día, la colocó en forma monumental durante tres horas.
Y todo aquel mes ocurrió la actividad más vigorosa del volcán en la historia reciente, tanto, que el radio de seguridad fue removido, por primera vez, de 5 kilómetros a 7 alrededeor del cráter y luego hasta 13.
Los habitantes de Guadalupe Cuilotepec recuerdan con claridad el evento como el más imponente de todos los estallidos que han atestiguado y les mueve el respeto.
Jairo Romero Domínguez, de 32 años de edad, narró a Crónica Puebla el día en que tuvo que salir de casa, sin saber si volvería.
“Yo estaba chamaco, pero me acuerdo que nos mandaron a Atlixco a un albergue. Ya llevábamos rato sintiendo los temblores y pues sí teníamos miedo, aunque al principio creíamos que no iba a pasar nada”.
El joven ha vivido toda su vida en Guadalupe Cuilotepec, comunidad perteneciente al municipio de Tochimilco y ubicada en la zona de riesgo por el volcán Popocatépetl.
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“Nosotros no teníamos animales pero los que sí, tuvieron que irse por su cuenta o algunos no se querían ir. Yo me fui con mi mamá con mi hermano en un autobús que mandaron”, cuenta.
De acuerdo con el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred), fue en abril cuando se comenzó a registrar un aumento en la actividad.
El 12 de diciembre, la actividad aumentó y los fragmentos incandescentes se veían en las ventanas de Atlixco. Se registraron 200 exhalaciones en un día, con columnas de cenizas que llegaron a los 6 kilómetros de altura.
En consecuencia del registro del movimiento del magma al interior del coloso, se evacuaron un aproximado de 41 mil personas, el 15 de diciembre.
Ese día, el radio de seguridad pasó de 5 a 13 kilómetros alrededor del cráter.
“Ya no había clases, yo estudiaba en Atlixco y viajaba todos los días, pero en ese tiempo estaba en mi casa con mi mamá. Apenas y nos dio tiempo de agarrar unos sarapes y una chamarra, yo tenía que hacerme caso de mi hermanito de 8 años. (…) Las patrullas pasaron a los pueblos y nos dijeron que teníamos que irnos, hubo algunos viejitos que no quisieron. Todavía me acuerdo que mi mamá iba rezando en el camión cuando nos llevaron”, narró.
El 28 de diciembre, el magma estalló, muchos lo vieron en la televisión.
“En ese tiempo pues no había celulares, y ahí en el albergue no había televisión, pero de ahí de Atlixco sí se veía cómo expulsaba fuego el volcán. Los señores más viejitos dicen que fue una muestra del respeto que se le tiene que tener al Popocatépetl. Allá en mi pueblo se cree que es un ser vivo, y se le pide para la abundancia en las tierras”.
“Una explosión y una pandemia, ya nomás me falta ver un extraterrestre”, bromea Romero Domínguez.
De acuerdo con el Cenapred, se trata de la erupción más grande en términos de liberación de energía, aunque la explosividad no fue muy alta.
La primera emisión de ceniza, se produjo cuando en 1994, se requirió la evacuación de las cerca de 50 mil personas de las comunidades ubicadas en zona de riesgo.