Notas para una defensa de emergencia
Silvino Vergara Nava / correo: [email protected] / web: parmenasradio.org
“No escupir en el suelo”,
“no tirar comida”,
no tienes que poner carteles en la pared
(…)
Esto es, creo, el estándar ético de la sociedad»
Slavoj Žižek
“No tirar basura”, “Prohibido estacionarse”, “Prohibido escupir”, “Respete mi cochera”, “Se ponchan llantas gratis”, “Hoy no se fía, mañana sí”, “No anunciar en esta esquina”, “No tirar escombro”, “Favor de levantar el excremento de su perro”… y así cientos de letreros en toda la República, a lo largo y ancho; indicaciones de acciones prohibitivas que demuestran –a decir del profesor esloveno Slavoj Žižek– la ausencia de un estándar ético de la población.
Cita al respecto: “(…) la medida del estándar ético de la sociedad depende no de ciertas cosas que se debaten, sino de ciertas cosas que simplemente se aceptan como regla general” (Pedir lo imposible, Madrid, Akar, 2013).
En los países denominados subdesarrollados es muy común observar esa letanía de letreros para que las personas se den cuenta de lo que no es bueno hacer. Más allá de lo jurídico, son letreros que se refieren a comportamientos éticamente incorrectos. Quizá esto sea uno de los problemas por los que las naciones se mantienen subdesarrolladas: precisamente, esa falta de un estándar ético de la población; pues –se insiste– “cada quien hace lo que quiere”, empezando con las instituciones gubernamentales, cuya prueba es fehaciente: no hay ningún orden, menos en estos tiempos tan complicados de pandemia. Cualquier oficina de gobierno abre cuando quiere, atiende al público a la hora que se le ocurre; muestra clara del subdesarrollo de nuestros países, principalmente, en América Latina.
En los tiempos de la fiebre porcina, en México –en 2009 (Semana Santa que a decir de muchos pareciera que fue una prueba piloto de lo que hoy vivimos con la pandemia global)–, se implementó una campaña, por algunas radiodifusoras, periódicos, canales de televisión, etcétera, que conminaba a las personas en general a “no escupir” en la calle, atendiendo al contagio que se podría presentar de esa enfermedad.
Así, incluso, había carteles en las escuelas, en las vías públicas y en los parques públicos para invitar a no escupir, particularmente, a los denominados: “corredores” (así como los futbolistas lo primero que aprenden es a tirarse al piso para engañar al árbitro, los corredores, antes de aprender la técnica del trote, aprenden a escupir).
Esto es lo que crítica el profesor y filósofo esloveno y da a entender que requerir un estándar ético (como carteles y advertencias) en la sociedad no es admisible en países desarrollados, en comunidades civilizadas, porque eso es algo que debe ser sobreentendido si todos contamos con ese estándar ético.
Sin embargo, ¿dónde ubicamos ese estándar ético? Desde luego que, en primer lugar, en las familias; luego, con el refuerzo en las escuelas, sobre todo en las elementales, primaras y en los jardines de niños, pero sin que se deje de insistir en las escuelas secundarias y preparatorias. No obstante, esto no es así en la educación oficial de México. En tiempos de la administración pública federal de 1994 a 2000 se quitaron materias como el civismo, que permitían este tipo de enseñanza y, luego, ni qué decir de los profesores que cierran calles, carreteras y casetas de peaje poniendo sus letreros a toda vista.
La problemática de la ausencia de ese estándar ético es lo que nos permite entender por qué los debates públicos (por ejemplo, los legislativos) son tan pobres. En ellos, se discute sobre algo de sentido común, en los Congresos, se pasan las horas justificando sus altísimos pagos.
Basta con ver las noticias y las fotografías del Congreso de la Unión para sentir tristeza de nuestras legislaturas; por ejemplo, diputados que ponen mantas con mensajes absurdos, otros se empujan, unos más se arrojan objetos o hasta se ponen disfraces; todo esto porque no hay debate alguno y porque no hay, de inicio, un estándar ético.
Por ello, muchas veces, en las boletas electorales, se ponen como candidatos a deportistas, artistas, cantantes, porque el debate es lo de menos. Lo que se requiere es del “clientelismo electoral”. Pues bien, ahora que es inminente el cambio de legislaturas, habrá que ver cuáles serán los candidatos, sus debates y sus propuestas, pero, sobre todo, los disfraces y los letreros que se pondrán a la luz pública nuevamente.