Por: Diego Aguilar/ Twitter: @Danny_Aguilarm
2, 2 y 2
Al momento que estoy escribiendo la presente columna, Los Yankees ocupan el último lugar de su división, son el peor récord del joven circuito y se encargan de pisotear el nombre de este legado.
Por mucho tiempo los he seguido y si hay un equipo al cual se le va a exigir diferente, temporada tras temporada, son ellos; también sé reconocer la grandeza y la historia que tienen los Cardenales, los Dodgers e incluso, por qué no, los mismos Medias Rojas.
Pero no pasa nada si estás en el sótano, a los BoSox los he visto irse de la temporada en el último lugar de la división, al equipo dinastía de los Gigantes también los vi fracasar cuando el año no fue par y a los Dodgers, bueno, de Dave Roberts podría escribir y escribir.
Y tal vez sea uno el que se niega a aceptar que los años pasan, que el tiempo no va a perdonar y que difícilmente volverá a existir un Capitán América, como pasa en la más reciente serie de Marvel.
Pero bueno, hablemos de pelota, nunca volverá: el hombre de las paradas cortas dando la cara por el equipo. Me malacostumbré, sí, creo que esa es la palabra correcta incluso no dudo que Sir Didi sea un pelotero top, un campo corto que más de uno quisiera tener, pero llegó a un lugar que difícilmente podrá ser remplazado, pasarán años, tal vez un siglo más y el lugar ahí estará, intacto. Y la realidad se ve reflejada en el standing, la estadística no miente, el tan criticado Giancarlo es quien más ha metido más carreras para el equipo y ahí acaba todo.
La poderosa ofensiva que proyectaba explosión en cada turno ha sido silenciada, con malos turnos, sin bateo oportuno y faltándole al respeto al mote de los Bombarderos del Bronx. Los fanáticos tienen razón y motivo para quejarse, aquella escena en el Yankee Stadium es el reflejo de lo que está pasando.
No dudo que el Honorable Juez sea un excelente pelotero, que La Máquina está en otro nivel si lo comparamos con los demás segunda base del Joven Circuito, pero no basta con eso, no basta cuando te tocó ver a un hombre caer a las gradas destrozándose el rostro en la serie contra el rival y decir “estoy bien, quiero jugar”.
Hoy no juegan por ansiedad, depresión o porque simplemente no quieren. Y de la cueva de la cueva ya ni hablamos, cada que veo un lineup distinto me pregunto si confía mucho en la sabermetría o mejor les pregunta qué lugar quieren ocupar cada uno, las decisiones para sustituir pitchers otro tema, pero ellos están ahí y al final se tiene que confiar.
No fui quien pegó un cuadrangular para llevarlos a la Serie Mundial en 2003, porque otra explicación no encuentro. Lo triste es que, a diferencia de otras temporadas, el equipo no está haciendo minado por las lesiones. Faltan Luke Voit y Luis Severino, pero cuando vuelvan difícilmente harán la diferencia que se necesita en este momento. Ese es el golpe más duro de realidad, que al final está jugando con lo que tiene y en el papel es mucho, pero la realidad sale con un solo lanzador.
Gerrit es la única apuesta que tienen los Yankees, los demás son incógnitas de tal vez tres o cuatro entradas, de ahí un bullpen gris e insípido (con perdón para el mexicano) y con un cerrador que Jansen de los Dodgers podría sentirse bueno a su lado.
Al final la combinación de la ausencia a la ofensiva, la incógnita de la rotación, la simpleza del bullpen y las malas decisiones de la cueva los llevan a pisotear el nombre y la historia de los Yankees, quienes un día fueron el Imperio del Mal. Al final, hay dos cosas seguras. Los Yankees terminarán el mes por debajo de .500 y esta semana del sótano de la división no saldrán. Al tiempo.