Por: Diana López Silva
Marco Antonio Mendoza Jiménez, trabajador del IMSS y papá de dos niños, vio duplicadas sus labores en la familia y reducidas las muestras de afecto de su esposa e hijos debido a la pandemia de COVID-19.
Marco y su esposa son trabajadores del sector salud y, por lo mismo, conscientes del peligro de exponerse al contagio. Reforzaron todas las medidas sanitarias de prevención en su hogar, cancelaron salidas al parque con los niños, adquirieron gel antibacterial de diversas marcas, colocaron tapete sanitizante en la entrada de su casa y, aun así, sus esfuerzos para cerrarle la puerta al COVID-19 fueron en vano.
Ni todas las previsiones impidieron que el virus entrara a su hogar, ya que su esposa resultó contagiada.
PAPÁ, ENFERMERO Y COCINERO
Marco Antonio, como pareja y padre de familia, se hizo cargo de la situación; aisló a su esposa en una habitación y agradeció saber cocinar, porque de un momento a otro se tuvo que hacer cargo de la comida especial para su esposa en aislamiento y de la comida para el resto de la familia.
Además de cocinar, Marco Antonio cumplía con sus responsabilidades en el IMSS, estaba pendiente de su esposa enferma, de sus hijos en clases virtuales y sus tareas, y las labores propias del hogar. Por fortuna, su esposa se recuperó tras cumplir con la cuarentena y seguir las recomendaciones del médico.
“Sí ha sido difícil; más el poderse coordinar conforme a los tiempos, más por las clases en línea”. “Antes era coordinarse para llevarlos y traerlos a la escuela, pero ahora debes dejarles preparado el desayuno y la comida porque están en casa”, dijo.
LO MÁS DIFÍCIL
Marco Antonio es padre de Alexa, de cuatro años de edad, y de Jaziel, de siete años. Para ambos pequeños ha sido difícil asimilar el hecho de no poder ir al parque, para evitar contagios; de tener que usar cubrebocas, tener que lavarse las manos constantemente y ver que sus padres lavan inmediatamente cualquier juguete que cae al suelo.
Pero, para Marco Antonio, un momento se volvió el más difícil en su día a día: cuando llega de trabajar y tiene que evitar los abrazos de sus hijos, pues, dado que trabaja en el sector salud, antes debe desinfectarse.
“Luego luego, mis dos hijos se me abalanzan y hay que detenerlos. Entro, me desinfecto, me lavo las manos, y cuando salgo ya se fueron a jugar y ya se les olvidó. Esos momentitos sí son tristes y duros”.
A pesar de las dificultades, Marco Antonio se siente tranquilo por hacer todo lo necesario como padre y esposo para mantener a salvo a su familia, en espera de que la pandemia pronto quede en el pasado.
ALEJANDRO CANCINO RAMÍREZ TRABAJA COMO VENDEDOR, TIENE 39 AÑOS
Por: Karla Cejudo
Alejandro Cancino es padre de dos pequeños, de siete y nueve años de edad. Durante la pandemia, su vida cambió drásticamente, no sólo por el miedo al contagio o porque dejó de ver a sus padres debido al confinamiento, sino porque se enfrentó a un nuevo reto: ser padre de tiempo completo. Derivado de las medidas sanitarias perdió su empleo de manera temporal.
Afortunadamente, su esposa siguió trabajando y los roles tuvieron que cambiar. Ya no podían dejar a los menores con la abuela, quien normalmente los cuidada mientras ambos trabajaban. Con los niños en casa, las clases en línea y la incertidumbre, asumir todas las actividades del hogar no fue tarea fácil, pero Alejandro fue adaptándose a las necesidades de sus hijos y aprendiendo de ellos.
“No considero que sea un mal padre, pero estar todo el tiempo con los niños es un gran reto: los gritos, la atención que requieren, y más con las clases en línea”, comentó en entrevista.
Reconoció que aprendió mucho de sus hijos; desarrolló paciencia y creatividad para entretenerlos y ayudarlos con sus clases, y para explicarles qué pasaba en el mundo.
Ahora que volvió al trabajo y que todo regresa a la normalidad, Alejandro considera que la pandemia le ayudó a entender mejor a sus hijos y a su esposa, debido a que redescubrió el significado de la paternidad.