Karla Cejudo / Mariana Flores
MAGDALENA MARTÍNEZ VILLANUEVA
Ama de casa, 55 años
“En mis tiempos, los maestros eran estrictos. Había muchos castigos, sobre todo si no éramos bien portados. A las niñas nos ponían hincadas, cargando tabiques en las manos, con los brazos extendidos, y así por una hora cuando no hacíamos la tarea. Tengo anécdotas buenas. Por ejemplo, había una maestra que nos llevaba juegos de mesa hechos con cartón y eso nos divertía mucho”.
SALVADOR HERNÁNDEZ FLORES
Carpintero, 75 años
“Sí aprendíamos más, porque incluso nuestros papás les pedían a los profesores que nos reprimieran así. Y era una friega en la escuela y otro castigo en la casa. A mí me tocó que nos dieran reglazos en las manos, y sí, sí aprendimos más rápido y mejor porque no éramos flojos”.
JUAN CARLOS PAREDES ALPÍZAR
Panadero, 64 años
“Los profesores tenían mano dura; nos pegaban para que fuéramos más respetuosos; tenían el permiso de nuestros padres y hasta la manda de ellos para que nos pegaran. A mí me tocó mucho que me jalaran las patillas o que nos marcaran el lomo con la regla. Al final del día, yo creo que sí aprendíamos más”.
CONSUELO MEJÍA CEREZO, 67 AÑOS
“Yo no recuerdo que me pegaran en la escuela. Sí recuerdo que los maestros eran estrictos, no malos; luego te pasaban al frente a decir las tablas o las capitales de los estados, y si no te las sabías se burlaban de ti los compañeros, pero no mis maestros”. “En la primaria era más frecuente que el maestro te obligara a pasar; ya después no te hacían eso, pero sí había maestros que no te dejaban salir al receso hasta que te supieras algo o te ponían a hacer planas hasta que se te quedara”.
PALOMA HERNÁNDEZ MÉNDEZ, 62 AÑOS
“Uy, a mí me tocaron reglazos; bueno, no a mí en particular, sino en la escuela. Pero eran para los niños que se portaban mal, no para aquellos que no sabían; a esos nada más les decían que eran burros o que no eran listos delante de toda la clase, y pues nunca faltaba el compañero que se burlaba de los tontos”. “Una compañera no se supo una respuesta y la maestra volvió a preguntarle muchas veces. La hizo llorar. Golpes, no; era una escuela de monjitas”.
RENATO PALOMEQUE TORRES, 71 AÑOS
“En mi salón nos ponían en un rincón cuando no sabíamos las respuestas. Estábamos parados toda la clase, por burros, viendo a la pared. Si en la otra clase no volvías a saber, te hincaban, y así hasta que supieras las respuestas correctas”. “No se me hacía malo; aprendías. Si no querías pasar la vergüenza, pues estudiabas. Luego se escuchaban chismes de otras escuelas que les daban de reglazos o los sentaban en corcholatas, pero nunca conocí a nadie que le hubiera pasado. También nos castigaban y no nos dejaban salir al recreo, pero hasta ahí”.
