José PÉREZ | Luisa TIRZO | Germán CAMPOS
Niños y niñas menores de tres años viven tras las rejas en Puebla, pagan una condena ajena y su mundo gira en torno a la prisión en que sus madres purgan una sentencia. Son pequeños que cuentan con la sobreprotección de aquellas que los trajeron al mundo, pero eso tiene caducidad, pues al cumplir los tres años de edad deberán salir y podrían sufrir potencialmente un sentimiento de abandono, coinciden especialistas.
El estado de Puebla tiene 19 prisiones, pero los centros de reinserción de San Miguel (Puebla), Cholula, Huauchinango, Tecamachalco, Huejotzingo y Zacapoaxtla, tienen -entre otras- una característica en común, menores conviven en el encierro.
Según datos de la Secretaría de Seguridad Pública de Puebla, hasta el último bimestre del 2019, un total de 27 niños -menores a 36 meses- vivían con sus madres en prisiones poblanas, sin embargo y aunque los delitos son diversos y sus condenas reservadas, todas tienen esa posibilidad amparada por el artículo 21 de la Ley de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes del Estado de Puebla.
Las edades de las madres que viven con sus hijos en prisión – según datos de la SSP Puebla- oscilan entre los 21 y 54 años de edad, siete son niñas y el resto niños, y las edades van desde un mes hasta tres años por cumplir.
MARCO LEGAL
El artículo 21 de la citada ley, dice sobre el tema de forma textual: Niñas, niños y adolescentes tienen derecho a convivir con sus familiares cuando éstos se encuentren privados de su libertad en los Centros de Reinserción Social del Estado de Puebla.
Las autoridades competentes en materia jurisdiccional y penitenciaria deberán garantizar este derecho y establecer las condiciones necesarias para que esta convivencia se realice en forma adecuada, conforme a las disposiciones aplicables. Este derecho sólo podrá ser restringido por resolución del órgano jurisdiccional competente, siempre y cuando no sea contrario a su interés superior. (fin de la cita)
Para esos efectos, las autoridades competentes en coordinación con el Sistema Estatal DIF, establecen los procedimientos para que los niños que viven en el penal o acuden de visita no corran ningún riesgo.
“Los niños y niñas que residan con su madre interna en los Centros de Reinserción Social del Estado de Puebla, podrán permanecer en los centros de reclusión hasta cumplir los tres años de edad, a menos que las autoridades competentes en coordinación con el Sistema Estatal DIF, atendiendo al principio del interés superior de la niñez, determinen que esa convivencia presenta un riesgo para las niñas y niños”, cita el Artículo.
LOS ESPECIALISTAS
Especialistas consultados por este medio, coinciden en que los niños están poco conscientes de lo que viven, pues es simplemente su realidad, además su capacidad de adaptación es alta, aunque la separación es dolorosa y con efectos notables.
“Es posible que al niño (al salir de prisión) se le dificulte el entorno, aunque es más adaptable que un niño mayor, lo importante es que si estuvo en la cárcel estuvo sobreprotegido por la mamá, no podía estar lejos de ella”, dijo a La Crónica de Puebla el psicólogo, José María Velásquez.
El mismo especialista en conducta consideró que fuera de la cárcel, los menores tendrían más libertad, aunque la ausencia materna y la falta de atención por parte de los familiares le podría crear una sensación de abandono.
Por su parte, la psicóloga María Elena Calderón Cruz, consideró que es sano que los niños convivan con sus madres, pues es una parte vital para reconocer su figura materna, sin juzgarla.
Aunque coincidió que la situación se complica al momento de la separación, pues podría surgir una depresión que se refleja en la falta de apetito, llorar sistemáticamente o hasta ser incapaz de contener las ganas de ir al baño, aunque eso también podría ser consecuencia de adolecer de la asistencia de la madre.
“Es viable que el menor esté con su madre, ellos no entienden que viven en una cárcel, ellos entienden que dependen de su madre, lo complejo es cuando llega el desprendimiento, esa situación debe trabajarse poco a poco para que el menor no lo resienta, ya que de lo contrario, podría estar deprimido”
La especialista consideró que los niños podrían incluso permanecer con sus mamás en la cárcel hasta cumplir los seis años, siempre y cuando existiera un adecuado sistema preescolar como ya ocurre en lugares como Santa Marta Acatitla (penal femenil CDMX).
CONDENA DOBLE
“Cuando Yeni se fue con su padre, le lloramos todas en la celda. Han pasado ya años y la seguimos extrañando, porque era la hija de todas, aquí nació, creció sus primeros añitos y todas la cuidábamos”, contó Vero interna del Cereso de San Miguel.
Los seis meses previos en que Vero preparó a la menor para su salida del penal, no fueron suficientes, pues aunque asiste a la primaria, ella -relata su madre- prefiere estar con ella y con sus “tías en prisión”.
“Le decía que un día se iba a ir con su papá a la calle, que él la llevaría a conocer muchos lugares hermosos. Que yo me había portado mal y por eso estaba aquí, que no iba a poder salir con ella hasta dentro de unos añitos (…) Me contestaba que siempre quería estar conmigo y sus tías, porque así le dice a mis compañeras de aquí”, recordó Vero.
La mujer traga saliva y menciona que se tortura todas las noches al pensar en lo que su hija sufre por su ausencia y todo lo que se perderá por estar recluida y purgando una pena de la cual todavía le faltan cinco años más.
“Va a tener su primera comunión dentro de poco y aunque me hago la fuerte y le digo que yo y sus tías le vamos a echar ganas para comprarle un celular o lo que ella quiera. Ella me dice que no quiere fiesta, ni regalos, que solo quiere que estemos juntas allá afuera”, dice Vero llorando.
La pequeña no solo ha tenido problemas para adaptarse en casa, si no en la escuela y en el ambiente familiar. Actualmente vive con su padre y sus abuelos en un lugar de la capital del Estado. En la escuela ha sufrido burlas por compañeras que le dicen que su mamá es una “delincuente”.
Vero cuenta que cuando su hija la visita le ha dicho que preferiría estar con ella adentro, que aguantar las burlas e incluso de sus propias primas.
“Cuando mi niña me dice que le hacen burla porque yo soy una delincuente o una presidiaria, le digo que les diga que yo estoy pagando en esta cárcel lo que hice y que no le debo nada a la sociedad (…) que el delincuente se queda en prisión. Me da coraje, porque hasta sus primas le hacen esos comentarios”, menciona.
Vero accedió a la entrevista, pero desea omitir detalles del delito que le imputan y de los implicados. Menciona que en cinco años ella saldrá de prisión y espera rehacer su vida al lado de su hijai, pues su esposo sigue yendo por la obligación de llevar a la pequeña porque es menor de edad, pero sus familiares le han contado que el rehace su vida.
Menciona que su prioridad es su hija y que en el tiempo que lleva recluida, ha visto compañeras que se separaron de sus hijos y el marido ya no regresa a visitarlas.
“Por varios culeros (…) mis compañeras están aquí y ellos venían a verlas y todo, pero cuando se pudieron llevar a sus hijos, las dejaron de visitar. Por eso yo mejor no platico de más, ni le reclamo a mi marido, me tengo que aguantar porque no tengo hermanas ni madre para que puedan ayudarme a cuidar a mi niña”, menciona.
Vero menciona que no solo está pagando con encierro su delito, si no con la distancia que la separa de su hija a pesar de que puede verla cada fin de semana.
“Se ha enfermado, ha llorado, ha salido en festivales y yo aquí, encerrada y atada para poder ir a hacerle un tecito, tomarle la foto o apapacharle y decirle que todo estará bien o que lo hizo excelente. Se ha enseñado a hacerse sus propias cosas, pero cuando viene aquí nos desvivimos por ella (…) le compro su coca, le hacemos un postrecito, sus tías le hacen sus trencitas, la abrazamos, le doy muchos besos y le digo hay mi niña ya falta menos para estar juntas”.
«ME ARREPENTÍ DE DEJARLO CONMIGO»: MARIBEL
Mi Lalo sufrió maltratos de todo tipo, casi abusan sexualmente de él, se quedó en las manos de sus tíos y pasó de familia en familia durante ocho años, yo no pude hacer nada, más que quedarme callada y agradecer, porque era eso o que encerraran a mi hijo en el DIF y quizá no lo iba a volver a ver, dice Maribel una ex interna del Cereso de San Miguel.
Maribel cuenta que ingresó a la cárcel con seis meses de embarazo por el delito de narcomenudeo, después de dar a luz no estaba segura de quedarse con su hijo o entregarlo a sus familiares para que no le costara acostumbrarse a ellos. Sin embargo se quedó con él los tres primeros años de vida.
La mujer cuenta que es una de las decisiones de las que se sigue arrepintiendo, pues considera que si hubiera entregado a su hijo a sus hermanos desde que estaba recién nacido, le hubieran tenido más cariño y el menor no hubiera sufrido el separarse de ella.
“Me arrepiento de dejarlo conmigo allá dentro, porque no vivió en un lecho de rosas, vivió en una celda con otras seis personas con las que no me llevaba muy bien (…) durmió entre chinches, malas condiciones, humedad.
No pude darle todo lo que necesitaba, un jarabe, un chupón y eso, porque tenía que esperar días a ver quién se apiadaba de nosotros y nos hacía favor de venirlo a dejar, ya que aquí no venden esas cosas”, comenta.
Maribel, madre soltera, cuenta que el pequeño lloró mucho las primeras noches después de separarse de ella. Y eso provocaba que sus tíos lo maltrataran física y psicológicamente, porque le decían que parecía “niñita”.
“Le decían que se portara como hombrecito, que los niños no lloraban y pues se fue embruteciendo. En ocho años vivió en la casa de mis hermanos, de sus padrinos y hasta de una prima. Nunca lo toleraron, era un niño travieso y en varias ocasiones se fue de la casa”, comenta.
“Las llamadas que le hacía a mis hermanos, eran para que me dieran quejas de mi Lalo. Que si no obedecía, que si comía mucho, que era grosero, que ya no podían con él porque le hacía maldades a sus hijos y sus esposas se molestaban (…) yo les decía que los entendía y que le dieran una oportunidad, que me apoyaran porque estaba sola y que Dios los iba a recompensar, que si ellos estuvieran en mi situación también los apoyaría”, agregó.
Maribel asegura que se sentía como “leona enjaulada” y lloraba mucho por las noches, porque su hijo estaba creciendo solo, entre reproches y maltratos.
“Yo cometí el delito y lo pagamos los dos (…) Nunca podré repararle el daño a mi hijo, porque creció sin mí, creció con mucho maltrato. No hay día que no pida a Dios darme fuerzas para llenarlo de amor y compensarle todos esos años que no pude estar con él”, agregó.
Maribel contó que un día un familiar estuvo a punto de abusar sexualmente de su hijo y eso provocó que se fuera de esa casa. El menor le contó a su madre de ello, hasta que ella salió de prisión.
LIBERTAD Y REALIDAD
Un caso especial es de quien llamaremos Ana N., pues al cumplir su hijo tres años de edad deberán separarse, según información de la Secretaría de Seguridad Pública, ella no tiene familia al exterior y su permanencia tras las rejas no coincidirá con el cumpleaños del menor.
Según la Ley de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes del Estado de Puebla los niños deberían ser ubicado con sus familias extensas para su cuidado, siempre que eso sea posible y no sea contrario a su interés superior.
Aunque, la misma ley considera que los menores en indefensión puedan ser recibidos por familias de acogida como medida de protección, de carácter temporal, en los casos en los que ni los progenitores, ni la familia extensa de niños, niñas y adolescentes pudieran hacerse cargo.
Pero también es posible que sean sujetos del acogimiento pre-adoptivo como una fase dentro del procedimiento definitivo, que supone la vinculación de los menores, siempre y cuando ya se hubiera declarado la condición de adoptabilidad.
Sobre la mesa, el abogado especialista en asuntos familiares, Carlos Daniel Hernández, puso una posibilidad poco deseada para las partes involucradas, una posible adopción, “la madre puede salir -por ejemplo- a los dos años después de que su hijo cumplió los tres años, en ese momento recupera sus derechos y puede buscar a su hijo”, aunque aclaró que cada caso tiene sus propias características y variantes.
Al respecto, el DIF explicó que si ningún familiar pide la custodia de la niña o niño, las autoridades competentes solicitarán al Sistema Estatal DIF que quede bajo su protección.
El SEDIF es la última instancia, pues en estos casos el beneficio siempre se le da primero a la familia.
Finalmente y con base a los datos proporcionados por la Secretaria de Seguridad Pública se conoce que había nueve casos de presas embarazadas y que tendrán el mismo derecho, de los cuales, siete casos se concentran en el penal de San Miguel de la capital poblana, mientras que los otros en Cholula y Tecamachalco.
REALIDAD PENITENCIARIA
Según datos recabados en 2019 por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, en la entidad hay una población carcelaria que oscila en los 6 mil 450 reos, sin embargo apenas 480 son mujeres, la mitad de ellas esperan sentencia.