Nora Yessica Merino Escamilla
Esta semana celebramos un año más de la fundación de nuestra Puebla. De esta tierra que tanto nos ha dado y que tanto le ha dado a México.
La ciudad de Puebla fue fundada el 16 de abril de 1531 por Fray Toribio Paredes, originario de Benavente, España, a quien los nativos de México llamaron “Motolinía”.
Tuvo la importante intervención de una mujer –parte siempre fundamental de los momentos históricos–, la Reina Isabel de Portugal, quien, junto con su esposo Carlos V, le otorgó el título de ciudad.
492 años de historias, de sueños, de realidades, de lo que visualizó Fray Julián Garcés, Juan de Salmerón, Motolinía y la reina Isabel de Portugal, quienes junto con los pobladores originarios crearon una gran ciudad donde se podía convivir en armonía familiar, ser sitio de vida de las nuevas culturas; una ciudad que en principio se determinó de ángeles: la ciudad de los ángeles; la mejor trazada, a escuadra y compás; la de los cuatro lugares, a la usanza del urbanismo indígena de los cuaxilacalis; la de conventos, templos e iglesias, con su gran catedral. La ciudad del orden.
Puebla ha acompañado a nuestro país en todas sus etapas. Fue una ciudad determinante en su desarrollo inicial, convirtiéndose en “El Relicario de América”.
Puebla le ha regalado a México momentos gloriosos en su historia.
Le dio a nuestra revolución cuatro hermanos dispuestos a defender sus derechos como mexicanos con la propia vida. Dos presidentes de la República. Le regaló a México platillos típicos como el chile en nogada y le dió sentido a la presencia de los volcanes que resaltan en el valle que rodea nuestra ciudad.
El pasado de Puebla es glorioso, pero lo es también su presente, representado por un gobierno de izquierda, cercano a la gente, de puertas abiertas, humano, pero, sobre todo, honesto, representado por nuestro gobernador Sergio Salomón, poblano de valores, de principios incansables y con un gran amor por Puebla.
Celebremos todos a Puebla, esta hermosa ciudad trazada por los ángeles, depositada en las manos de Juan de Palafox, cuatro veces heroica; la que venció al ejército más poderoso del mundo con el liderazgo de Ignacio Zaragoza; la que protegió la dignidad nacional con Aquiles, Máximo, Carmen y Natalia.
Puebla, la chula, se yergue sobre los Fuertes de Loreto y Guadalupe, para gritar al mundo que cuando la campana María llegó a su lugar los milagros dejaron de ser una duda para ser una verdad.
¡Felicidades, Puebla!, pero, sobre todo, gracias. Gracias por hacernos tus hijos; gracias por darnos motivos de sobra para sentirnos orgullosos de ser poblanos.
Que chula eres, Puebla. ¡Felicidades!
¡Viva Puebla!