ESCAPADAS
Alejandro Cañedo Priesca
Mi primera impresión de Atenas fue completamente diferente a la de quienes viajan desde México de manera más convencional.
No llegué en avión al aeropuerto ni en barco al famoso puerto del Pireo.
Mi viaje comenzó en Italia, con un ferry que zarpó de Ancona. Fueron 36 horas de travesía marítima, con paradas en Corfú e Igoumenitsa, hasta desembarcar en Patras.
Desde allí, un autobús me llevó a través de la provincia, cruzando paisajes llenos de historia hasta llegar al famoso canal de Corinto. Fue un recorrido que no sólo me llevó a Atenas, sino que me preparó para entenderla.
Como muchos, tenía en mi mente la imagen de una ciudad antigua, cargada de historia y envuelta en la majestuosidad de sus relatos.
Sin embargo, lo primero que encontré fue una ciudad bulliciosa, grande y caótica, con un dinamismo que me recordó a la Ciudad de México: tráfico, ruido y vida moderna.
Pero, conforme me fui acercando al centro histórico, la atmósfera cambió por completo.
La vista de la Acrópolis, coronada por el imponente Partenón, trajo una alegría que parecía mezclar la admiración por el pasado con el asombro de estar ahí.
Caminar por Plaka, ese encantador barrio al pie de la Acrópolis, fue como entrar en un universo paralelo donde el tiempo avanza al ritmo de los sabores y las risas.
Las tabernas ofrecían delicias como la ensalada griega, el souvlaki y, por supuesto, el ouzo, esa bebida que invita a brindar con la tradición.
Desde allí seguí explorando. Paseé por el Estadio Panathinaikó, escenario de los primeros Juegos Olímpicos modernos, cuyas gradas cuentan historias de gloria.
Un viaje fuera de la ciudad me llevó a Cabo Sunión, donde el mar Egeo se encuentra con las ruinas del templo de Poseidón. Las aguas frías y cristalinas, junto con las playas de piedra, le dan al lugar un encanto especial que conecta lo natural con lo divino.
Atenas no sólo me mostró su grandeza histórica, sino también su esencia vibrante y su capacidad de sorprender.
Es una ciudad que invita a perderse en sus calles, a disfrutar de su gastronomía y a vivir su energía única.
Porque Atenas, como todo buen viaje, no es sólo un destino, es una experiencia.
Viajemos juntos.