Adolfo Flores Fragoso / afloresfragoso@gmail.com
En una reciente charla con el Doctor Efraín Castro Morales (único cronista vitalicio –en vida– de las ciudades de Puebla y de México), coincidimos que la ignorancia y los intereses destruyen leyes y borran la historia.
Tan común desde el avilacamachismo, en Puebla, como en tiempo posterior en nuestra reciente historia destruida por el morenovallismo, de oscura y penosa memoria.
El silencio de los cronistas de nuestras ciudades queda convertido en tapadera de lo que a veces descubrimos, encubriendo nuestra historia en el silencio.
Obras de arte, grabados, lajas, pinturas, paredes, talavera, “dignidad” y mucho dinero, a favor de esos traficantes de nuestros digno pasado.
Pero, esos son otros tema.
Hoy hay que comentar de la zona fundacional de la primera fundación (vaya lo redundante) de la Puebla de los Ángeles, donde hay vestigios de lo que fueron los primeros fundadores, aguadores y desagües de lo que fue la futura ciudad nuestra.
Un tema atendido desde el pasado mes por quien intenta redactar este texto.
El encuentro de dos ríos que fueron llamados de Xonaca y de Almoloyan (“agua que brota”, dicen) y dieron pie a llegar a la plazoleta de San Juan del Río. O paseo del Río.
O del Cirineo, donde hay una capilla (en la actual calle 14 Oriente).
Ductos a la baja.
Desde la parte alta, desde los llamados Altos del Convento de San Francisco.
Por eso el barrio fue nombrado El Alto.
Los altos o el Alto de San Francisco.
Pero hay quien quiere callarlo.
¿Por qué?
Históricamente y en el habla, en el subsuelo de lo que conocemos como la poblana calle 14 Oriente y del Mercado de El Alto, hay vestigios de lo que fue la Puebla del siglo XVI.
Un punto de encuentro de ríos.
Pluvialmente intensos en los meses de abril, mayo y junio por las tormentas.
Con posteriores caminos, drenajes y canales de agua limpia.
Historia documentalmente evidenciada.
Ocultar lo quieren hoy las autoridades municipales poblanas –a su beneficio, comercialmente hablando–, pero hay muchas evidencias en su contra. Negando vestigios para no alimentar la historia a partir de una simple fuente. (Una fuente itinerante que partió de aquel mercado hacia la cárcel de San Juan de Dios y ahora reside en el Parián, por cierto).
El INAH tiene documentada y fotografiada la existencia de canales construidos para introducir agua a los primeros pobladores de la Puebla del siglo XVII y de los frailes franciscanos y –de ahí–, descargar más agua hacia el lado oriente del hoy llamado bulevar Héroes del Cinco de Mayo.
El mercado de El Alto merece el reconocimiento de museo de sitio.
Lo que dejaría de ser una propiedad municipal.
Otros documentos dan fe de que los jesuitas armaron una gran rueda hidráulica para proveer de agua a una oculta “cisterna” que aún existe en la esquina sureste del inmueble Carolino, documentada por el Doctor Castro Morales en su libro Puebla y su Universidad.
Por ahí por donde algunos llaman las “catacumbas”.
Leyendas urbanas, pero atractivas. Reales.
Poco conocidas, pero vigentes.
No investigadas, ciertamente. Pero reales.
O mencionadas “quedito” para rebajar el orgullo de los cronistas callados.
Valor real para reabrir la historia de la Puebla de los Ángeles.
De su fundación. En El Alto.
No para los beneficiados a quienes les otorgan una limosna a cambio de un voto.
Un voto al que hay que echarle tierra para ocultar la historia de Puebla.
Crónicas calladas.
A cambio de una limosna.
Y no precisamente para los fundadores franciscanos de El Alto.