Por: Lic. Guillermo Pacheco Pulido
Es Relativo
No cabe duda que a los buenos maestros se les recuerda con cariño siempre. Pueden ser nuestros padres, algún familiar o amigo, o maestro y maestra de la escuela.
En tercero de secundaria teníamos un maestro, Miguel Villarelo, que en su cátedra nos hablaba de la literatura francesa, de sus escritores y poetas.
Recordamos a Jean Baptiste Poquelin conocido como MOLIÉRE, quien fundamentalmente escribió obras de teatro.
Entre estas obras citamos a El Misántropo, El Avaro, Las Preciosas Ridículas, Tartufo o el Impostor, Don Juan, El Médico a Palos, Los enredos de Scapin, El Enfermo Imaginario, entre otros.
Eran obras con contenido burlón, comedia, hipocresía, crítica, sátira y mentira Todo ello a través de sus personajes.
Moliére era de familia adinerada, pasó problemas económicos al crear su propio edificio o negocio en dónde se desarrollaban sus obras, comedias, farsas, tragicomedias. Fundó: L’illustre Théatre.
Moliére está considerado como el creador de la comedia francesa moderna y sus obras siguen en escena en muchas partes del mundo.
Se señala que hubo una época en que estuvo prohibido presentar en público sus obras. Fue el rey Luis XIV quien autorizó que se representara su obra.
A Moliére se le conocía como El Demonio en Sangre Humana.
Su epitafio escrito por él mismo decía : “Aquí yace Moliére, el rey de los actores. En estos momentos hace de muerto y de verdad que lo hace bien”.
André Comte-Sponville, magnífico escritor francés, editó un libro: “EL PLACER DE VIVIR “ en el que hace mención a Moliére y nos dice:
“Estaba en la Comédie- Francaise, la otra noche, para ver de nuevo El burgués gentilhombre. No es, ni con mucho, mi obra preferida de Moliére. Al lado de El Avaro, El misántropo o Don Juan, solo es una divertida improvisación. Pero los actores eran perfectos, la dirección maravillosamente vitalista e inteligente, las músicas endiabladas, los bailes llenos de encanto, de alborozo de humor… lo que hasta ahora me había parecido superficial o chistoso, y que a menudo así se representa, adquiere su verdadera profundidad, que es la de la humanidad, al mismo tiempo que su máxima gracia, que es la de nuestras ridiculeces. ¿Una diversión? Lo es, pero que te hace más inteligente y más feliz”.
“La sala estaba llena, como casi siempre. Fue un triunfo como muy pocas ocasiones. Moliére hubiera estado contento. Su obra, cuando está bien representada, no envejece nada. Hace pensar tanto como reír. Todos conocemos la historia. Monsieur Jourdain es un buen burgués, muy rico y muy ignorante, fascinado por la buena sociedad: toma como modelo todo lo que llama gente de calidad, Dicho de otro modo la nobleza y la corte. Es esnob, en el sentido tal vez etimológico, y en cualquier caso, esclarecedor del término: ‘no noble’ (sine nobilitate) y queriendo pasar por serlo. Ese esnobismo es de otra época. Pero los esnob se mantienen, lo único que han hecho es cambiar de modelo. Quieren parecer lo que no son; por ello todo esnobismo es mentira. Exhibir la cultura que tenemos es ser pedante; hacer alarde de una cultura conocida es ser esnob. Mostrar la fortuna es ser vanidoso; hacerse pasar por rico es ser esnob. Jactarse de las relaciones, de las amistades, de las conquistas, es ser mundano o grosero. Inventárselas es ser esnob. Los defectos son innumerables, y este no es el más grave. Pero es uno de los más ridículos. Monsieur Jourdain es un buen hombre, que no haría daño –fuera de su locura, ya volveré luego sobre esto– ni a una mosca. Pero vive en la mentira, en el falso pretexto, en el parecer. Desearía ser su propio clon, pero en gentilhombre. No es más que su propio payaso, y el de todos nosotros”.
Buen hombre decía antes, y este es, en efecto, el recuerdo que conservaba de él. Pero un gran loco también, que no dudaría en pagar a su criada, cuando esta se niega a tomarle en serio, a humillar a su mujer, si es por una marquesa, a causar finalmente la desgracia de su hija, para poder poner un pie –con un matrimonio a la fuerza– en la buena sociedad… Es un snob fanático, un Savonarola del amor propio. La buena gente es espantosa a veces. Nadie lo ha mostrado mejor que Moliére. La maldad desnuda es rara. La mayoría hace daño solo por obcecación, y menos por interés que por pasión. Son prisioneros de sí mismos, de su pequeñez, de su neurosis. No hacen el mal por el mal, sino para lo que consideren un bien, el suyo y el mayor de todos. El Avaro por su tesoro. El Misántropo por su ira o su intransigencia. Don Juan por sus conquistas. Tartufo por su comodidad, sus placeres y su reputación… Monsieur Jourdain finalmente por la nobleza que le falta y le fascina. Banalidad del mal, dirá Hannah Arendt. Extravagancia del mal, añadiría Moliére, mientras no sea atroz. Solo podemos elegir entre la comedia y la tragedia: llorar por nuestras miserias, o reírnos de nuestras ridiculez. Y sin duda, es la comedia la más verdadera, la más profunda y la más vitalista. Es dar la razón a Demócrito más que Heráclito y a Montaigne más que a Nietzsche. Que lo trágico forma parte de la condición humana, nadie lo ignora. Pero ¿por qué deberíamos tomarlo siempre en serio? Demócrito ‘al encontrar vana y ridícula la humana condición’, no cesaba de reírse, recuerda Montaigne; Heráclito, ‘teniendo piedad de esta misma condición nuestra’, de llorar. ‘Prefiero el primer humor’ añade el autor de los Ensayos, no solo porque es más agradable, explica, sino porque es más desdeñoso. ¿Llorar? Sería tomarnos demasiado en serio. Reír es más acertado, o más ajustado: ‘Yo no creo en absoluto que haya tanta desgracia en nosotros como vanidad, ni tanta maldad como necedad. No estamos tan llenos de mal como de inanidad, ni somos tan miserables como viles… Nuestra condición es tan ridícula como risible’. Es también la elección de Moliére y es una lección de sabiduría. ‘ Más vale reír que llorar, más vale desdeñar que odiar.
Aparece en la obra un ‘maestro de filosofía’ qué os recordará alguien y os hará reír. Pero el verdadero filósofo, en todo esto, es Moliére. Porque nos ayuda a pensar y a vivir. Porque nos hace más lúcidos, más libres, más alegres. Solamente la verdad nos hace reír: eso significa Moliére”.