Notas para una defensa de emergencia
Silvino Vergara Nava / correo: [email protected] web: parmenasradio.org
Ahora el mundo aparece como un objeto
al que el pensamiento calculador dirige
sus ataques y a los que ya nada debe poder resistir.
La naturaleza se convierte así en una única
estación gigantesca de gasolina, en fuente
de energía para la técnica y la industria modernas
Martín Heidegger
El filósofo más prestigiado del siglo XX, Martin Heidegger, en 1955 escribió Serenidad, del cual se desprenden textos verdaderamente lapidarios para esos tiempos. Pero sobre todo para la actualidad.
Tal es el caso de este fragmento: “Hoy en día se toma noticia de todo por el camino más rápido y económico y se olvida en el mismo instante con la misma rapidez…”
Y esto se escribió cuando aún no existía la televisión por cable, internet, las redes sociales, los celulares, las pantallas, etcétera; los que saben al respecto indican que hoy cualquier persona no le pone atención más de 30 segundos a una noticia, video, documental. Precisamente porque todo se aceleró a velocidades inimaginables que nos han provocado que se pierda la capacidad de digerir lo que estamos observando, sea una noticia o cualquier información.
Dentro del texto de Serenidad, sostiene el autor alemán que al planeta se le está utilizando como una estación de gasolina: “Desde hace algunos siglos, tiene lugar una revolución en nuestro modo de ver el mundo gracias a la filosofía moderna. Ahora el mundo aparece como un objeto al que el pensamiento calculador dirige sus ataques y a los que ya nada debe poder resistir. La naturaleza se convierte así en una única estación gigantesca de gasolina, en fuente de energía para la técnica y la industria modernas… El poder oculto en la técnica moderna determina la relación del hombre con lo que es. Este poder domina la Tierra entera… Nadie puede prever las radicales transformaciones que se avecinan. Pero el desarrollo de la técnica se efectuará cada vez con mayor velocidad y no podrá ser detenido en parte alguna”.
Pareciera que lo escrito en 1955 se está viviendo actualmente con lo que se llama “calentamiento global”, pues el principal problema es que aparentemente ya no hay forma de detenerlo. Sin embargo, los que cuentan con buenas intenciones son incapaces de poder detener el deterioro de esta “estación de gasolina” que es la Tierra.
Y a los que no les interesa este deterioro resulta que son los que tienen las más amplias libertades para seguir exterminando los recursos naturales a cambio de riqueza, millones de euros o dólares, conformación y constitución de grandes monopolios, etcétera; sin embargo, dentro de todo este desastre, bien se puede preguntar: ¿qué ha hecho el derecho ante esto?
Pareciera que muy poco. En primer lugar, todo da a entender que Carlos Marx tenía razón respecto al papel del derecho, pues se convirtió en una herramienta de lo que él denominaba como la burguesía, que no es otra cosa que hoy, considerar a los grandes monopolios, es decir, el poder económico, pues en el fondo del asunto, el derecho pudiera hacer más para contener ese voraz interés de seguir destruyendo al planeta y viéndolo como una simple “estación de gasolina”, ya que si se ha dado ese tratamiento al planeta es porque el derecho con sus reglas y principios ha dado la gran libertad a la ciencia y a la tecnología para hacer del planeta lo que hoy vemos.
Es decir, pareciera que en la actualidad los que tienen y gozan de mayor libertad desde luego que no son los ciudadanos de a pie, menos los gobernantes que deben de retribuirle e informarle a un superior que se llama poder económico, sino que sontanto la ciencia como la tecnología las que gozan de la mayor libertad para poder hacer uso de sus inventos, experimentos, descubrimientos. Es aquí en donde el derecho no ha querido hacer nada o no lo ha intentado hacer, o bien, no lo ha podido hacer.
Basta con algo muy pequeño como ejemplo; hace 30 años no se contaba con este panorama de hoy de la ciudad de Puebla, pero no nos referimos a los anuncios publicitarios, ni a la contaminación del aire, sino simplemente a los cables de amarran a los postes de toda la ciudad y no en viceversa. Hoy, vivimos con una visión de la ciudad conformada por una telaraña de cables, precisamente del poder económico, de la tecnología, de la ciencia, que ha tenido toda la libertad de cablear la ciudad. Pero, no se le ocurra a alguien poner una mesa en una banqueta del Centro Histórico, porque inmediatamente se la confiscan. Y si esas empresas cableras desean hacer un tendido de cables, un cableado en cualquier calle de la ciudad, ni quien se dé cuenta de metros más o metros menos; es más, algunos ciudadanos hasta lo celebraríamos, porque en los tiempos de lluvia son tantos los cables que llegan a conformar una especie de techumbres que atajan la lluvia en muchas de las esquinas de la ciudad.
Y, ¿qué hacen los gobiernos al respecto?
Pues nada. Algunos, si hacen alguna mención, aplican un programa de unas semanas o meses como para quitar los cables que ya no sirven, imponen alguna multa a las empresas cableras y se acabó. Después de esa temporada, se sigue cableando por los cielos la ciudad; esto no es otra cosa más que una simple muestra de lo que está sucediendo con esta “estación de gasolina”.
El filósofo alemán Martin Heidegger no se equivocó, y eso que vivió en Europa y nunca llegó a México. Pero es una muestra irreversible. Sus textos del libro Serenidad revelan que pareciera que estamos cerca de una catástrofe natural creada artificialmente por la propia humanidad, la cual no hace nada por, al menos, contener el deterioro de nuestra “estación de gasolina” que es el plantea Tierra.