Lo peor de la pandemia de COVID-19 parece ir quedando atrás.
Por eso, en el remanso de nuestros días, que se manifiesta con una reactivación casi total y un mejor ánimo social, parece ser tiempo de ir haciendo cuentas.
En ese repaso hay infinidad de acontecimientos. Muchos, por absurdos, serán para olvidarse. Otros deberán prevalecer como lecciones de lo que se hizo bien y de lo que definitivamente se hizo mal. O muy mal.
Llegará pronto el momento de someterse al juicio, por igual gobierno y sociedad.
Mientras, habrá que replicar las veces que sea necesario ante la persistente necedad de muchos, que la pandemia de coronavirus no ha terminado, aunque se asuma que existe una notable disminución de casos en el país y en Puebla, tanto de contagios como de hospitalizaciones y decesos.
Ciertamente, las cifras actuales provocan optimismo. Las de este mismo miércoles revelan que se han sumado en Puebla 13 días consecutivos sin que se registre ninguna defunción. Hubo además sólo 16 nuevos casos de contagio y únicamente hay 31 hospitalizados, apenas uno con asistencia de ventilación mecánica.
Tales indicadores acreditan que la pandemia parece superada y que estamos en la ruta para una fase donde la enfermedad sea endémica, esto es, que periódicamente pueda surgir en momentos y regiones muy determinadas, como ocurre con la influenza.
Eso no implica, hay que reiterarlo, que la amenaza del virus se haya extinguido, lo que nos obliga a mantener las normas mínimas de seguridad sanitaria y, en su caso, a que las personas con algún rezago acudan cuanto antes a inocularse.
Así, mientras el gobierno federal anunció desde hace días el relajamiento de medidas sanitarias a nivel nacional, incluso sugirió dejar de usar el tapabocas “porque ya no es imprescindible”, la Organización Mundial de la Salud insiste en su llamado a mantenerlas, ante el riesgo de una eventual propagación de las nuevas variantes del virus.
Tedros Adhanom, director general de la OMS, ha exhortado a los países a mantener las medidas no farmacológicas como el uso de cubrebocas, señalando que el comité de urgencia de la OMS sobre COVID-19 fue unánime al estimar que no era “el momento de bajar la guardia”.
El directivo recordó que la pandemia aún es una emergencia sanitaria que genera preocupación internacional. Sin embargo, lamentó que cada vez más países levantan total o parcialmente las restricciones sanitarias establecidas para controlarla, por lo que el Reglamento Sanitario Internacional se reunirá en tres meses para evaluar la situación.
Así que la tarea no ha concluido. Ni para la autoridad, ni para la sociedad. De hecho, como lo refieren especialistas, ahora las personas deben tomar sus propias decisiones en función de sus circunstancias médicas, así como de su tolerancia al riesgo cuando se trata de contraer COVID-19.
De modo inmediato viene otra etapa que se cubrirá la semana próxima con la vacunación para menores de edad entre 12 y 14 años, segmento que había sido desdeñado de las jornadas de vacunación y que finalmente, tras titubeos inexplicables, se decidió incluir.
El gobierno federal anunció esta semana la disposición de un millón 820 dosis de la marca Pfizer, descartando así la temida posibilidad de que se aplicara de manera emergente la vacuna Abdala, proveniente de Cuba.
Para el caso de Puebla, la población objetivo en ese rango de edad es de 360 mil menores, pero por ahora sólo se dispondrá de 153 mil 270 dosis que serán aplicadas en coordinación con la SEP en la capital y municipios conurbados.
Ya sólo quedará pendiente, desde luego, el caso de los menores de 5 a 11 años que en otros países también están siendo vacunados mientras que aquí hay reticencia del gobierno en reconocer la conveniencia de que esos menores también sean inoculados.
Lo deseable es que la cobertura alcance al mayor número de personas porque es en esa justa medida como se podrá evitar todo riesgo de posibles repuntes y nuevas olas de contagio.
Pero mientras todo ello ocurre, refería que hay espacio para recuentos y balances que, en el caso de Puebla, son más que favorables, rubricados aún más con el esfuerzo desplegado en la última etapa que concluyó el sábado pasado.
Tan sólo en la última fase de las dos semanas recientes, en 867 puntos y en recorridos itinerantes se aplicaron en Puebla casi 604 mil dosis. Lo notable fue que pese a las premuras, ninguna vacuna de las remitidas a última hora caducó ni faltó por ocuparse.
De esa forma concluyó en el país y aquí la campaña de vacunación contra COVID, que en sus distintas etapas abarcó un total de 438 días. Fue sin duda un proceso largo y azaroso, con un principio errático y un final mucho mejor. Las cifras son reveladoras y acreditan el esfuerzo realizado.
Ya en la suma global, que abarca del 14 de enero de 2021 al último día de abril del año en curso, se aplicaron en Puebla 10 millones 650 mil 564 dosis, equivalentes a 24 mil 316 vacunas diarias, 113 por hora, 17 por minuto y una cada tres segundos.
De esa suma total de vacunas aplicadas, un 71 por ciento corrió a cargo del personal del sistema de salud del gobierno estatal, mientras que el resto correspondió al IMSS, ISSSTE y la Secretaría de la Defensa Nacional.
No es el único rubro donde el esquema de salud de Puebla mostró capacidad y eficiencia a lo largo de toda la pandemia. Recuérdese que mediante gestiones extraordinarias se tuvo que revertir la última posición nacional que se tenía respecto al número de vacunas aplicadas. Puebla terminó entre las tres mejores del país.
A diferencia de otras entidades, y con recursos propios, fue puntual y efectiva la reacción del gobierno estatal en los momentos de mayor premura. El caos que se veía en otras latitudes por falta de atención y de camas, aquí pudo evitarse con una pronta reconversión de hospitales y un despliegue médico inusitado.
Hubo también suficiencia en el suministro de equipo médico, tanques de oxígeno, respiradores y ventiladores mecánicos, así como otros insumos necesarios que permitieron afrontar la emergencia en mejores condiciones.
No una, varias veces el sistema de salud poblano fue reconocido a nivel nacional y en días próximos habrá otra distinción, por el programa que promovió el Sistema Estatal DIF, al repartir miles de paquetes alimentarios a poblanos marginados durante la dura y larga etapa del confinamiento.
Debe ponderarse que Puebla tampoco cayó en la trampa del gobierno federal que se obstinó por minimizar la pandemia y por asumir medidas francamente erráticas.
A diferencia, hubo aquí –hay que decirlo– liderazgo, capacidad, responsabilidad y sentido social frente a los muchos avatares que después de dos años finalmente fueron resueltos. Esta historia no ha terminado todavía, vendrán nuevos retos, pero en una primera evaluación, aquí al menos, la prueba ha sido superada.