Septiembre otra vez.
No cabe duda que son tiempos de sismos.
Por largo e intenso, el del martes pasado nos sorprendió a todos, ya de por sí agobiados por la incidencia de tantas tragedias.
Benditas redes sociales que permitieron disponer de pronta información, calibrar la magnitud, conocer de posibles daños y, sobre todo, tener comunicación con familiares y amigos.
Los sismólogos dicen que es mera coincidencia que sea otra vez en un fatídico septiembre, que no hay razones técnicas ni científicas que lo puedan explicar, además que son absolutamente impredecibles.
Habrá que acostumbrarse entonces, aunque no sea fácil.
Esta vez afortunadamente todo quedó en sobresaltos y sustos, pero recuperado el aliento es casi imposible evitar que asalten los recuerdos.
La memoria suele ser cruel y retrata de inmediato otros eventos similares.
En mi caso, me devienen en especial aquellos que han azotado en Puebla con efectos que aún se lamentan por la pérdida de vidas y por los innumerables daños materiales, algunos por cierto todavía sin resarcir.
Hay en cada uno experiencias únicas en las que el instinto de sobrevivencia aflora, sería prolijo enumerarlas.
En esa cadena retrospectiva, está particularmente fresco el recuerdo del terremoto del 19 de septiembre de 1985.
Vivía en el entonces Distrito Federal y por razones laborales tuve que recorrer varias zonas devastadas, incluyendo la unidad Tlatelolco, que era además un paso obligado para llegar al trabajo.
Aquellas escenas desoladoras las llevaré grabadas por siempre.
Diré acaso que un par de oficinas donde antes había laborado desaparecieron en su totalidad. Una en Televisa y otra en la Secretaría del Trabajo.
Por todo ello celebro el saldo blanco del sismo en la víspera.
Y en esa reflexión, concluyo que en el devenir cotidiano hay otro tipo de sismos, acontecimientos que también hacen vibrar, en este caso, de coraje.
Algunos de esos ajetreos los provocan funcionarios torpes que debieran evitar abrir la boca, especialmente cuando abordan temas que son sensibles. Es el caso del timonel de la pandemia en México.
Debo acotar que durante años, a muchos servidores públicos les habían dicho ineptos y hasta corruptos, pero no recuerdo que públicamente les llamaran “pendejos”.
Fue así como la senadora Xóchitl Gálvez calificó este martes a Hugo López-Gatell por su declaración sobre los niños que han emprendido acciones legales para ser vacunados.
El subsecretario de Salud del gobierno federal había dicho horas antes que darle una vacuna a un menor amparado es quitarle una vacuna a un adulto que lo necesita.
“No hay que perder de vista que por cada dosis que por acción judicial de estas sentencias de amparo se ‘desviara’ hacia un niño o una niña cuyo riesgo es considerablemente menor, se le está quitando la oportunidad a una persona que tiene un riesgo mayor.
“No puede ser que declare eso cuando hay niños que son vulnerables”, matizó la legisladora panista
El controvertido funcionario federal ya había advertido que niños y adolescentes tienen un riesgo casi nulo de morir a consecuencia de la COVID-19 o presentar síntomas graves, y por ello en su momento se tomó la decisión de que los estudiantes regresaran a clases presenciales.
Expuso entonces que el riesgo de que un niño o adolescente padezca gravemente por contagio del virus es de un 0.004 por ciento. Debe tener otros datos, porque las cifras indican otra cosa.
Desconoce el señor López-Gatell que desde hace rato autoridades sanitarias acreditadas, entre ellas las de Estados Unidos, han recomendado que todos los mayores de 12 años se vacunen.
Los expertos concluyen que es la mejor herramienta para detener la propagación de la enfermedad y la proliferación de nuevas variantes del virus.
En el país vecino del norte, a la fecha se ha vacunado alrededor de 600 mil menores entre 12 y 15 años de edad, mientras que en Europa ya se dio luz verde al uso de dosis para menores de edad.
En España se anunció que iniciarán la vacunación a finales de verano, como ya está ocurriendo en Francia, Austria, Israel, Emiratos Árabes Unidos y Singapur, mientras que Hungría comenzó a vacunar a adolescentes de entre 16 y 18 años el mes pasado y en Italia están por iniciar.
Además, Argentina, Colombia, Chile, Cuba, El Salvador, Costa Rica, Ecuador, Paraguay, Panamá, República Dominicana, Perú y Uruguay son los países en la región que ya están vacunando contra el coronavirus a su población de 12 a 17 años, en su mayoría también con el fármaco de Pfizer que es el único avalado.
En México están vetadas.
Al momento, las autoridades de Salud han sido notificadas al menos de 262 recursos legales promovidos por familiares de menores, con base en los cuales se ordena aplicar el biológico a niños y adolescentes.
Pese a las críticas desde el gobierno federal, magistrados y jueces continúan otorgando suspensiones que obligan a las autoridades a vacunar a menores. Es muy posible que los casos se multipliquen.
Algunos magistrados han citado un artículo de la revista especializada The Lancet, titulado “¿Debemos vacunar a los niños contra el Sars-CoV-2?”, en el que se recomienda aplicar la vacuna a menores de entre 12 y 17 años pues en caso de ser infectados, podrían tener repercusiones a largo plazo.
A través de sus padres, los menores señalaron como acto reclamado la negativa u omisión de aplicar la vacuna, lo que les impide acceder a un beneficio clínico para evitar contraer la enfermedad.
A esa argumentación, el gobierno federal responde que no atenderá a los menores, porque le quitan la posibilidad a un adulto.
Vaya estupidez.
Mientras no haya una explicación científica fehaciente, la repuesta de López- Gatell debe ser despreciada.
Ni modo, ya vendrán otros sismos y lo serán de todo tipo, hay que acostumbrarse.
Mientras tanto, sí, por supuesto que suscribo el calificativo que le propinó esta semana la senadora Xóchitl Gálvez.