Jesús Peña
Saben que llegarán cansados, con los pies destrozados, la espalda lastimada y que seguramente ya será el 12 de diciembre, pero contemplarla unos minutos les repondrá la fuerza, la mayor de todas: la de la fe. Se postrarán ante ella, darán gracias por las bendiciones recibidas y le harán peticiones, la principal: que libre a México del coronavirus.
“También más trabajo. Que le devuelva la salud a los enfermos.
Que ya volvamos a la normalidad. Que no nos desampare, como la madre que es”, fueron algunas de las expresiones de un grupo de peregrinos que partió de la junta auxiliar de San Baltazar Campeche rumbo a la Basílica de Guadalupe.
Este año, la visita se ha tornado especial, luego que en 2020 el viaje fue suspendido por la pandemia de COVID-19. Fue la primera vez que la imagen religiosa –cuya capilla está ubicada en avenida Guadalupe Victoria y calle Ejido– no hizo el viaje en poco más de 30 años.
El grupo es de apenas una docena, no como en otros años que era más nutrido. El miedo a la enfermedad, la necesidad de trabajar y algunos problemas de salud han mermado la participación.
Salieron poco después del mediodía, ayer, con el trayecto que ya conocen: pasarán por San Martín Texmelucan, Río Frío y Ciudad Neza, de ahí tomarán la calzada Ignacio Zaragoza y luego la calzada Guadalupe hasta llegar al cerro del Tepeyac.
En plena calle, las familias se juntan. Los que recorren el trayecto son hombres; madres, esposas y hermanas se quedan en sus casas; rezarán por ellos, pedirán por que vuelvan a salvo. Los niños pequeños, algunos, son vestidos con algún motivo religioso para la despedida. Desde corta edad comienzan a vincularlos con el fervor por la “madre de México”.
Un hombre de poco más de 30 años es el encargado de llevar la imagen de la Virgen de Guadalupe, que es de bulto y pesa aproximadamente 10 kilos.
Además, cada peregrino porta una mochila con una cobija, chamarra, agua y alguna provisión.
En más de tres décadas –narran los más experimentados– a la imagen nunca le ha pasado nada, aunque sí ha corrido riesgos, especialmente en los cerros de Río Frío, donde tienen que poner especial atención cuando oscurece, ya que atraviesan por veredas; además, las bajas temperaturas hacen que los reflejos se adormezcan.
Cerca de las 14:00 horas, a pleno rayo de sol, comienzan la caminata por las primeras calles.
Atrás quedan las familias y, por delante, más de 130 kilómetros por recorrer.
No les ha tocado sufrir ningún accidente, aunque sí han sabido de casos en que los peregrinos son heridos o muertos en carretera, ya sea que vayan a pie, bicicleta, motocicleta, camioneta o autobús.
A San Martín Texmelucan se harán aproximadamente seis horas, allí se quedarán a dormir en el Polideportivo. En Río Frío, tradicionalmente son albergados en una casa particular, pero llegando a Ciudad de México deben pasar la noche en un parque.
Más tarde llega un joven, con su mochila a hombros, corriendo. Pero ya no alcanza al contingente. Se sienta al pie de la capilla, se quita la gorra, saca un cigarro y piensa qué hacer. Después de unos minutos concluye que no puede hacer nada. Cabizbajo, se retira.
Quienes ya están en camino, sólo piensan en ver unos minutos a su madre celestial, quien los “apapachará” con su mirada, quieren de ella la misma ternura con que hace 490 años le dijo a Juan Diego: “¿No estoy yo aquí, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy yo tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo?”
A CONSIDERAR
Las autoridades Ciudad de México aplican un operativo de seguridad y vigilancia:
Participarán elementos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, apoyados con vehículos y dos helicópteros
Se pide a los peregrinos el uso obligatorio de cubrebocas, llevar gel antibacterial y conservar sana distancia
Aunque la Basílica de Guadalupe permanecerá abierta, no se celebrarán misas presenciales; sólo de manera virtual
Se espera que este domingo arriben a la Basílica cuatro millones de peregrinos; en 2019, antes de la pandemia, acudieron casi 11 millones
UNA HISTORIA DE 490 AÑOS
La Basílica de Guadalupe resguarda el ayate de San Juan Diego, a quien el 12 de diciembre de 1531 se le apareció la Virgen María en su advocación de Guadalupe, quien le dio un mensaje para que lo entregara al obispo Juan de Zumárraga: que le erigieran un templo.
El religioso pidió al indígena pruebas de lo que decía, así que volvió al cerro, donde la Virgen le pidió cortar rosas, ponerlas en su ayate y llevarlas de vuelta, momento en el cual quedó en el entramado la imagen de La Morenita del Tepeyac, a quien la Iglesia católica coronó como Reina de México y Emperatriz de América.