Para reducir la pobreza, ¿hay que concentrarse en un mayor crecimiento económico o en reducir las disparidades?¿Es más acelerado el crecimiento económico con una alta o con una baja inequidad? En un informe sobre desarrollo mundial preparado por Francisco Ferreira y Michael Walton en 2006: “Equidad y Desarrollo”, el Banco Mundial sostiene que ésta no es la pregunta adecuada.
Equidad no es lo mismo que igualdad. Por equidad, nos referimos a dar a cada uno las oportunidades que se merece para acceder a los factores que hacen posible que la gente pueda generar cierto ingreso y acceder a cierto nivel de bienestar. En una sociedad equitativa, todos podemos escoger el tipo de vida que queremos, ya sea en términos de educación, para obtener un crédito, un empleo o para participar en el debate público, independientemente de cuál sea nuestro país de origen, estatus económico y social de nuestros padres, nuestra etnia, clase social o género.
La distribución de ingresos, niveles educativos y bienes materiales son típicamente desiguales en una sociedad equitativa porque las personas difieren en términos del esfuerzo que realizan, su deseo de arriesgarse, o de la manera en cómo procesan información. Esta inequidad de ingresos no es sólo aceptable, sino también deseable debido a los incentivos que proporciona.
Lo que no es aceptable es la desigualdad derivada de la falta de oportunidades y de la discriminación. Por ejemplo, una niña indígena nacida en un área pobre de América Latina enfrenta un futuro mucho más difícil que un niño de un barrio rico. Asimismo, los ciudadanos de los países desarrollados viven en promedio 20 años más y tienen al menos seis años adicionales de escolaridad que quienes viven en países en desarrollo.
Estas diferencias no sólo son moralmente inaceptables: también obstaculizan el crecimiento económico y la reducción de la pobreza. Aunque no hay una relación sistémica entre desigualdad en el ingreso y el crecimiento, el informe argumenta que EQUIDAD y CRECIMIENTO son, a largo plazo, COMPLEMENTARIOS. Una mayor equidad promueve una mayor prosperidad.
La falta de oportunidades inhibe la iniciativa y le quita a la sociedad el talento y el esfuerzo de sus miembros. Si una mujer pobre quiere empezar un negocio, pero enfrenta obstáculos para conseguir un crédito, seguramente no podrá hacerlo por más grande que sea su empeño. Las sociedades con una distribución equitativa de recursos tienden a tener pactos políticos donde la mayoría de los ciudadanos, y no solamente las élites, participa directa e indirectamente en la toma de decisiones.
Una mejor protección de la propiedad y un sólido Estado de derecho con menos corrupción promueven un crecimiento más justo y equitativo. La experiencia histórica de países europeos dónde el capitalismo rhenano ha sido impulsado o las economías con una visión más social de los países escandinavos, ilustran perfectamente esta situación.
Si la equidad trae tantos beneficios, ¿por qué tantas sociedades no lo son? Las que se forman con una distribución inequitativa de recursos tienden a crear instituciones económicas y sociales que a su vez son inequitativas. Por lo tanto, la inequidad se perpetúa por generaciones, ya que las élites controlan el poder y capturan los beneficios de la actividad económica. Esto no sólo es injusto, es ineficiente económicamente al impedir que grandes grupos de la población desarrollen su potencial económico.
Aún cuando la historia es importante en la determinación de la inequidad, el cambio es posible. Donde hay una base política para los cambios, muchas políticas y programas pueden significar oportunidades para los pobres. Pero la expansión de la equidad para fomentar el crecimiento puede también requerir acciones que pongan límites a la captura por parte de las élites, como abrir los sistemas financieros, reducir la concentración del poder del mercado en ciertos sectores, controlar las consecuencias negativas del corporativismo, asegurar la transparencia y la rendición de cuentas de los gobiernos.
Esto se aplica igual a países ricos y pobres, pero los ricos tienen la responsabilidad adicional de apoyar la reforma de los mercados globales para poner fin a la discriminación contra los pobres, así como la reforma de los mecanismos de gobernabilidad global para darles mayor voz y participación. Los debates durante las cumbres de la ONU refuerzan la necesidad del compromiso de los ricos con un mundo más equitativo.
La equidad debe regresar al centro del discurso y de la acción de la reducción de la pobreza y del desarrollo económico. La equidad es importante no sólo por sí misma, sino por el rol que juega en la formación de una economía dinámica, innovadora y eficiente, tanto en el ámbito nacional como mundial.
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Quiero aprovechar estas fechas para agradecer a mis amigos de Crónica por la oportunidad de escribir en este medio. Gracias también a los lectores de este espacio. Y expreso mis deseos por tiempos de salud, prosperidad y conciencia para ustedes, México y el planeta.