Tras permanecer en color verde durante todo el periodo vacacional, a pesar del duro embate de la variante Ómicron de la COVID-19, al fin el gobierno federal modificó este fin de semana el semáforo epidemiológico del país, en cuyo caso Puebla se mantendrá sin cambios durante ese mes.
En este reacomodo en el que la entidad poblana fue catalogada como de “riesgo bajo”, tres entidades –Baja California Sur, Chihuahua y Tamaulipas– pasaron a color naranja y otras 10 al amarillo, ante un incremento sustancial de contagios.
En nuestro caso, la clasificación favorable pudiera verse con optimismo, pero no debiera ser así, ni tampoco deberíamos confiarnos. Datos oficiales de la secretaría de Salud del gobierno estatal revelan que al cierre de esta misma semana, el número de casos positivos aumentó en casi 46 por ciento, al pasar de 190 a 277 contagios.
A este ritmo, por el alto nivel de transmisión de la variante Ómicron, se advirtió que durante la semana entrante podríamos llegar a unos 650 casos de contagios, cifra que representaría el punto más alto de personas infectadas con registro en la entidad desde que la pandemia inició hace dos años.
Es cierto que los niveles de hospitalización son todavía muy bajos –20 por ciento de ocupación de camas– y son pocos los decesos, debido a la cobertura de vacunación, pero ello no debería impedir que se mantengan en extremo las medidas de prevención.
En este contexto encaja la recomendación que hizo en la víspera el gobernador Miguel Barbosa Huerta, quien aseguró que Puebla podría salir adelante por la cultura sanitaria y de autorregulación que ya adquirió la sociedad.
A su juicio, los diversos decretos que ha expedido han incidido para que la población tena un mejor comportamiento frente a la pandemia, al adoptar formas cotidianas de cuidado personal.
En su conferencia de prensa del viernes, dejó claro que su administración no asumirá medidas para reducir los aforos en establecimientos y lugares públicos ante el incremento de casos de coronavirus.
En todo caso, enfatizó, deberán ser los propios poblanos los que deban decidir cuál deberá ser su comportamiento en situaciones de riesgo, así como de asistir o no a lugares con aglomeraciones.
El mandatario aseguró que “no se va a dejar de cuidar a la gente”, pero tampoco se tomarán medidas que vuelvan a afectar a la economía, ni se van a suspender las clases que reiniciaron bajo el esquema de presencialidad escalonada.
Sin decirlo de manera explícita, de alguna manera el mandatario estatal dejó entrever que mantendrá pendiente el decreto que desde el año pasado había preparado, mediante el cual se pretendía limitar el acceso a lugares públicos cerrados para quienes todavía no se han vacunado.
Respecto a ese documento, recientemente había dicho que estaba sujeto a varias ponderaciones y que incluso se sometería a un cabildeo entre los representantes de las cámaras de comerciantes.
Todo hace suponer que la decisión será postergada o que tal vez se ponderará en función las estadísticas, derivadas e cualquier caso de la conducta social en los días por venir, que no serán fáciles.
Lo cierto es que, al menos en lo que a Puebla se refiere, el gobierno ha deslindado a sus pobladores la parte que les corresponde de responsabilidad.
Y lo hace con la autoridad que le concede el haber cumplido a cabalidad su propia parte, con un sistema de salud sólido y eficiente. Es pues el tiempo que la sociedad haga la suya.
Ciertamente la conducción de políticas públicas contra la pandemia y el tratamiento para quienes se oponen a la vacunación han sido un tema controversial en el orbe.
Hay casos como el de Filipinas, donde el presidente Rodrigo Duterte autorizó detener a las personas no vacunadas que salgan de sus casas durante el actual periodo de restricciones, impuestas para frenar los contagios de la variante Ómicron.
“Estoy dando órdenes para que busquen a personas que no están inmunizadas y les pidan u ordenen, si pueden, que se queden quietas. Si se niegan y salen de sus casas, se les puede detener”, declaró el mandatario.
También en el llamado “primer mundo” hay controversias.
El jefe de Estado francés, Emmanuel Macron, llamó “irresponsables” a quienes todavía no se han sometido a la vacunación y dijo estar dispuesto a “fastidiarlos” e “ir contra ellos”. “La verdadera fractura del país es ésta, cuando algunos hacen de su libertad, que se convierte en una irresponsabilidad, un eslogan”, agregó.
En Italia, el gobierno decidió imponer la vacunación obligatoria para todas las personas mayores de 50 años, ante el fuerte aumento de los contagios de COVID-19. “Queremos frenar la curva de contagio y animar a los italianos que aún no se han vacunado a que lo hagan”, dijo el primer ministro Mario Draghi, durante el consejo de ministros que aprobó la medida.
En Australia se desató una gran polémica de alcance global y con repercusiones diplomáticas, luego que el gobierno negara la entrada al tenista serbio Novak Djokovic, número uno del mundo, por carecer de su certificado de vacunación.
Queda claro que no en todas partes el comportamiento social ha sido el más pertinente. Ahí está el caso del grupo de influencers canadienses y estrellas de reality shows festejando sin medidas sanitarias en un vuelo privado que los llevó a Cancún.
En imágenes difundidas por redes sociales se apreció cómo unas 150 personas celebraron por unas cinco horas sin cubrebocas, cantando y bailando, intercambiando botellas de alcohol y fumando.
Para el primer ministro Justin Trudeau se trató de una “bofetada” a los canadienses por la actitud de los ahora llamado “covidiotas”, a los que se impuso una multa por 4 mil dólares, los que incluso hasta podrían ser sancionados penalmente.
Los referidos son casos extremos, pero lo cierto es que la variante Ómicron de la COVID-19 está matando a personas en el mundo y por ello no debería de ser calificada como “leve”, como lo ha señalado la Organización Mundial de la Salud, tras el registro récord de 9.5 millones de casos en todo el mundo y un alza de 71 por ciento, en el más reciente recuento semanal de infecciones.
Y en México, recién superamos la cifra de los 300 mil decesos.
La pandemia sigue y persistirá todavía un largo tiempo, indiscutiblemente.
Cada quien, a su estilo, tiene por cumplir su propia tarea.
Y en nuestro caso, vacunarse, actuar con prudencia y bajo las normas conocidas, es lo más pertinente.
Aquí, es tiempo de la responsabilidad social.