Mariana Flores
Quien siente “que se le acaba el mundo” ante la posibilidad de quedarse sin la persona que ama requiere ayuda: padece una dependencia emocional, que es nociva y puede escalar a desastre.
Aceptar como “normal” la violencia familiar es uno de los grandes riesgos, señaló Édgar Pérez Reyes, psicólogo y terapeuta asesor de parejas.
Como otras adicciones, la dependencia emocional afecta a quien la padece de modo que cada vez corre más peligro que en las experiencias anteriores, sobre todo de dominio de la contraparte en la relación, agregó.
La dependencia emocional nace del amor adictivo, que se da con demasía y se vuelve obsesivo.
“Necesitamos definir qué es la dependencia emocional y cómo detectarla. En psicología, consiste en una serie de comportamientos adictivos que conforman una necesidad poco funcional y dañina para el sujeto que la padece.
Pese a que puede ser transitorio, también puede volverse un patrón de comportamiento que lleva a escenarios verdaderamente catastróficos”, alertó.
DETECCIÓN
En entrevista, el terapeuta enumeró algunos rasgos: justificar abusos o excesos de la pareja, ceder a sus imposiciones “para no pelear”, volverse sumisos, temer quedarse solo, idealizar en forma irracional a la otra persona e infravaloran las propias.
“Sacfirican el amor propio y tienen la necesidad irracional de no experimentar sensación de vacío cuando la persona amada se va; suelen ser desmedidas en sus demostraciones de afecto”.
EL PEOR ESCENARIO
Cuando alguien con dependencia emocional prefiere pasarla mal antes que dejar a la pareja comienzan las conductas más nocivas: se normaliza la violencia o los celos y el escenario se agrava: la persona dominante en la pareja aumenta sus manifestaciones de desprecio y maltrato.
“Aquí es cuando hay que actuar, porque tal cual como un adicto a sustancias tóxicas, el dependiente emocional se las ingenia para volver a consumir. El problema es que piensa: ‘me pega porque me quiere’, o ‘me cela porque me quiere’, antes de considerar la posibilidad de quedarse solo”, advirtió.
La dependencia emocional no sólo se da en parejas, sino entre familiares, amigos o compañeros de vida, subrayó Pérez Reyes.
Con la llegada de la pandemia, las consultas para terapia son principalmente por diagnósticos de depresión, ansiedad y dependencia emocional, concluyó.
RESTRICCIONES A DEUDORES ALIMENTARIOS
Padres que deben la manutención de sus hijos no podrán casarse de nuevo y tampoco podrán adoptar, además entrarán a una lista de deudores, así es la propuesta que tiene el Congreso de Puebla, presentada desde el pasado 25 noviembre, por la diputada Guadalupe Yamak Taja, de la bancada de Morena.
La iniciativa establece que la Dirección General del Registro Civil tendrá a su cargo el Registro de Deudores Alimentarios Morosos del Estado de Puebla, en el que se inscribirá a las personas que hayan dejado de cumplir por más de 90 días sus obligaciones alimentarias, ordenadas por los jueces y tribunales o establecidas por convenio judicial.
De hecho, el artículo 488 señalaría que “los cónyuges, los concubinos y los hijos, en materia de alimentos, tendrán derecho preferente sobre los ingresos y bienes de quien tenga a su cargo la obligación alimentaría”.
La propuesta, que fue turnada a la Comisión de Procuración y Administración de Justicia, se ha visto retrasada por el periodo vacacional de fin de año y las comparecencias de secretarios de Estado por el III Informe del gobernador Miguel Barbosa, por lo que sería en marzo cuando se retome su análisis.
LA DECISIÓN MÁS DIFÍCIL
“Fue lo mejor”, así resume Armando (nombre que le daremos para proteger su privacidad) la decisión de no volver a buscar a sus hijas, pues las diferencia con su exesposa estaban dañando a las menores de edad.
Al inicio –contó– se respetaban los acuerdos de visita y convivencia con las niñas, pero a los pocos meses comenzó un cambio de comportamiento de forma diferente con él, que hablaban de no comentar cosas delante de su mamá sobre lo que hacían en su horario de visita y de irritabilidad hacía él por situaciones que no ameritaban tal comportamiento.
“Empecé a ver cosas que crees que sólo pasan en las películas o las series, comportamientos que no iban con la edad de mis hijas, entre comentarios, reclamos y más”, apuntó.
La situación se agravó cuando la mamá de las niñas decidió no permitirle más visitas. Así iniciaron dos años de procesos legales, batallas entre la expareja y que las niñas terminaran llorando. Así, las dejó de ver a los seis y siete años, hoy tienen 12 y 13. Pese a todo, reiteró que la decisión de alejarse fue la más difícil de su vida, pero fue la indicada.