Los menores de edad se convierten en las mayores víctimas en un divorcio, aunque la relación de sus padres se acabe en buenos términos, con afectaciones psicológicas y físicas que los pueden acompañar el resto de su vida.
Mónica Lorena Palafox Guarnero, coordinadora de la Maestría en Psicoterapia en la Universidad Iberoamericana Puebla, explicó que el principal riesgo es que una parte no deje a la otra convivir con el menor, incluso alejarlos a través de mentiras.
La psicóloga infantil señaló que situaciones así pueden generar irritabilidad, falta de concentración, bajo rendimiento escolar y comportamientos erráticos.
A largo plazo, el menor se convertirá en un adulto con problemas para tener buenas relaciones afectivas, guardará resentimiento y enojo hacia sus padres, además de repetir patrones.