Por: Antonio Peniche García
Como he comentado en alguno de mis textos anteriores, en los últimos decenios se ha agravado la situación de la humanidad a tal grado que, en un mundo inmensamente rico, la pobreza existente es lacerante.
La fortuna de los tres hombres más ricos del mundo es mayor que la riqueza acumulada de los habitantes de las 48 naciones más pobres.
La mitad de la población mundial, es decir 3 mil 500 millones de personas, viven con dos dólares al día, mientras que el 20% de la especie humana se reparte el 86% de la riqueza generada.
¿Continuaremos viviendo y fomentando este nivel de inconsciencia? ¿Seguiremos construyendo un desarrollo plagado de manifestaciones de crueldad?
La crueldad rencorosa que se expresa en el crimen, la tortura, los furores individuales y colectivos; la crueldad anónima que procede de la barbarie tecno-burocrática, de la hiper-especialización, de la burocratización; de la anonimización; de la abstracción, de la mercantilización.
Juntas conducen a la pérdida, no sólo de lo global y fundamental, sino también de la responsabilidad, de lo concreto y de lo humano. La civilización del hombre se encuentra perdida y en búsqueda de una “Conciencia Universal”.
Varios escritores han hablado de la emergencia de una “civilización universal”. Samuel P. Huntington es uno de ellos. Autor de uno de los libros más leídos en las últimas décadas, “El Choque de las Civilizaciones”, ya que plantea la teoría más reciente de las relaciones internacionales.
Huntington sostiene que, tras la Guerra Fría, los conflictos se generarían entre países y grupos culturalmente diferentes.
Por primera vez en la historia de la humanidad, la política global es a la vez, multipolar y multicivilizacional.
Es un hecho que, a pesar de los esfuerzos de Occidente, no se ha generado una cultura universal “occidentalizada”.
Habiendo dicho esto, con la influencia relativa del Occidente declinando, el poderío económico, militar y político de civilizaciones asiáticas se ha venido acrecentando.
La influencia del islam ha detonado sobre el plan demográfico, generando conflictos con vecinos y dentro de las propias fronteras de varios países, como Francia y Alemania.
Las civilizaciones no occidentales han reafirmado el valor de su propia cultura.
Esto ha producido que sociedades que comparten afinidades culturales se alíen unas con otras y los países se reagrupen alrededor de los Estados más poderosos de acuerdo a su origen cultural y “civilizacional”.
Las continuas pretensiones de Occidente de universalizar su cultura han conducido cada vez de manera más recurrente a entrar en conflicto con otras civilizaciones. En particular, China y el islam. Hoy, con Rusia.
Los occidentales deben de admitir en la actualidad que su civilización es única pero NO es universal.
En definitiva, la única manera de preservar la paz en el largo plazo e iniciar una convivencia verdaderamente humana, como ya lo he mencionado anteriormente, a través de las palabras de Edgar MORIN, es:
“[…] abandonar la edad de hierro planetaria, la prehistoria del espíritu humano para civilizar la Tierra y buscar el nacimiento de la sociedad/comunidad planetaria de los individuos, las etnias, las naciones, las civilizaciones…”
Tenemos que dejar de hablar de nacionalismos, doctrinas, razones, divisiones, fronteras, justificaciones, ideologías…
Deberíamos empezar a hablar más de patriotismo, respeto, justicia, temporalidad, trascendencia, multidimensionalidad…
Y tomar más de las VIRTUDES universales, que de valores temporales.