Por: Ulises Castañeda
La cineasta Natalia López Gallardo, nacida en Bolivia y con nacionalidad mexicana, debutó hace unos días con éxito como directora en “Manto de gemas”, el filme que se llevó el Oso de Plata del Jurado en el Festival Internacional de Cine de Berlín, sin embargo, lleva más de 15 años inmersa en la industria fílmica profesionalmente.
Conocida principalmente como editora de los filmes de su marido Carlos Reygadas (“Luz silenciosa”, 2007, y “Post tenebras lux”, 2012), así como de “Heli” (2013), de Amat Escalante, y “Jauja2 (2014), de Lisandro Alonso; además de destacar como productora en la misma “Heli” y como actriz en “Nuestro tiempo” (2018), de Reygadas, toma su experiencia para llevar a la pantalla grande un desolado y esperanzador filme que nace de su contacto con las personas de su comunidad.
Quedó intrigada por la manera en que la cotidianidad está viciada por el miedo al crimen organizado: “Conocí a una familia que, en el pasado, había secuestrado a un hombre y lo mantuvo en su propia casa. Mientras tanto, el adre se dedicaba a su trabajo como taxista y amaba a sus hijos. Los niños seguían yendo a la escuela, su madre trabajaba duro en casa… la vida continuaba”, dijo.
“Uno de los chicos, de 16 años, coqueteaba con el mundo criminal. Pero también le gustaba bailar y ayudaba a su madre en cada tarea. La familia era generosa con sus vecinos, jugaba futbol con la comunidad y asistía a fiestas. La bondad de corazón parecía ser su cualidad central. Necesitaban más dinero, me dijeron. México es como un Dios con muchas caras y la misma cantidad de contradicciones”.
El filme relata que en pleno proceso de divorcio, Isabel se instala en el campo donde descubre que su ayudante María tiene una hermana desaparecida. Le ofrece su ayuda para encontrarla y el destino de ambas queda entrelazado. La comandante de policía, Roberta, quiere rescatar a su hijo de los bajos fondos del crimen. Ahí se cruzará por azar con las dos indagadoras. Tres caminos se unen en un mundo de confusión y abandono donde, a pesar de todo, no muere el ánimo de rebelarse ante el infortunio.
“Esta película trata sobre lo que llevamos dentro después de años y años de acumular, en nuestra mente y en nuestros sueños, infinitas imágenes de tortura. Mapas de fosas clandestinas, rostros de desaparecidos, homicidios de hombres y mujeres por igual. Mi deseo es reflejar esta herida espiritual y su dimensión psicológica, que no se ve”, comentó.
Conversamos con la cineasta días después de haber obtenido el Oso de Plata en la Berlinale.
—¿Cómo es que defines la historia que quieres contar y por qué te enfocas en estas tres perspectivas femeninas?
—La película nació en el momento de la investigación, al hablar con la gente. Recorrí mucho el estado de Morelos, que es donde vivo y conozco. Me gusta mucho manejar y eso me llevó a hablar con mucha gente en ese proceso. Todos ellos muy generosos, creo que es algo que caracteriza a los mexicanos junto con su solidaridad. Todo mundo me compartió sus historias y noté, más allá de las experiencias ligadas al narcotráfico, la violencia o los desaparecidos, una especie de dolor interior que todos estaban conscientes que iba a ser muy difícil de borrar, algo que los había marcado; de alguna manera, era algo que ya se iba a quedar ahí con ellos.
Ahí se dio el momento en el que me di cuenta de que tenía
ganas de mostrar eso que es tan difícil de ver porque era algo abstracto y lo que intenté fue cons-truir la película para poder enseñar eso y no una película que contenga una denuncia concreta, ya sea política o social, ni una propuesta de cómo transformar la situación, ni un análisis de un problema que es tan complejo, sino crear una experiencia para poder percibir esa herida que vi.
—En México, muchas películas que alcanzan reconocimiento internacional parten del dolor, ¿qué piensas sobre esto?, ¿crees que el dolor es parte de nuestra identidad?
—Hablando con una periodista mexicana me dijo que había leído un libro de un autor francés que describía a muchos países a través de un verbo y dijo que el verbo para México es “resistir”. Creo que es un país con una resiliencia infinita para bien y para mal porque no nos volcamos en contra de las cosas desde nuestra individualidad sino que, de alguna manera, tenemos la capacidad de resistir y seguir resistiendo en un pozo sin fondo.
Efectivamente, nos identificamos con el dolor, es un tema muy amplio y complicado, complejo e interesantísimo, de todos los países latinoamericanos y de México especialmente porque es un país con muchísimas capas, no es una realidad fácil de describir, es un país con muchas facetas y ambigüedades y contradicciones. Para mí era muy importante hacer notar eso, mostrar algo que no se podía descifrar, quería mostrar una película que no es fácil de describir ni de poner un significado a las cosas, mucho menos de tener una solución. Para eso había que dar un paso atrás y ver con distancia para que se pueda percibir esto que es múltiple y diverso.
—Antes de Berlín, nos compartiste una historia sobre la familia de un taxista y la cercanía con un secuestro. Pienso cómo aún en atmósfera de miedo hay un espacio para soñar. De eso hablaste al recibir el premio, ¿puedes profundizar en ese aspecto?
— Creo que es lo más importante y son cosas que me voy dando cuenta en el momento en que la gente que ve la película me comparte su sensación. Es bien difícil. Uno construye una vasija y esa se llena con el interior de los demás y cada uno de ellos desde su subjetividad construye y liga la estructura de la vasija. No sé si de verdad está ahí, pero he pensado mucho en la construcción de la comunidad. En cómo lo que nos falta es un proyecto en común, cuidar entre todos algo que nos pertenezca a todos.
—Una de las reseñas que te hicieron describe a “Manto de gemas” como “una desolación visual y psicológica”, eso nos adelanta un poco de tu estilo visual y tus intenciones como cineasta, ¿qué nos puedes decir de la forma en que cuentas la historia, casi con mirada documental?
—Percibo que la narrativa y la historia como la conocemos es un elemento más de todos los que usa el cine para transmitir. Esta película no está construida así y la narrativa no es el punto fundamental. La narrativa es algo que se transmite a través de los otros elementos, por eso ha habido un cuidado especial por manejar los elementos cinematográficos como el encuadre, el movimiento de la cámara, la luz, la sombra, las palabras, las posiciones de las personas o el fuera de campo, para construir una experiencia sobre algo que me parecía abstracto y a lo que debíamos acercarnos un poco de lado; no se puede ver de frente.
—Al recibir el Oso de Plata decías que en Alemania hay un sentido comunitario que México no tiene, ¿de qué manera podríamos llevar esa reflexión a lo que ocurre en el cine mexicano en el sentido de cómo nos obstaculizamos entre todos?
—El tema de la comunidad me ha dado muchas vueltas últimamente y realmente no sé cómo desdoblarlo lo mejor posible. Es la primera vez que vengo a Alemania, y estuve con un primo que vive aquí hace mucho tiempo y que conoce bien a la sociedad alemana y que ha estudiado la historia del país, sobre cómo se ha ido desenvolviendo y construyendo socialmente. Me ha impactado mucho todo lo que me ha contado.
Sí veo grandes diferencias y creo que la tragedia más grande de nuestros países son las diferencias sociales, las brechas entre un grupo humano y otro. En Alemania se siente una situación más igualitaria, más horizontal. Obviamente, México tiene dimensiones más complejas que sociedades como la alemana. México nació de un choque, de la contradicción, de un sincretismo, y al final eso lo enriquece: la diversidad de visiones y cosmogonías nos hace ser lo que somos, y no creo que haya que negarlo; nuestra naturaleza es otra.
Al final, es un tema muy complejo y me siento bastante inútil para construir una propuesta; pero creo que nosotros le tenemos que sacar brillo a lo que tenemos, que es esa contradicción, y lo tenemos que hacer identificándonos y reflejándonos en los demás para crear lazos entre las personas; fijarnos en lo que hacemos como individuos, ahí está el cambio del sistema, no en la superficialidad; se trata de transformar desde adentro, para llegar a eso también tenemos al cine.