Notas para una defensa de emergencia
Silvino Vergara Nava / correo: [email protected] web: parmenasradio.org
Las grandes ciudades latinoamericanas,
hinchadas a reventar por la incesante
invasión de los exiliados del campo,
son una catástrofe ecológica
Eduardo Galeano
Normalmente, las ciudades tienen alguna señal o emblema que las caracteriza. En muchas ocasiones, se significan por algún parque, el clima, construcciones, edificios, monumentos, museos, catedrales, iglesias, centros históricos, etcétera.
En los últimos años, lo que representa a Puebla no es que sea Patrimonio de la Humanidad ni su Centro Histórico, o la histórica batalla del 5 de mayo con sus fuertes de Loreto y Guadalupe, ni mucho menos sus museos; la batalla de Porfirio Díaz que acabó con el dominio francés en la ciudad, y que se encuentra tan escondida esa parte de la historia, particularmente por el sistema actual; o la propia historia de la fundación de la ciudad, su gastronomía, zoológico, etcétera.
Lo que actualmente es el emblema de la ciudad de Puebla es la multiplicidad de cables que se encuentran a lo largo y ancho de las calles y bulevares de la ciudad; un verdadero tendedero. Pareciera que hoy los propietarios de la ciudad son las compañías de teléfonos, de internet, de televisión por cable y algún otro que se aprovecha de la ausencia de autoridad municipal y que se cuelga de los postes de la ciudad con el fin de obtener jugosas ganancias, solamente poniendo en evidencia la ciudad como una del tercer mundo, o bien, propiedad de alguna araña que ha tejido sus telarañas por toda la ciudad, al grado de que hay calles en donde prácticamente los postes están siendo detenidos por los propios cables, o bien, que parecieran láminas que cubren el cielo y por ello no se observa la luz natural.
También quedaron atrás los tiempos en los que se podía contemplar sin contaminación visual el volcán Popocatépetl, así como la Malinche.
Exentas de esta contaminación están las colonias privadas y fraccionamientos que no permiten ese tendedero y cablerío; los denominados “guetos de la posmodernidad”, a los que no pueden pasar más que los habitantes, sus invitados y, desde luego, quienes les hacen sus servicios domésticos. Posiblemente porque muchos de los funcionarios municipales viven en esos espacios es que no se han dado cuenta de lo que sucede en el resto de la ciudad.
Y una pregunta sin respuesta es: ¿cuándo se perdieron esas extensiones de tierra municipal en donde ni la autoridad municipal puede impedir esta contaminación?
Lo cierto es que hace algunos años, no muy lejanos, se hizo una inversión muy grande en esta ciudad de Puebla, para que en el Centro Histórico se pusieran todos los servicios de cable, telefonía, internet y televisión por medio subterráneo. Pero esto perduró en tanto se cambió la administración municipal, por una a la que nunca le interesó la contaminación ambiental, o mejor dicho, a la que nunca le interesó la ciudad, bajo la premisa de que todo lo que se hizo en el pasado está mal hecho, pues inmediatamente se permitió que una empresa pusiera cables en los postes y otra que lo secundara, y así, sin regulación alguna, hoy resulta hasta más peligroso salir a la calle.
Por ejemplo, cuando se presenta un temblor, es más fácil que se caiga un poste con los kilos de cables que cargan que cualquier construcción de una casa o edificio. Por ello es que no es nada seguro salir a la calle al momento de un temblor, a diferencia de otras ciudades más civilizadas del territorio nacional y del mundo en general.
Penosamente, se da la imagen de alguna ciudad lejana y rural de la India, de África, en donde todos tienen permiso de colgarse de los postes, sin importar la resistencia de los mismos y sin permiso alguno de colgarse; permite que la ciudad se vea como una telaraña por doquier.
Habría que preguntarse dónde están las autoridades municipales, que son las que deben delimitar esa contaminación que todos los días incrementa, pues no falta calle, avenida y callejón en los que se puedan visualizar todos los días, incluso los fines de semana, camionetas privadas colocando kilos de cables para suministrar servicios de televisión, internet o telefonía. En resumen, se tiene a la vista un tendedero por doquier y ese es el emblema de la ciudad de Puebla del siglo XXI.