Por: Mario Galeana
En un metro de largo, la ilustración plasma ocho escenas que concurren en una sola casa. Hay seres híbridos, personajes con alas o con miembros que se extienden en un rizo, seres humanos de género fluido.
Comenta el narrador Luis Manuel Pimentel: “La obra dibujística de Óscar se presenta con muchas lecturas simultáneas, por esa especial capacidad metanarrativa visual que compone. Hay una superposición de elementos que genera una atmósfera pesada, un realismo dark”.
Hay escenas apoteósicas, plagadas de detalle, con referencias a sus artistas favoritos, como Ricardo Martínez de Hoyos y Carlos Mérida.
Óscar Rodrigo Ramírez explica que su intención es crear una estética hilada a las propuestas del arte mexicano del siglo XX, pero con expresiones de nuestro siglo, “en parte más libres, más diversas, más ambiguas”.
“Desde ese pensamiento establezco diálogos con obras del pasado, con otros autores, referencias, guiños, retratos y algunas de las sensibilidades de mi generación”, agrega.
Con “El silencio y las bestias”, el artista fue premiado en la cuarta edición de la Bienal Parámetro04, realizada por Hiperlumen el año pasado en CdMx.
En fotografías y collages,hace un relato en tercera persona sobre cómo se percibe él mismo.
Una serie fotográfica lo retrata en lo más alto de una azotea, recogido en torno a la figura de una mujer contra el piso. Líneas en zigzag trazan un relieve en el que se desploma, cara al sol.
“Subir a la azotea me trajo calma, me ventilaba la ansiedad”, narra. “Me hice de esta rutina: iniciar el día pegando de brincos en la azotea, a ver si de tanto brinco se me desprendían las angustias y se las llevaba el viento”.
En un metro de largo, la ilustración plasma ocho escenas que concurren en una sola casa. Hay seres híbridos, personajes con alas o con miembros que se extienden en un rizo, seres humanos de género fluido.
Comenta el narrador Luis Manuel Pimentel: “La obra dibujística de Óscar se presenta con muchas lecturas simultáneas, por esa especial capacidad metanarrativa visual que compone. Hay una superposición de elementos que genera una atmósfera pesada, un realismo dark”.
Hay escenas apoteósicas, plagadas de detalle, con referencias a sus artistas favoritos, como Ricardo Martínez de Hoyos y Carlos Mérida.
Óscar Rodrigo Ramírez explica que su intención es crear una estética hilada a las propuestas del arte mexicano del siglo XX, pero con expresiones de nuestro siglo, “en parte más libres, más diversas, más ambiguas”.
“Desde ese pensamiento establezco diálogos con obras del pasado, con otros autores, referencias, guiños, retratos y algunas de las sensibilidades de mi generación”, agrega.
Con “El silencio y las bestias”, el artista fue premiado en la cuarta edición de la Bienal Parámetro04, realizada por Hiperlumen el año pasado en CdMx.
En fotografías y collages,hace un relato en tercera persona sobre cómo se percibe él mismo.
Una serie fotográfica lo retrata en lo más alto de una azotea, recogido en torno a la figura de una mujer contra el piso. Líneas en zigzag trazan un relieve en el que se desploma, cara al sol.
“Subir a la azotea me trajo calma, me ventilaba la ansiedad”, narra. “Me hice de esta rutina: iniciar el día pegando de brincos en la azotea, a ver si de tanto brinco se me desprendían las angustias y se las llevaba el viento”.